El pederasta utilizó un piso vacío y con acceso directo desde el garaje
Ni el portero ni los más de cien vecinos vieron al pederasta entrar con sus víctimas en la casa
Es un piso grande, con terraza, y estaba completamente vacío. En el 4ºA del número tres de la calle Santa Virgilia, en el madrileño distrito de Hortaleza, el pederasta de Ciudad Lineal abusó de al menos una de sus víctimas. Es propiedad de su madre, pero nadie vive en él: está desamueblado desde hace años y lleva meses de reformas; la mujer había decidido volver ahora a su antigua vivienda y estaba haciendo algunas mejoras. Es, además, un piso en el que por alguna razón pudo cometer los crímenes a salvo de miradas: el pederasta más buscado del país abusó de las menores en la casa sin que ninguno de los más de cien vecinos del bloque de viviendas de ladrillo visto percibiera nada. Tampoco el portero de la finca, que vio por última vez a Antonio O.M. hace unos quince días acompañado de su madre. Ni siquiera los propietarios del piso de enfrente, que apenas sí notaron que en la casa de vez en cuando las persianas aparecían subidas o bajadas. Nadie supo, tampoco, que la policía llevaba vigilando la vivienda durante meses.
El portero de la finca trabaja en el portal hasta las nueve de la noche. Nunca vio a Antonio O. M. acompañado de una niña, siempre acudía al piso solo, o con su madre. En agosto, cuando el pederasta cometió uno de los raptos, él estaba de vacaciones: su hijo le sustituyó, pero no conoce a los vecinos como él y no recuerda nada raro.
Esa pudo ser una de las casualidades que favoreció al criminal—y dificultó a los investigadores— pero la finca escondía otra ventaja: el edificio, con 107 pisos, tiene garaje, y desde el aparcamiento es posible acceder directamente en ascensor hasta la cuarta planta. Al salir a pie del parking, vigilado por la noche (no por el día) y con cámaras de seguridad, se atraviesa por un pasillo de trasteros a ambos lados y luz tenue. Por ese acceso pudo escapar a la mirada del portero. Tuvo suerte y no se cruzó con ningún vecino.
No hay rastro del pederasta en el barrio, como tampoco casi nadie conoce a su madre, María Ángeles M.D.R., que tiene otras dos hijas, porque no era su residencia habitual y solo iban de vez en cuando. El criminal no se prodigaba en palabras. “No se relacionaba mucho, solo le conozco de pasar y decir buenos días”, explica el portero, José Desviart, que coincide en la descripción de un hombre muy corpulento: “Estaba como un toro”. Los vecinos del piso de enfrente ni siquiera llegaron a cruzarse con él. “Estoy alucinada, no me he enterado de nada”, indica la vecina, Marga Macarro. Nunca escucharon ruidos ni percibieron algo extraño. También la policía, que llevaba meses vigilando el piso, desde dentro del edificio, fue especialmente sigilosa. Los agentes no habían interrogado a ningún vecino.
La vivienda escenario de algunos de los crímenes del pederasta, —según confirmó el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz— se encuentra además en una zona comercial muy animada. El bloque está rodeado de comercios y cafeterías, y se sitúa frente a la boca de Metro de Parque de Santamaría, por lo que es un lugar que atraviesan cientos de transeúntes cada día. La casa queda a solo cinco minutos en coche (unos 3,6 kilómetros) del lugar donde apareció la niña de origen chino a la que el criminal secuestró en el mes de junio (la calle del Jazmín).
La última vez que la madre del presunto pederasta ya apresado acudió a la vivienda fue solo un día antes de su detención, ayer martes. Y ocurrió algo extraño. No pudo entrar a la casa con su llave y tuvo que llamar a un cerrajero. La puerta estaba atrancada.
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