El Valle del Kas cambia su horizonte
Edificios futuristas y de aluvión se alternan en un distrito en el que conviven bares modernos con tascas con el mejor vermú
Ha sido alguien de muy lejos el que ha dado con la definición perfecta de lo que significa Vallecas: esta extensa zona al sur de Madrid compuesta por dos distritos, siete barrios y con más de 300.000 habitantes —la décima parte de la población capitalina— entre los que uno puede encontrar prácticamente todas las condiciones sociales, nacionalidades, edades y niveles de renta imaginables es “una actitud en formato pueblo grande, ciudad pequeña”. Lo afirma convencido el chileno Gonzalo Sarmiento, coordinador de la asociación cultural vallecana La Kalle. “Todo lo demás no son más que datos y estadísticas, pero esta zona, la más extensa y poblada de la ciudad, es eso: una actitud”, recalca.
De Chile saltó a El Salvador y de ahí, directo al distrito del Puente de Vallecas, hace 12 años. Desde que pisó sus calles no ha salido de ellas. “Vallecas es mucho más conocida fuera de España de lo que se cree. Cuando hice las maletas sin tener muy claro dónde iba a terminar, muchos me dijeron que visitara esta zona, que era diferente a todo”. Sarmiento, a sus 40 años, coordina una asociación dedicada a educar y formar laboralmente a niños y jóvenes de entre 15 y 25 años “para sacarlos de las calles y de la droga y, sobre todo, para hacerles ver que pueden labrarse un futuro, algo que muchas veces no les inculcan en las aulas”.
La droga: algo que aún hoy se asocia inevitablemente a Vallecas. “Muchos de los jóvenes que educamos son huérfanos de padres de aquella generación de los ochenta que murieron por la heroína, pero hoy es distinto. Se sigue trapicheando en algunas zonas, pero hace tiempo que los yonquis dejaron de ser parte del paisaje urbano”, matiza Sarmiento. Le encanta pasear por su barrio, acercarse a tomar el exquisito vermú de Casa Fernando, una antigua bodega “de antes de la República”, pasear por los “innumerables parques de pinos frondosos” que colorean muchas zonas de verde o pasar horas en la librería Muga, “donde puedes encontrar ejemplares que nunca imaginarías” y es fácil coincidir con algún autor dando una charla sobre su última obra. “Aquí han estado muchos, como Almudena Grandes, por ejemplo”, recuerda, y añade: “Vallecas está lleno de sitios especiales”.
El Valle del Kas, como les gusta decir a sus habitantes más combativos (hay quienes aseguran que es por un moro rico, Kas, que vivió cerca de la villa original en la época de la ocupación árabe), es mucho más que delincuencia y marginación, como se empeña en recordar el manido tópico. O, más bien, es otra cosa muy distinta. “Es el lugar más poblado de Madrid, así que aquí hay de todo. Pero cuando hay un asesinato los medios se encargan de recalcar una y otra vez que ha sido en Vallecas; cuando es en otras partes de la ciudad, se limitan a poner ‘Madrid’ en el titular”, se queja Jorge Nacarino, coordinador de la plataforma vecinal del Puente. A sus 31 años, recoge las demandas de los vallecanos de este distrito y las traslada a su concejala, Eva Durán Ramos.
“Aquí hay mucho por hacer, y no se hace”, reclama Nacarino,“nos tienen abandonados con el tema de la limpieza, y no hay un plan de rehabilitación real de la zona”. La última iniciativa fue el tan cacareado ecobarrio, una obra de más de dos mil viviendas sostenibles proyectada por el Ayuntamiento que ha quedado “parada nada más empezar, y en el olvido”, dice el coordinador, quien asegura que “el Ayuntamiento no planea un plan rehabilitador del barrio porque la iniciativa privada ya lo está haciendo”.
