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Los santuarios del cacique caído

Bustos, calles, plazas, polideportivos, piscinas y hasta un puente honran en Ourense el nombre de José Luis Baltar, condenado por prevaricación

Busto de José Luis Baltar en el municipio de Vilamartín de Valdeorras
Busto de José Luis Baltar en el municipio de Vilamartín de Valdeorrasnacho gómez

José Luis Baltar, el “cacique bueno”, ha conseguido el hito de pervivir gozosamente en la memoria histórica de la provincia de Ourense. El exbarón del PP gallego condenado por prevaricación se ha trascendido a sí mismo. Y no porque hubiera testado a favor de su primogénito, a quien legó en dos golpes de mano todos sus cargos políticos e institucionales mientras cerraba su jubilación. La práctica del enchufismo que el extodopoderoso fundador de la dinastía reconoció sin complejos hace un mes ante la jueza que lo ha condenado, ha hecho de determinados municipios ourensanos un santuario del baltarismo. Entre favor y favor institucional a los municipios del PP, el fundador de la dinastía quedó vinculado a la toponimia del callejero rural y de distintas infraestructuras así como al privilegio de ser hijo (adoptivo o predilecto) de ayuntamientos gobernados por sus alcaldes más incondicionales. Eso, sin contar con los dos bustos esculpidos en sendas moles de piedra (uno ya retirado) desde los que el egregio expresidente ourensano mira al vacío de la desindustrializada provincia que lo aclama.

 José Luis Baltar Pumar no es solo el nombre del cacique ourensano que delinquió al enchufar a 104 personas coincidiendo con el congreso provincial del PP que consumó la sucesión dinástica en su hijo en dura pugna con otro candidato patrocinado por la dirección gallega del partido. José Luis Baltar Pumar es también el nombre de una piscina, el de un polideportivo y el de la plaza principal del Ayuntamiento que lo vio nacer, Esgos, y en el que es teniente de alcalde su hijo-sucesor. Y por los pelos no es también el nombre del parque empresarial de Luintra, la capitalidad del Ayuntamiento de Nogueira de Ramuín, donde el expresidente se forjó como alcalde en la política. El primero de febrero de 2012 —apenas unos días después de que Baltar cediera la Diputación a su primogénito culminando todo el traspaso de poderes— la junta directiva de la Asociación de Empresarios de Nogueira dio un paso al frente y aprobó por unanimidad bautizar con el nombre de Baltar el futuro polígono industrial. Los empresarios querían rendir tributo al expresidente por “todo el trabajo, preocupaciones y sacrificio” invertidos de forma “incansable” por el desarrollo “económico, cultural, social y turístico” del pueblo, uno de los que más empleados ha aportado, junto con el de Esgos, a la Diputación Provincial, según las listas de enchufados que ha manejado estos años la oposición.

Diez meses después de aquella propuesta de los empresarios locales, el consejo de administración de Urbaourense, la empresa pública creada por el propio Baltar desde la Diputación y que hizo aguas tras acumular en ese mismo 2012 una deuda de más de 300.000 euros, firmaba el último acuerdo antes de aprobar el cese definitivo de su actividad: contratar al constructor y exalcalde del PP en el municipio de Maside Benigno Álvarez las obras de refuerzo del firme del futuro parque empresarial José Luis Baltar por 34.810 euros. Los 31.000 metros cuadrados del recinto industrial que habría de rememorar el gran esfuerzo del exbarón se pudren ahora bajo la maleza. El polígono industrial no llegó a estrenarse, por eso no tiene nombre.

