Una gran Universitat en un mundo cambiante
La adecuada formación de los estudiantes, su empleabilidad o el avance de la investigación son responsabilidad de todos
Transcurridos meses desde la renovación de la Presidencia y de la mayoría de la composición del Consell Social de la Universitat de València, y gracias a la encomiable labor de su anterior Presidente, Carlos Pascual, y a la responsabilidad y sentido institucional del Rector Esteban Morcillo, nos hemos encontrado con un Órgano afianzado como esencial para el funcionamiento y gobierno de la Universitat, y caracterizado por la prudencia en sus actuaciones y la mejor predisposición a la colaboración con el mundo universitario. A partir de esa experiencia previa, esta nueva etapa nos exige diseñar el modo en que el Consell Social puede seguir desarrollando su labor de forma eficaz en unos tiempos especialmente convulsos por lo que al replanteamiento de las vigentes estructuras se refiere, y en los que se hace más necesario que nunca dialogar y llegar a acuerdos sobre lo que todos esperamos de la Universitat de València como motor de desarrollo cultural, social y económico.
En la definición de esa estrategia, en cuanto que los resultados nos afectan a todos de forma esencial, han de tener una especial participación —además de los legítimos gobernantes universitarios— los representantes de la sociedad civil, sin que por ello haya de verse afectado el imprescindible principio de autonomía en la gestión universitaria pública.
Y el Consell Social, como órgano de participación de la sociedad inserto en la estructura de gobierno universitario, tiene un papel co-protagonista en este proceso por estar en aquél estatutariamente representados todos los sectores de esa sociedad civil: académicos, profesionales, sindicatos, empresarios, asociaciones y Administración. A todos nos corresponde, desde la colaboración responsable con la comunidad universitaria, complementar los criterios de la organización académica con lo que la sociedad espera y necesita de su Universitat. Y asimismo, dialogar y actuar sobre lo que la Universitat espera y necesita del resto de la sociedad, y cómo conjugar todo ello.
En esta línea, desde el Consell Social, y en colaboración con la Fundación Universidad-Empresa, ADEIT, se están sentando las bases para el establecimiento de nuevas estrategias para —más allá del ejercicio de las atribuciones concretas que la Ley nos encomienda en relación con la gestión ordinaria— trabajar de manera leal y decidida con los órganos de gobierno universitario en la labor de afrontar los retos a los que actualmente se enfrenta la Universidad pública en general, y la Universitat de València —la mayor y más antigua de la Comunidad Valenciana— en especial.
La adecuada formación de nuestros estudiantes, su empleabilidad, la internacionalización, seguir elevando el nivel de calidad, el avance de la investigación y la transferencia de sus resultados a la sociedad, por citar algunos ejemplos, son responsabilidad de todos. No podemos permitirnos —nunca, pero menos aún en estos tiempos— quedar anclados en intereses locales, partidistas, corporativos o que miren sólo por el corto plazo. Está ampliamente demostrado que el gasto público en la educación superior, en nuestras Universidades públicas, es una inversión rentable para todos. Esa rentabilidad es también indiscutible para las personas y para las empresas de nuestro entorno que se acercan a la Universitat en busca de ayuda para su crecimiento en forma de innovación y capital humano, lo que redunda, en definitiva, en beneficio de la economía de todos los valencianos. Como decía Mandela, “La educación es la mejor arma para cambiar el mundo”. Muchos de los males de nuestra sociedad actual se hubieran prevenido, y se podrían evitar, con una mejor y más dotada educación. Adicionalmente, está plenamente demostrada la relación entre universidades fuertes y bien relacionadas, con sus entornos empresariales y sociales, y la riqueza –no solo material- de dichos entornos y sus personas.
Por ello, y en la línea expuesta por nuestro Rector en el discurso de apertura de curso, ha llegado el momento de levantar esa suerte de “estado de excepción” financiero al que se encuentran sometidas las Universidades públicas de nuestro país, y también de nuestra Comunidad, no sólo porque corremos el riesgo de perder lo avanzado en los últimos tiempos, sino porque el sistema universitario público es un elemento clave en el proceso de recuperación y crecimiento económicos de nuestra Comunidad. Desde mi posición, y consciente de que aumentar las tasas académicas como fuente de financiación de la Universidad pública es una cuestión muy sensible, no dejo de pensar que el modelo debe evolucionar a sistemas eficientes y solidarios de becas que permitan estudiar a quienes las necesitan. También deben mejorarse los sistemas, y los incentivos, para los programas de mecenazgo y de colaboración público privada en el ámbito universitario, y seguir profundizando en ahorros y eficiencias en las estructuras de costes “no nucleares” de las Universidades.
La Universidad pública, la Universitat de València en este caso, necesita de todo nuestro apoyo, tanto de los poderes públicos como de las empresas y la sociedad en general; un apoyo interesado, porque en ello va nuestro futuro, pero no incondicional —tampoco la Universitat lo pretende así—, sino siempre responsable y exigente en resultados.
Resultados que son palpables; sin ánimo exhaustivo, y sólo acudiendo a noticias recientes, la Universitat de València es la segunda de Europa en recepción de estudiantes Erasmus, galardonada por el Organismo Autónomo de Programas Educativos Europeos como la mejor institución Erasmus 2013; mejora año a año posiciones en los más prestigiosos rankings internacionales (vb. el comúnmente conocido como “ranking de Shangai” publicado el pasado mes de agosto), con algunos de sus centros colocados entre los mejores del mundo, véase, por ejemplo, nuestra facultad de Física entre las cien primeras o la de Economía; forma a más de cincuenta mil estudiantes y genera más del 40% de la producción científica del sistema universitario valenciano, con todo lo que ello supone —reitero— para el crecimiento económico y social de nuestra Comunidad.
Tenemos realmente una gran Universidad de Valencia y debemos aprovecharla. En definitiva, es momento, más que nunca, de apoyar a la Universitat de València y velar porque continúe su autoexigencia para alcanzar los más altos parámetros de calidad. Ésta es al fin y al cabo la misión y razón de ser de su Consell Social como representante y voz de la sociedad civil en la estructura universitaria. En esa labor nos encontrarán siempre. Al mismo tiempo, desde el Consell Social y en general desde toda la sociedad, debemos apoyar y ayudar a la Universitat y a sus dirigentes ante los enormes retos que afrontan estas instituciones, más allá de cuestiones de gobernanza, financiación, competencia privada, etc. Por citar un ejemplo, las nuevas tecnologías y los nuevos equilibrios geoestratégicos en el mundo, acabarán, en mi modesta opinión, por cambiar el mapa universitario y de la educación superior mundial. Es obvio que Europa, y España en particular, puede no tener muchos boletos en esa rifa si no somos ágiles y sagaces. Y debemos estar en ese debate, y en ese mapa.
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