Un volcán en el Auditori
Chucho Valdés pone en pie al público con ritmo y jazz del bueno
Resucitar un cadáver enterrado, y bien enterrado, hace más de una década es una práctica excesivamente habitual en el panorama de la música actual, ¡la nostalgia mueve montañas!, pero pocas veces los resultados han justificado de forma tan clara la exhumación como en el de Irakere.
El grupo de Chucho Valdés irrumpió con fuerza casi salvaje hace cuarenta años en una Cuba musicalmente anclada en la tradición. Por aquí el impacto nos llegó con los primeros carnavales de la democracia con un concierto en el Moll de la Fusta que ha quedado clavado en la memoria de los que tuvieron la suerte de asistir.
Chucho Valdés y sus Afro-Cuban Messengers
46º FESTIVAL DE JAZZ DE BARCELONA
Auditori de Barcelona, 4 de noviembre de 2014
Después Irakere dio muchos tumbos, dos de sus puntales, Paquito d'Rivera y Arturo Sandoval, dejaron la banda (y la isla) y finalmente el grupo se disolvió propiciando desde entonces la enorme carrera de Chucho Valdés como pianista. Ahora Valdés ha querido recordar las cuatro décadas de la fundación de Irakere con un concierto conmemorativo en el que, de forma buscada, no ha participado ninguno de sus miembros fundadores.
Valdés rescató las partituras originales interpretándolas con una banda de jóvenes músicos (en su mayoría) que crecieron a la sombra de Irakere. Y el resultado fue aplastante. Saltaron chispas en el Auditori que acabó con todo el personal de pie coreando y bailando éxitos de antaño como Xiomara Mayoral o Bacalao con pan.
El concierto ofreció las dos caras de Irakere: la bailable y la jazzística demostrando que no habían perdido ni un ápice de atractivo. Como si el tiempo no les hubiera pasado por encima. Buena parte del mérito de esa pervivencia recayó en el piano fresco y siempre colorista de Valdés pero, sobre todo, en el carisma de Alexander Abreu tanto en su faceta de trompetista como de cantante. Abreu, líder de la banda Havana D'Primera que estos días está de gira por Europa, arrastró al público y elevó notablemente la temperatura de la velada hasta convertirla en un verdadero volcán. Algo que no es fácil en la sala 1 del Auditori en la que caben más de 2.000 personas.
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