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Historia de dos pistas

Las diferentes propuestas del Gran Circo Mundial y el Cirque du Soleil coinciden en Bilbao

Eneko Ruiz Jiménez
La carpa del Gran Circo Mundial en Bilbao.
La carpa del Gran Circo Mundial en Bilbao.Fernando Domingo-Aldama

Los niños se agolpan en la cola para entrar al circo una hora antes de que abra sus puertas. Aimar y Asier, de cinco años, son gemelos y vienen al Gran Circo Mundial a ver “todos los animales” que puedan: leones, elefantes e incluso un ligre, la mezcla de un león con un tigre. A María Jesús, una veterana de todas las Aste Nagusias, la acompañan sus cuatro nietos. La carpa blanca se ha convertido en una tradición que lleva 25 años recalando en fiestas. “Algunos venían de niños y ahora traen a sus hijos”, comenta su director, José María González Villa.

Este año, sin embargo, las alturas de Bilbao han alojado una propuesta alternativa. El Circo del Sol ha escogido también las fiestas para dar una opción circense al público que ya no se siente identificado por el espectáculo clásico.

Algunos tacones, trajes largos, muchas parejas y algún que otro niño. La subida hasta el Bizkaia Arena, en Miribilla, para ver el Cirque du Soleil es más tranquila y ordenada. Su espectáculo para la semana de fiestas, Dralion, no cuenta con carpa ni grandes carteles, solo un prestigio con el que juega su nombre. “Venimos porque nos lo han recomendado. Dicen que es espectacular”, comentan Edurne y Maribel, madre e hija, que llevan décadas sin pisar un circo.

"No suponen competencia. Las familias nos eligen”, dicen en el Mundial

Muchos vienen por recomendación, pero el Circo del Sol se ha ganado en Bilbao un público fiel. “Es del siglo XXI. El otro no ha sabido adaptarse y ha quedado rancio y triste”, asegura Iñigo, un padre que ha visto hasta en seis espectáculos del Soleil —casi siempre con invitación—, y que destaca, además de las acrobacias, la música, la luz o los trajes. Su prestigio, reconoce, tiene un punto de atractivo social, es algo que “cuentas a los amigos que has visto”.

Además de su apuesta por el arte escénico, una de las particularidades de este espectáculo canadiense nacido en los años 80 fue la determinación tomada desde el principio de no utilizar animales. Una seña de identidad por la que consiguió el beneplácito de los sectores animalistas, colectivo que lleva unos años tratando de llamar la atención también en Bilbao del “esclavismo” que supone el circo tradicional. Su manifestación, sin embargo, no consigue atraer a tanta gente como la antitaurina, ya instaurada en las fiestas. “Venimos todos los años, pero si lo piensas te lo llegas a plantear”, comenta Roberto, un abuelo que acompaña a sus nietos al Mundial.

Este año, los colectivos por los derechos de los animales han pintado y roto los carteles —multiplicados por toda la ciudad— en señal de protesta. “Siempre que veo algún anti-animalista, le invito a acompañarme para enseñarle cómo tratamos a los animales, pero todavía no ha venido ninguno”, protesta González, que asegura que las criaturas son como de su familia: “Los elefantes han sido cuidados por cuatro generaciones”.

El show canadiense ha recibido el beneplácito del colectivo animalista

El director, además, no contempla un circo sin ellos: “Son los fundadores de la pista, el sistema, su lona… El espectáculo puro lo definió en el siglo XVII la elegancia de los caballos y luego se fueron sumando el resto”, defiende González.

“Un circo sin fieras es descafeinado, y podría llamarse de cualquier otra manera”. El veterano director, que lleva recalando en Bilbao desde hace dos décadas, no cree, aun así, que el Soleil suponga una competencia, y lo constata con un crecimiento del 2% en la recaudación respecto al año pasado. “Hemos coincidido en Madrid y Zaragoza y tenemos otro público. Allí van ejecutivos o gente que puede pagar precios mayores. Con 90 euros viene toda una familia al Mundial. El circo es para niños de uno a 99 años”.

“Aquí venimos las jubiladas”, bromean Aurora y Conchi a la entrada del Soleil: “Es normal que el circo con animales atraiga más a los niños. Es activo, divertido y simple. El lenguaje aquí es más complicado de entender”.

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Sobre la firma

Eneko Ruiz Jiménez
Se ha pasado años capeando fuegos en el equipo de redes sociales de EL PAÍS y ahora se dedica a hablar de cine, series, cómics y lo que se le ponga por medio desde la sección de Cultura. No sabe montar en bicicleta.

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