Los cuadros a la calle
El artista Enrique Marty interviene en la colección Lázaro Galdiano y reinterpreta la figura de su fundador
“Sacar los cuadros a la calle puede parecer naif, pero también es un grito: ‘cojones, aquí hay un museo”, dice el artista Enrique Marty. A partir del próximo viernes, en la esquina de las calles de Serrano y de María de Molina, insertados en los muros de la nunca demasiada conocida Fundación Lázaro Galdiano, se podrán ver 16 grandes obras de Marty.
Es parte de la exposición Reinterpretada 1, un proyecto experimental comisariado por Rafael Doctor Roncero, en el que el artista reinterpreta la colección íntegra del museo, pero también la figura de su fundador, el empresario, editor y coleccionista, José Lázaro Galdiano.
Fallecido en 1947, cedió su patrimonio artístico al Estado. El edificio que era su residencia ahora lo ocupa un museo. En los últimos tiempos el patronato trata de poner la vetusta colección en rozamiento con el arte contemporáneo, ya sea mediante el diálogo con otras colecciones como las de Jozami, Leandro Navarro o Alicia Aza, o las intervenciones artísticas de Bernardí Roig, Miguel Ángel Blanco o Mateo Maté. Pero en esta ocasión nos encontramos ante un trabajo exhaustivo y realizado ex profeso para la ocasión por parte de Marty.
“Normalmente, en la calle vemos reproducciones de imágenes que no vibran igual que un original”, explica Rafael Doctor Roncero, “aquí la gente podrá ver la parte principal de la exposición sin entrar en el propio museo. Nos arriesgamos a que pase algo, que venga un vándalo o un loco con un cuchillo, pero esperamos que no sea así”. La exposición continúa intramuros, donde Enrique Marty infiltrará entre las piezas de la colección sus propias acuarelas, esculturas, pinturas o instalaciones, muchas veces sin cartela identificativa.
Ahí se verán respuestas al Étant donnés de Duchamp, en forma de mujeres fornicando con esqueletos, o versiones decadentes de la estatua de Zeus Poseidón, del Museo Arqueológico de Atenas, con michelines y los ojos arrancados por cuervos, como crítica al devenir de Europa. “Marty es uno de los artistas más radicales de mi generación, un continuador de la tradición de la pintura negra española”, dice el comisario. “Tiene un ego muy pequeño y una capacidad de trabajo enorme. Toca desde la pintura hasta el vídeo o la escenografía y genera unos mundos gigantescos”. Si el experimento sale bien, nuevos artistas serán invitados a embarcarse en el proyecto.
Para este trabajo el creador investigó no solo en la colección sino en la propia figura del coleccionista, que no conocía a fondo: “Me imaginaba que Lázaro era un hombre aburrido”, dice Marty, “pero resulta que era un tipo curioso que se sacaba fotos en los cementerios saludando a los fantasmas y coleccionaba cartas manuscritas de Goya”.
La obsesión por este último es compartida por Lázaro y Marty, y se puede comprobar en su influencia en las obras de los muros exteriores (con brujas goyescas y soldados decimonónicos) o en la versión del Aquelarre, cuya ausencia en el museo (está prestado al Museo de Bellas Artes de Boston), Marty soluciona con su propia versión colocada en el mismo espacio. “El Aquelarre es uno de mis cuadros favoritos desde niño”, dice el artista. “Ahora doy mi visión incluyendo la figura del propio José Lázaro Galdiano en el cuadro. También asocio la figura de Lázaro a la del macho cabrío de Goya, pero sin cachondeo, sino como homenaje al demiurgo, al gran mago que creó esta colección, este edificio, este museo”.
Una tercera parte de la exposición transcurre en el propio catálogo. El libro forma parte del proyecto editorial Los doscientos, de Rafael Doctor Roncero, en el que 200 personas financian un libro artístico que se produce de manera limitada para los inversores (una curiosa variante del crowfunding). La colección incluye el libro de fotografías anónimas Campamento, o Las piedras jamás, con dibujos de Cristina de Middel. También el catálogo de esta exposición: esos 200 ejemplares llevarán como portada una ilustración original de Marty. “Me fascinó que Lázaro viviese rodeado de los retratos de gente desconocida que coleccionaba y utilicé estos retratos como inspiración para las portadas de los catálogos”, relata el artista.
Ojo, porque aunque una ilustración de Marty del mismo formato costaría 1.500 euros en una galería, el catálogo solo cuesta 90. “No es cuestión de hacer números”, dice el autor sobre esta bajada consciente de su cotización, “sino de sumarse a un proyecto. Ya es radical colgar los cuadros en la calle o infiltrar esculturas en la colección; convertir el catálogo en una obra original forma parte del juego conceptual que se pregunta cómo se muestra una obra de arte”. Es un acto de revolución, “de crueldad entendida como inmisericordia hacia las costumbres sociales”, concluye Marty. “Ya es hora de hacerlos”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.