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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La patronal ha dicho la suya

Si en algo estamos de acuerdo todos los valencianos es que este país nuestro está hecho unos zorros

Si en algo estamos de acuerdo todos los valencianos entre el Senia y el Segura, como ha tiempo se decía, es que este país nuestro está hecho unos zorros, una calamidad deprimente y, lo que es peor, al final del túnel no se atisba otra luz que no sea la intervención —ya en marcha, por cierto— de nuestras cuentas por parte del Estado debido a la quiebra financiera que nos asfixia, así como a la incompetencia y despilfarros de los sucesivos gobiernos autonómicos del PP. No todos, pero sí la mayoría de los ciudadanos, como delatan las encuestas, creen asimismo que el actual partido gobernante está más quemado que la pipa de Popeye y, además de carecer de proyecto y de recursos, no tiene tampoco crédito ni fuerza política para recabarlos. El panorama no puede ser más desolador.

La gravedad del trance explica que el empresariado haya salido corporativamente a la palestra para denunciar sin ambages la marginación financiera en que se nos tiene, incluso el humillante “ninguneo” con que el Gobierno central nos castiga, al tiempo que se reclaman inversiones en infraestructuras, cuyo déficit se cuantifica en 6.500 millones, que no es moco de pavo. Una reclamación que, con un tono más o menos subido, ya nos suena a cantinela. Lo singular en esta oportunidad es que, al parecer, la patronal no ha contado con el Consell para exponer su reivindicación, a la que el presidente Alberto Fabra —pelillos a la mar— se ha adherido, a pesar del larvado, o no tan larvado reproche que ha tenido que encajar. A los catalanes —se le ha dicho— hay que cuidarlos, son nuestros mejores proveedores y clientes. No jodamos pues la marrana sacando a pasear de nuevo el obsoleto “espantajo” del catalanismo, como lo describe del dirigente de Compromís, Enric Morera.

¿Y ahora, qué? Pues ahora a esperar que los ministros concernidos —los de Hacienda y Fomento— se dignen a recibir a la embajada suplicante valenciana que ha pedido audiencia. Hasta es posible que el señor de los dineros, Cristóbal Montoro, se muestre dadivoso, de ser verdad —según él dice— que la economía española ya ha irrumpido en su “círculo virtuoso”, un acertijo que hemos de interpretar como la superación de la crisis que nos viene machacando tan rudamente por estos pagos. Todo es cuestión de echarle altas dosis de fe, lo que se compadece mal con el habitual pragmatismo de los hombres de empresa y con la realidad doméstica que nos acosa. En todo caso, confiemos en que el encuentro se celebre y no se resuelva, como días atrás aconteció, enviando desde Madrid a un subalterno ministerial para templar gaitas e incluso pegar un chorreo a los mendicantes de la Generalitat.

No obstante las referidas cautelas hemos de valorar positivamente esta iniciativa patronal que viene a colmar en lo posible el vacío de un gobierno inoperante y sin peso en las crujías madrileñas donde tenemos la impresión de que ya ni se le escucha desde que dan por perdido el llamado granero valenciano de votos populares. Aunque resulte obvio que los empresarios se movilizan por su interés gremial, algunos beneficios de las posibles inversiones que se nos concedan alcanzarán en forma de salarios al ingente censo de desempleados. Al filo de lo dicho se nos ocurre que, pensando en su propio interés, este empresariado también hubiera podido romper en su día una lanza para salvar las inversiones de la Generalitat en la enseñanza e investigación, tan castigadas por este PP manirroto.

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