Sí lo tiene, el del cacique, la plaza del Ayuntamiento de Os Blancos. Y el polideportivo de ese mismo municipio. Y también una de sus calles. Lo decidió otro entregado exalcalde del PP, José Antonio Rodríguez Ferreiro, que tras proclamar una religiosa devoción por el jefe político (“Solo creo en Dios, en la Virgen María y en Baltar”, proclamó para la posteridad) dio con sus huesos en la cárcel para cumplir una condena por prevaricación, falsedad y malversación de caudales públicos: había sustraído 240.000 euros de las arcas municipales. Rodríguez Ferreiro dejó el Ayuntamiento en bancarrota y el busto de Baltar presidiendo la plaza principal del mismo nombre. Diez años se mantuvo el monolito con el rostro severo del presidente mirando al horizonte, hasta que unos operarios municipales la retiraron en 2006 —después de que la Audiencia Provincial condenase en firme al exalcalde— tras la insistencia del grupo del PSOE en la Diputación: los socialistas consideraban una aberración tamaña ofrenda.

Pero Baltar tiene igualmente su busto, aparte del que se llevó a su casa, agasajo de los 3.500 adeptos y empleados de la institución provincial que con motivo de su jubilación le rindieron homenaje en un acto encabezado por el presidente de la Xunta. Su imagen labrada en piedra permanece en el recinto ajardinado de la Fundación Valdegodos, un grupo empresarial dedicado a la gestión de asilos en Galicia y Canarias y creada por otro sonado forofo del baltarismo y alcalde del PP durante casi cuatro décadas del Ayuntamiento de Vilamartín de Valdeorras, Manuel Candal, fallecido en 2009. Su hija, también del PP, lo sucedió en la alcaldía. A la empresa de los Candal, Baltar le financió desde la institución provincial un asilo ilegal —la Agencia de Protección de la Legalidad Urbanística ordenó su demolición— en el municipio de otro baltarista, Francisco Rodríguez, regidor de Chandrexa de Queixa.

Al primero de los Candal le pareció algo escaso honrar a su jefe político inmortalizando su imagen en el recinto empresarial, así que desde la alcaldía que presidía le impuso también el nombre del expresidente a una gran infraestructura pública, el puente José Luis Baltar Pumar, que costó dos millones de euros y tiene un tráfico simbólico: apenas da servicio a los 15 vecinos de la aldea valdeorresa de Arnado.

Pero el cacique se perpetúa también en la provincia a través de algunos ayuntamientos que lo proclamaron hijo predilecto o adoptivo. El primer honor lo tiene en su pueblo natal de Esgos desde 1997. El segundo, en el Ayuntamiento de Melón, a través de otro forofo del baltarismo, Alberto Pardellas, condenado también a una inhabilitación por prevaricación y sucedido en la alcaldía por su mujer, ahora imputada. Pardellas le quiso rendir tributo a su líder en la Festa da Mata do Porco de 2010. Antes de entregarse a la empanada de zorza, rabo con aceite y pimentón y filloas de sangre, el entonces alcalde le dio la llave de oro del pueblo a su mentor y lo nombró hijo adoptivo de Melón. Baltar acababa de cederle al Ayuntamiento, tras adquirirlo la Diputación, el monasterio cisterciense de Santa María, declarado Bien de Interés Cultural, a cuyo lado el exregidor se empecinó en levantar un polideportivo desoyendo todos los informes técnicos.

Como los empresarios de Luíntra, como los Candal, como el exalcalde malversador de Os Blancos, como el regidor de Esgos, el exdirigente prevaricador de Melón quiso rendirle también tributo al “cacique bueno” por la “sensibilidad” demostrada con su Ayuntamiento. El mismo al que el benefactor, respaldado por la Xunta, prometió en la precampaña electoral de 2011 la instalación de una nave de la firma británica Xero en la que se habría de construir un coche eléctrico. El automóvil iba a llamarse Baltarcito, según afirmó en su día entre risas el expresidente, Pero se quedó también sin nombre bajo la maleza: el proyecto solo era aire.

La toponimia baltarista pervive gozosamente en la provincia. Incluso después de Baltar. Incluso después de que su hijo-sucesor aprobase un código ético que no castiga la corrupción pero que prohíbe la inscripción de nombres de políticos en placas inaugurales, por más que él mismo cuente ya con el suyo en una que luce desde hace unos meses en un centro social en el municipio, también muy baltarista, de Monterrei.

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