La última misión de Anacleto
Imanol Arias y Quim Gutiérrez protagonizan la adaptación cinematográfica del personaje de Vázquez que dirige Javier Ruiz Caldera
El vestíbulo del Palacio de Congresos de la Fira de Montjuïc amaneció un día de finales de julio lleno de la fauna característica de una estación de trenes: mochileros, familias con maletas a conjunto, parejas haciéndose selfies. No se iban a ninguna parte: el único raíl cercano era el que sujetaba una de las muchas cámaras presentes y ellos eran figurantes de la última gran producción de Javier Ruiz Caldera (Barcelona, 1976), una “comedia de acción” que traslada a la gran pantalla las peripecias de Anacleto, agente secreto, el patoso y entrañable espía creado por Manuel Vázquez Gallego, Vázquez.La secuencia se repitió incontables veces: los presentes, presas del pánico, echaban a correr sin ton ni son mientras en el centro los actores Quim Gutiérrez y Alexandra Giménez se desgañitaban a la espera de que llegara Anacleto, personificado en un canoso Imanol Arias, a resolver la situación. “¡Es importante que nadie se ría! ¡Hay pánico!”, recordaba entre toma y toma un técnico del rodaje. Aquel día se filmaba una de las últimas escenas de la película, cuyo rodaje se centra mayormente en Barcelona y que llegará a salas el 10 de abril de 2015.
No era tarea fácil trasladar al cine la idiosincrasia del universo Anacleto, parodia de las películas de espías e hijo pródigo de la Editorial Bruguera. Ruiz Caldera se propuso hacerlo respetando en la medida de lo posible la coherencia temporal, intentando no decepcionar a los lectores del cómic y a la vez resultar atractivo para quienes no le conocían. “No podía situar al Anacleto de los años sesenta caminando por la Barcelona del siglo XXI”, razonaba el director durante la breve pausa para la comida, al ser abordado por un grupo de periodistas. Según esta nueva versión cinematográfica, el mítico agente secreto de Vázquez sería hoy un anciano refunfuñón de tupé canoso, víctima de la crisis, melancólico de tiempos mejores para su profesión; sólo se mantendrían su cigarrillo, perennemente colgando de una comisura, y su obsesión por su archienemigo, “el malvado Vázquez”.
“Se trata de un Anacleto otoñal. Está al final de su vida profesional y siente nostalgia de cómo se trabajaba antes”, definía Arias, cuyo parecido con el personaje se acentuó al encenderse un cigarrillo, antes de volver al set. Además de retirado y resentido, el ex espía mantiene una relación pésima con su hijo Adolfo (Quim Gutiérrez), un anodino vigilante de seguridad que ignora la identidad de su padre y cree que siempre ha sido un simple payés. Para más desgracia, a Adolfo le ha dejado su novia (Alexandra Jiménez), quien a su vez es la hermana de su jefe, un friki de las películas de acción interpretado por Berto Romero. El pasado regresará en tromba cuando Vázquez se proponga vengarse de Anacleto, quien le encerró años atrás en “una cárcel cerda, asquerosa, inmunda y apartada del mundo”, y padre e hijo se verán obligados a compartir aventuras. “La química paternofilial es un elemento clave de la trama”, reveló el director.
El protagonista de la perenne Cuéntame reconoce que tuvo que ponerse las pilas para aguantar el trote del film, que no escatima en explosiones, persecuciones y tiroteos: “tuve que aprender de artes marciales, saltos aéreos, disparo de armas. Quim me llama cada día a las 5 para salir a correr”. Gutiérrez, por su parte, admite no haber sido lector de Anacleto en la infancia; “soy más de la generación de Tintín y Astérix y Obélix”, reflexionó, apurando el café antes de volver a la estación a dejarse la voz. Aun así, el actor catalán emprendió con ganas el reto de protagonizar una “comedia gamberra”, género poco explorado que le permitía trabajar su faceta de actor cómico y sentirse al mismo tiempo “igual que Jet Li”.
La primera aparición de Anacleto, en la revista Pulgarcito, data de diciembre de 1964. Para aquel entonces sus historietas se limitaban a una página monocolor, en las que el espía trataba de interceptar documentos secretísimos mientras éstos eran trasladados del Ministerio de Cosas Secretas a la Embajada de los Buenos. Sus resultados eran en general catastróficos y despertaban la ira del jefe. Cuarenta años después, Anacleto sigue siendo aquel agente obstinado y “sin miedo a la muerte”, así lo sentenció Arias, quien tras apagar su cigarro se dispuso a regresar al rodaje y, ya convertido en Anacleto, pasar a la acción.
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