Atronador
Oir a Shemekia Copeland en un local como Jamboree es algo difícil de olvidar para cualquier aficionado al blues
La crisis que tanto está afectando a las giras internacionales (sobre todo en nuestro país) propicia, por otra parte, que músicos de gran categoría se presenten en pequeñas salas que en otras épocas no hubieran podido acogerles. Una contrariedad que tiene su parte buena porque poder ver y oír a una fuerza de la naturaleza como es Shemekia Copeland en un local como Jamboree es algo difícil de olvidar para cualquier aficionado al blues.
En la noche del martes Jamboree fue asolado por un ciclón. Al finalizar el público respiraba hondo, un poco apabullado por la experiencia. Shemekia Copeland comenzó fuerte, muy fuerte, y acabó atronando y, por si fuera poco, sentada entre el público y cantando sin micrófono. En realidad con el vozarrón que posee la neoyorquina el micrófono es algo secundario y, como público, se agradece que se pueda prescindir de él.
Shemekia Copeland
Jamboree, 2 de diciembre
Barcelona
Antes de saltar a la pista Copeland había barajado con pericia las diversas caras del blues eléctrico, desde el homenaje a su padre, el gran Johnny Copeland, hasta zambullirse en el recuerdo de las antiguas funciones religiosas de las iglesias afroamericanas (con todo Jamboree de pié bailando y agitando brazos).
Shemekia Copeland no solo tiene una voz prodigiosa, de las que se clavan en lo más profundo, también posee un sentido del ritmo altamente contagioso. Acompañada por un cuarteto impecable en el que una vez tras otra destacaron sus dos guitarristas alternando sus contribuciones. Dos guitarristas muy dispares que se complementaban a la perfección y que propulsaban a la cantante todavía más alto.
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