“Sin personas, las ciudades no laten”
Núria Gispert reivindica en el pregón de las Fiestas de la Mercè más recursos para política social


Se puede hacer un pregón amable, eligiendo con esmero cada palabra y sin levantar el tono. Pero en el mismo texto se puede tocar la fibra, se pueden soltar verdades, hacer memoria, lanzar algún reproche y más de una reivindicación. Y precisamente es lo que hizo ayer cuando caía la tarde Núria Gispert al pronunciar el pregón de las Fiestas de la Mercè de Barcelona. Quien ha sido activista social, concejal durante 16 años del Ayuntamiento con el PSUC y el PSC y responsable de Cáritas en Barcelona alertó de la necesidad de “invertir en las personas”.
“Sin personas, las ciudades no tienen latido”, advirtió en el tramo final de un pregón en el que invitó a “escuchar, consultar y negociar sin hacer populismo”. Unos párrafos antes había reclamado “muchos más recursos” para “hacer la ciudad de las personas”. Si no es así, dijo, “la ciudad de la arquitectura no tiene sentido”. Pero de la misma forma que manifestó que “las Administraciones se deben reinventar para salir de la crisis”, también llamó a la ciudadanía “a implicarse”.
La exconcejal y activista llama a “escuchar, consultar y negociar”
Con el ruido de fondo de la protesta de los vecinos de la Barceloneta y de los trabajadores de BTV, en huelga por los recortes y empeoramiento de sus condiciones laborales, Gispert recordó su infancia, durante la Guerra Civil y la dictadura, cuando su padre le llevaba a visitar “la casa”, le decía “que algún día volvería a ser de todos los ciudadanos”. Evocó cómo con 14 años descubrió las desigualdades en Can Tunis y cómo se implicó en los movimientos progresistas de la iglesia. Una iglesia que, dijo, hoy “debe arremangarse”.
La exconcejal habló de su vínculo con el Ayuntamiento de Barcelona, de cómo hizo política “a pie de calle” en el primer mandato de la democracia. Cuando “no había un duro y estaba todo por hacer”. Corría 1979, era “mujer, joven y de izquierdas”. Recordó las “ganas de transformar la ciudad”, para “hacerla más justa y solidaria”, “contando con unos ciudadanos que habían sido ignorados”.
Gispert no olvidó los tiempos “grises” de la ciudad en plena Guerra Civil y las cuatro décadas de dictadura. Pero concluyó: “Pese a la falta de derechos nunca dejamos de luchar y de soñar”.
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