Algo que queda patente cuando uno pasea por la avenida de Monte Igueldo o la calle de Sierra Toledana , por ejemplo: entre desgastados edificios de dos plantas de ladrillo cara vista y construcción precaria afloran modernas construcciones de varios pisos. “Son obras puntuales de constructoras privadas que, a la larga, no hacen sino dificultar un plan integral”, opina Nacarino. Y que, sin duda, contribuyen a una heterogeneidad que ya es seña de identidad en Vallecas. “A esos edificios modernos se mudan personas más pudientes que quienes viven pegados a ellos, por eso por estas calles ves a gente de todo tipo compartiendo un mismo espacio”, dice el coordinador, que admite que en algunas zonas del Puente se sigue pasando mucha droga, aunque las cosas están cambiando poco a poco. “La Plaza Vieja era el centro de operaciones habitual de los camellos, un sitio donde no era recomendable ir de noche; recientemente han abierto bares con terrazas que han mejorado el ambiente, ahora es más sano y lúdico y los camellos se han ido a otras calles para recuperar el anonimato”. Basta con acercarse una tarde de agosto como esta para comprobarlo: donde antes se pasaban papelinas de puño a puño ahora conversan y ríen grupos de jóvenes en torno a mesas repletas de tercios de cerveza y las consabidas tapas, que ya forman parte de la idiosincrasia del barrio.
Los nuevos edificios que van apareciendo en distintas partes de Vallecas sin duda aportan variedad al habitual perfil popular de la zona. En Palomeras, por ejemplo, junto a las vías del Cercanías, se levantan modernas urbanizaciones con piscina y pista de pádel, habitadas en muchos casos por profesionales jóvenes de clase media alta. Como Arantza González, de 38 años, autora del blog de belleza Cosmetik, uno de los más exitosos de su sector. “Por el día voy a presentaciones de las grandes marcas cosméticas en la ‘milla de oro’ de Madrid, pero luego vuelvo aquí, que es donde me siento a gusto, es una zona tranquila y tengo todo lo que necesito”.
Su pareja, Christian Ruge, dos años mayor que ella, dirige su propia empresa de márketing en línea y disfruta del barrio. “Me gusta acercarme a la avenida de Pablo Neruda —en un lateral del Puente de Vallecas— una zona muy tranquila donde ves todo tipo de gente, ancianos sentados en los bancos, peña tomando algo en las terrazas, es como un pueblo”. Entre sus vecinos se encuentran una conocida actriz de televisión que prefiere no dar su nombre y Alberto López, trabajador de una entidad bancaria de 38 años que vive con su mujer, abogada, y sus dos hijos pequeño.
Viven, en todo caso, alejados del Vallecas de raigambre, el colaborativo, ese en el que “todos se llaman por su nombre y se juntan para hacer cosas y reivindicar, como en ningún otro barrio de Madrid”, como define Paco Pérez, alma máter de Tele K, la televisión local que lleva emitiendo desde hace más de 10 años. “Vallecas es el primer barrio de Madrid que tuvo una asociación vecinal, una radio y una tele local. Es, posiblemente, la zona con más asociaciones de participación ciudadana”, dice este periodista de 50 años.
Un lugar en el que todos están dispuestos a arrimar el hombro por la comunidad. Como en la librería La Esquina del Zorro, que hace mucho más que vender libros. “Quien quiera venir a presentar su novela, recitar poemas, dar una charla sobre esoterismo, tocar en directo su último disco o lo que se le ocurra tiene nuestro local a su disposición”, dice Begoña, de 38 años, que se mudó a Vallecas desde Cuatro Caminos con Jorge, un año menor, para levantar el negocio. “Veníamos a este barrio todos los fines de semana porque este es la cuna del rock, el punk y el heavy, y nos encanta la música. Siempre quisimos vivir aquí, este es nuestro lugar”, afirma convencida.
Ella y su socio representan lo que es el distrito de Vallecas hoy en día, la zona más poblada de Madrid y al mismo tiempo la más cohesionada. Un lugar en el que ser vallecano significa mucho más que un mero gentilicio: como definía Sarmiento, “Vallecas es una actitud”.
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