La avenida de los obuses
Una aplicación para móviles recorre los lugares donde se libró la batalla de Madrid
Hubo un tiempo en que los madrileños solo recorrían la Gran Vía por la acera de los números impares. En el lado opuesto, había más probabilidades de que a uno le cayera encima alguno de los centenares de proyectiles que cada día escupía el cielo. Durante más de dos años, la ciudad resistió contra todo pronóstico a la ofensiva franquista. Ahora, ese episodio de la Guerra Civil reservado a los libros de historia se recrea en una aplicación que, bajo el título La batalla de Madrid, recorre los lugares y recupera los personajes que protagonizaron la defensa de la capital.
"Muchos madrileños no conocen este episodio fascinante y a la vez terrible. Quería acercárselo, sobre todo a los jóvenes, de una forma dinámica y amena, pero con rigor", explica el historiador, bloguero y escritor David Pallol, autor de la aplicación junto con la plataforma Kolobee. A modo de guía turística, el programa sitúa en distintos puntos geográficos a cada uno de los escenarios y protagonistas. Desde la Dehesa de la Villa, pasando por la Casa de Campo, Ciudad Universitaria, Usera o Carabanchel, el centenar de fichas que contiene la aplicación trazan la línea del frente y cuentan cómo era la vida en la retaguardia, con imágenes, textos breves de apenas diez líneas y enlaces a webs relacionadas.
En mitad de la Gran Vía, enfrente del Palacio de la Música, la aplicación señala más de una treintena de puntos de interés. La avenida, que los madrileños bautizaron durante la Guerra Civil como la calle de los obuses o del quince y medio —el calibre más habitual de los proyectiles que caían día y noche— fue testigo de excepción del horror. También uno de los blancos predilectos del bando nacional. El culpable: el edificio de Telefónica, atalaya de los republicanos, donde el Gobierno ubicó un observatorio y cuyos sótanos sirvieron de refugio a quienes venían del campo y los que se habían quedado sin hogar.
Unos cuantos metros más abajo, casi a la altura de Callao, la aplicación muestra la fachada de una farmacia y perfumería forrada con sacos terreros, que se utilizaban para proteger los edificios de la metralla. En la puerta, una mujer posa sonriente. "La vida en la ciudad se desenvolvía igualmente, los madrileños tuvieron que adaptarse", explica Pallol. Las imágenes que acompañan cada ficha —sacadas de archivos históricos como el del PCE o el del coronel Vicente Rojo, ambos abiertos al público— muestran cómo el día a día seguía a pesar de las bombas. En las calles, los madrileños hacían cola a las puertas de una mantequería o, incluso, pagaban 10 céntimos para subirse al tranvía y dirigirse al frente, la mañana del 7 de noviembre de 1936, cuando comenzó el asedio.
Tan solo un día después, los primeros refuerzos internacionales desfilaron por la Gran Vía recién llegados a Madrid, para dirigirse directamente al frente. Los corresponsales internacionales llenaban las habitaciones del Hotel Florida, derribado en 1964, donde hoy se levanta El Corte Inglés de Callao. Bajo sus pies, cientos de familias se habían instalado en el metro para huir de las bombas, capaces de abrir cráteres gigantes en plena puerta del Sol.
La aplicación traza la línea del frente y cuenta cómo era la vida en la retaguardia con imágenes y textos
Continuando el recorrido por la avenida de los obuses, el cine Capitol, el único abierto junto con el Monumental en los primeros compases de la batalla, encarnó una curiosa eclosión cultural en la capital. "Al principio solo proyectaban películas soviéticas, para elevar la moral y el patriotismo, pero los madrileños iban igualmente, querían entretenerse. Y en esa época, la cartelería y la propaganda se convirtieron en arte", explica Pallol. Carteles que desde cada rincón lanzaban mensajes oficiales. El más repetido: "Evacuad Madrid". De poco sirvió. "El Gobierno insistía en evacuar la ciudad. Imagina, tenía un estómago inmenso de un millón de habitantes, inmediatamente en su retaguardia". A pesar de que cada día salían camiones con ancianos, mujeres y niños hacia Levante y Cataluña, los madrileños no estaban dispuestos a irse. "Querían quedarse en su casa y defenderla".
Entre los numerosos lugares donde la batalla de Madrid dejó su huella —desde los búnkeres que sobreviven en pie hasta restos de disparos en las escaleras de entrada a la facultad de Medicina, en la Complutense— van desfilando también personajes, algunos de sobra conocidos, como La Pasionaria, y otros relegados al olvido, como el general Miaja, encargado de la defensa de la ciudad. "Es una figura histórica olvidada de forma injusta. Encarnaba el espíritu de resistencia de los madrileños, pero ni siquiera tiene una calle con su nombre o una placa que le recuerde", señala Pallol, que prepara otra aplicación sobre la batalla del Jarama.
Pero el personaje más valeroso, el que se comportó de forma más heroica fue, para Pallol, el propio pueblo de Madrid. "Fue una gesta que en su día asombró al mundo, aunque nadie daba un duro por Madrid. Y ahora lo hemos olvidado, por desconocimiento o por prejuicios ideológicos". A las trincheras, cuenta el historiador, se lanzaban peluqueros, panaderos, ferroviarios, maestros. Incluso el conductor que condujo aquel primer tranvía al frente. A ellos dedica su propia ficha en la aplicación: "No hubo una lucha entre hermanos sino, como en 1808, una defensa cerrada de la ciudad frente al extranjero".
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