Viaje a Escandinavia de la Sinfónica
Luz y oscuridad marcan el concierto de la OSG y una exposición en A Coruña
Tras la desigual presencia beethoveniana de los dos últimos conciertos, la Orquesta Sinfónica de Galicia ha realizado esta semana dos viajes, desde Compostela y A Coruña, a la Escandinavia musical: un recorrido por música compuesta en un periodo de 116 años en el que la OSG ha mostrado su espléndido momento sonoro y artístico. En programa, la Suite nº 1 de Peer Gyint (Grieg); el concierto para violín y orquesta Darkness in light de Sebastian Fagerlund (Parainen, Finlandia, 1972); y la Sinfonía nº 2, op. 43 de Sibelius.
La lectura por Slobodeniouk de la Suite nº 1 de Peer Gyint -compuesta en 1896 por el autor noruego a partir de la música incidental para el drama homónimo de Ibsen- tuvo como principal cualidad la elegancia. Desde la luminosidad del lento crecimiento de su Amanecer se pasó a la serena y dolorosa hondura con que se ejecutó La muerte de Aase y a un más que notable vuelo expresivo en la Danza de Anitra, con gran elegancia en los arcos y mucha gracia rítmica en los pizzicati. En la gruta del rey de la montaña tuvo el control de intensidad y tempo requeridos para expresar sin el mínimo aspaviento ni exageración dinámica toda su grandeza sonora.
Este fin de semana han coincidido en A Coruña dos manifestaciones artísticas en torno al concepto de la luz como eje creativo. El jueves se inauguraba en el Museo de Arte Contemporáneo de Gas Natural Fenosa la exposición colectiva “Y LA LUZ SE HIZO (et lux facta est)”, en la que de la cita bíblica nace el leit motiv de la luz como materia prima de la obra plástica presentada desde varios puntos de vista como una dicotomía luz/tinieblas. Escuchando a Pekka Kuusisto (Espoo, Finlandia, 1976) tocar como solista Darkness in light resulta prácticamente inevitable establecer un paralelismo entre la citada exposición y esta obra del autor finlandés.
Darkness in light puede sorprender a todo aquel que espere un concierto para solista y orquesta basado en el virtuosismo dialogante o contrastante que en tiempos pasados fue santo y seña de la forma concierto. Y no es que en su escritura escaseen pasajes que requieran una enorme técnica en el solista, más bien al contrario. Pero su esencia musical es un sinfonismo que alterna una gran densidad con una tensa liviandad. Su continuo fluir de sorpresas sonoras -contrastes tímbricos, dinámicos y rítmicos- hace surgir un ejercicio casi sinestésico de remembranza de la exposición antes citada. Y del torbellino sonoro entre orquesta y solista de Energico, el primer movimiento de Darkness in light, surge imponente el recuerdo de la fuerza de la obra que cuelga en las paredes del MAC Marina Núñez, profesora en la Facultad de Bellas Artes de Pontevedra.
En el Lento intenso los solos del violín y la transparencia de los armónicos de dos violines segundos flotan sobre la oscuridad orquestal marcada por los latidos del timbal. Y se enciende en el recuerdo el brillo inquietante de las figuras filamentosas que Duvier del Dago cuelga sobre el aparente vacío que la luz negra crea sobre las paredes del museo contemporáneo coruñés. En la improvisación en que Kuusisto basa esta cadenza se siente surgir el remate puntual de la obra desde las manos de quien la interpreta. Como las sombras de quienes pasan ante la obra de Mónica Fuster o el movimiento de las bombillas ante la de Arturo Álvarez completan estas a voluntad de cada asistente a -que no mero espectador de- la Y LA LUZ SE HIZO (et lux facta est).
Toda la excelente versión de Kuusisto estuvo llena de la fuerza y delicadeza que en cada momento demanda la dificilísima partitura de Fagerlund y tuvo momentos de gran emotividad. Su entrega al placer de hacer música es tan absoluta que su versión del concierto de Fagerlund y la energía de una polka del folclore finlandés que regaló al público coruñés fueron el exquisito centro de un sándwich emparedado entre dos horas previas de jazz con un par de músicos de la Sinfónica y su colaboración en los atriles de la orquesta en la segunda parte.
La belleza del canto de los violines al inicio del primer movimiento de la Sinfonía nº 2 de Sibelius y el color y empaste de las cuerdas en este Allegretto fueron solo el principio de la mejor interpretación de la Sinfonía nº 2 de Sibelius que nunca haya hecho esta orquesta. La precisión de toda la obra, el dramatismo del Tempo andante, ma rubato, la luminosa fuerza del Vivacissimo y la serena energía que irradió el Allegro moderato final fueron sin duda el resultado de una intensa semana de ensayos. La redondez de los metales, con excelentes solos de trompeta de John Aigi Hurn, fue el toque de brillo que redondeó un viaje al Norte lleno de placenteras aventuras sonoras.
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