Cuando la conversación es un arte
El pianista Kenny Barron y el contrabajista Dave Holland dialogan en la sala Barts con un concierto que penetró en lo más intimo del auditorio
Velada intimista la noche del miércoles en el 46º Festival de Jazz de Barcelona. Un piano y un contrabajo solos sobre el escenario fueron capaces de crear un atmósfera de tal intensidad que daba miedo realizar hasta el más mínimo movimiento (y no digamos toser) que pudiera romperla. Dos monstruos del jazz contemporáneo reunidos para charlar distendidamente sobre sus cosas, intercambiar ideas y juguetear con las melodías como si estuvieran solos en una pequeña estancia y a su alrededor no se juntasen varios centenares de oídos avizores. El pianista Kenny Barron y el contrabajista Dave Holland acaban de publicar un disco en dúo con un título realmente sugerente: The Art of Conversation. En la sala Barts de Barcelona demostraron justamente eso: que la conversación puede ser un arte incluso cuando no median las palabras.
Kenny Barron-Dave Holland
Sala Barts.
Barcelona, 5 de noviembre de 2014
Un puñado de temas originales y algún estándar poco difundido sirvieron de plataforma para que los dos maestros se explayaran a placer mostrando su total compenetración y, sobre todo, su capacidad para el intercambio de ideas musicales de gran enjundia. Ambos dominan su instrumento a la perfección: acariciando las teclas o las cuerdas son capaces con total naturalidad de lo más difícil y también de lo más cercano. El miércoles fue un alud de emociones cambiantes, nunca complejas o enrevesadas, lo que las hacía terriblemente cercanas y te penetraban muy adentro.
El toque pianístico de Barron se crece en los pequeños contextos y sus frases saltan de sorpresa en sorpresa. Por su parte, Holland mostró su habitual seguridad y ese tremendo calor que le imprime a cada melodía pero su sonoridad resultó algo pobre esa noche, como si le faltase profundidad a su contrabajo, probablemente por culpa del instrumento recortado que utilizaba o tal vez por una sonorización deficiente que, por no pecar de exceso de volumen, hacía que su contrabajo se escuchase mal desde las últimas filas.
Holland y Barron conversaron en la intimidad por más de noventa minutos y al final un público encendido consiguió arrancarles dos propinas. Todo un lujo de concierto.
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