Sangre nueva y últimas mutaciones
El certamen vuelve a mostrar la buena salud del cine fantástico que se infiltra por todos lados
El Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya, que inaugura su edición número 47 hoy viernes, no parece un festival: su programación desbordante y sus secciones en constante expansión parecen más bien el resultado de una carta a los Reyes Magos escrita por un niño que se ha portado muy bien y al que los monarcas de Oriente han decidido satisfacer en todas sus peticiones. Decir que el certamen ofrece un escaparate del estado de salud del género es quedarse un poco corto, porque da la impresión de que, durante los diez días de duración de la cita, los espectadores van a tener a su alcance prácticamente todo lo que han dado de sí el fantástico y sus variantes durante la presente cosecha. Lo tendrán a su alcance, pero, inevitablemente, no tendrán el tiempo suficiente para catar todas las especialidades.
El festival que nació, de manera un tanto modesta, en 1967, con el cine Retiro como centro neurálgico, tiene poco que ver con este macro-encuentro que hoy toma todos los rincones de la localidad. Abrirá el fuego (REC)4 de Jaume Balagueró, un cineasta que creció como apasionado espectador del certamen y que hoy es uno de los nombres de referencia del nuevo cine de terror español. El encargado de poner el punto y final a la fiesta será Joe Dante, uno de los históricos en la larga historia de Sitges, autor de la fundamental Gremlins (1984) que ahora juega al maridaje entre comedia romántica y horror zombie en Burying the Ex, centrada en una historia de amor que se resiste, literalmente, a morir.
Este es un festival con memoria y sentido del presente. En la programación figuran nombres que el espectador veterano reconocerá y asociará a algunos de los grandes momentos en la historia del encuentro, como los de David Cronenberg, que presenta su último trabajo Maps to the Stars, o Álex de la Iglesia, que concurre en calidad de productor con Musarañas, debut en la dirección de largos de Juanfer Andrés y Esteban Roel. María Kosty, una de las musas del terror español de los 70, el italiano Luigi Cozzi, el alemán Roland Emmerich y Antonio Banderas serán algunas de las figuras icónicas homenajeadas mientras, a su alrededor, la programación dará fe de la vitalidad y la capacidad de transformación de un género que se ha expandido como un virus y ha dejado de ser reducto de la serie B o del cine espectáculo más pirotécnico para convertirse en una flexible manera de contemplar el mundo y poder hablar de lo divino, lo humano y lo inhumano. En Sitges, el fantástico revela sus nuevas señas de identidad en constante conexión con la larga memoria de un género que fue marginal para acabar infiltrándose en todas partes.
Pesadillas indies. En un giro totalmente inesperado en su carrera, Kevin Smith, director de una de las piedras fundacionales del indie —Clerks (1994)—, se pasó al cine de terror con Red State (2011) y se llevó el máximo galardón en Sitges. Este año reincide con Tusk —fuera de concurso—, pero da la impresión de que estos trasvases entre la sensibilidad indie y el cine de sobresaltos se han convertido en tendencia: la historietista Marjane Satrapi, co-directora de la rotunda y autobiográfica Persépolis (2007), prueba ahora el registro de la comedia surreal y macabra con The Voices, mientras que Scarlett Johansson se convierte en la más enigmática —y voraz— extraterrestre de la mano del orfebre del vídeo musical Jonathan Glazer en Under the Skin (2013). En este negociado no es menos llamativa la propuesta del actor y director Richard Ayoade, que debutó casi en clave free cinema con Submarine (2010) y que ahora adapta a Dostoievsky en The Double, con un Jesse Eisenberg multiplicado por dos. Incluso el escritor Bret Easton Ellis se desfoga como guionista de pesadillas en The Curse of Downers Grove.
Transversales y post-modernos. Tanto el francés Quentin Dupieux como el catalán Sergi Caballero han llegado al cine increíblemente extraño partiendo de la música electrónica: en Réalité, el primero sigue desarrollando su experimentación en torno al post-humor a partir de la historia de un tipo que tiene que encontrar un grito perfecto en 48 horas para poder rodar una película de terror. En La distancia, Caballero describe con ritmo ceremonial la misión imposible de un grupo de enanos telépatas, empeñados en hacerse con un extraño objeto oculto en una vieja central térmica soviética. No menos resabiadas serán las ficciones de Mike Cahill y Peter Strickland, dos de los más prometedores valores del cine fantástico… aunque ni ellos, ni sus historias se parezcan lo más mínimo al imaginario tradicionalmente asociado a la ciencia-ficción y al terror.
El espejo oscuro. Si, en los años 50, el cine vio a la televisión como amenaza, el presente vuelve a revelar un escenario de tensión y competencia entre los dos ámbitos. No obstante, si uno no puede derrotar al enemigo, lo mejor es unirse a él. O, por lo menos, diluir las fronteras que separan una posición y otra. Es lo que ha hecho el festival de Sitges al crear una nueva sección, Serial Sitges, destinada a acoger las últimas novedades en televisión fantástica: Fargo (basada en la célebre película de los Coen), Gotham (sobre la juventud y primeras experiencias de Batman y los supervillanos que le dan mala vida) y The Knick (dirigida por Steven Soderbergh) serán algunas de las propuestas de este nuevo territorio.
Escalofríos globales. El certamen siempre ha tenido una debilidad por el cine oriental y esta edición no es una excepción a la regla. Con todo, también aquí se amplía el campo de batalla: además de contar con una película de vampiros hablada en farsi (aunque de producción norteamericana), la programación de Sitges también se hace eco del buen momento que está viviendo el cine de terror en Latinoamérica. La sección Blood Window se convertirá en mercado y escaparate de esa producción que, de nuevo, revela la afirmación de un profundo cambio de sensibilidad generacional.
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