Alcaldes al borde del ataque
La indignación y el desafecto ante los políticos es una de las cosas que más se ha globalizado en España
Este año hay elecciones municipales y el que avisa no es traidor. Yo lo hago con tiempo, para que luego no digan que les ha pillado desprevenido su alcalde por la calle dándole la mano. La proximidad de las urnas, sobre todo en las citas municipales, se nota muy pronto en el ambiente. Miren en las calles principales de sus ciudades y verán como el número de luces en el iluminado de Navidad es directamente proporcional a la cercanía electoral. Este año, más cerca de los comicios, más bombillas. O den un paseo matinal y descubrirán también que se ha iniciado la tradicional olimpiada de levantamiento de aceras. Los alcaldes, en estas cosas, son poco originales a la hora poner en valor su trabajo de cuatro años. Todo lo fían a las inauguraciones de las próximas semanas.
Aunque, con la crisis, ya nadie promete cosas como se hacía antes, nos quedan meses muy duros de pedrería verbal, pero en esta ocasión sospecho que será algo más divertido. En los últimos años en Andalucía, antes de que se iniciara la campaña ya sabíamos que el PSOE no ganaría las elecciones en prácticamente ninguna ciudad importante de Andalucía. Esta vez ocurre lo mismo, pero con un poco más de misterio. Tampoco está el PP en disposición de creerse que puede sacar las mayorías absolutas que precisa para seguir gobernando en esas mismas grandes ciudades andaluzas. Y la incertidumbre les tiene a todos con un ataque de nervios.
Una de las cosas más curiosas que ha ocurrido en la democracia española, en términos políticos, es que todas las encuestas auguran un enorme potencial electoral a un partido que ha anunciado que no se presenta a las municipales. Y allí donde no tienen ni candidatos ni programas sacarían, según los sondeos, un resultado espectacular. Y esta circunstancia pone al PSOE y al PP aún más de los nervios todavía, porque tienen un serio problema con este contrincante y no saben por dónde se presenta el contrincante. Hete aquí, entonces, a los alcaldes inaugurando semáforos en pandilla de veinte, buscando museos hasta en Rusia y escarbando en los cajones para sacar presupuesto con los que asfaltar calles, aceras y hasta zonas verdes si hace falta.
Hasta las últimas elecciones municipales, el PP ganaba en los grandes municipios de la misma forma que lo hacía el PSOE en las autonómicas: ante la ausencia de un contrario. Pero en esta ocasión, se enfrentan a un problema. Hay un montón de ciudadanos que han convertido a ambos partidos en sus contrarios y esas cosas no parecen que se arreglen con bombillas de Navidad, asfaltado de calles y promesas de hacer lo que no se ha hecho en los cuatro años anteriores. El hartazgo ciudadano empezó por arriba y ha ido calando, calando y calando, hasta llegar a pie de barrio. Y ahora mismo, la indignación y el desafecto ante los políticos es una de las cosas que más se ha globalizado en España. Ya seas un líder nacional o un alcalde pedáneo, el cabreo no entiende de protocolo.
Como todavía no está muy claro que los partidos políticos destierren de sus listas para las municipales a imputados, corruptos y sinvergüenzas varios, por muy presunto que parezcan, sería deseable que lo hiciéramos los ciudadanos. Después de lo que hemos vivido, resultaría preocupante que queden personas dispuestas a mantener a un corrupto en su cargo. Mientras llega ese momento, hagamos un gran ejercicio de paciencia. Y sobre todo de memoria. No hay mejor manera de leer un programa político que hacerlo teniendo memoria. Y eso es lo que más les pone de los nervios de todo.
@jmatencia
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