Algodonoso Cotino
¿Y por qué debería dimitir el señor Cotino, que tantos bienes ha deparado a esta Comunidad?
Para empezar, el seu posat es el de buen hombre de campo que pastorea a las ovejas, que come queso de oveja y que asiste a la misa diaria del párroco rural engullendo una hostia de oveja previamente bendecida por el señor de las ovejas, aunque en su vejez le haya dado por el cultivo de los sedosos caquis por ver de espantar a la abejas o acaso a las avispas que le rondan sin descanso. Pero este capullo de seda ya solo aspira a convertirse en un anciano decoroso al que sus nietos adoren, sus yernos respeten y los amigos no se espanten ante su apariencia engañosamente laica de obispo retirado. Pero sucede que los hábitos, alcanzada cierta edad, no desaparecen así como así, de manera que si la última entrega de este hombre en favor de la felicidad pública es la de presidente de las Cortes Valencianas, allí que seguirá con la pertinacia de los iluminados hasta que la obra de Dios decida que esa afición al pastoreo ha cumplido ya su provechoso ciclo.
La pregunta acerca de para quién ha sido provechoso el señor Cotino es de muy mala educación, salvo en lo que se refiere a su familia y otros allegados, ya que a este nuevo Juan el Bautista, al que tal vez le viene grande la cabeza sin disponer de una Salomé a mano (Mónica Oltra no parece muy aficionada a resolver problemas tan a la ligera), no ha dejado jamás de hacer favores a las personas o personajes que pululaban a su alrededor, ya se tratara de sus funciones como concejal del ayuntamiento de Valencia, a las órdenes fingidas de Rita Barberá, como jefe nacional de Policía (ahí es nada), o como simple paseante que hace camino al andar, si bien, al contrario de lo que decía el poeta, este caminante conocía muy bien el camino que lo devolvió a esta bella ciudad para presidir el Parlamento valenciano, después de que Milagrosa Martínez (los nombres de pila –de pila de bautismo, claro- acaban por no ser aleatorios ni simple capricho de los padres) tuviera que dejar tan sustancioso empleo para escapar a un par de melindrosas acusaciones de sus enemigos, probablemente ateos de ejercicio más que de condición.
Como es lógico en esa clase de menesteres, y con mayor razón viniendo de quien vienen, el señor Cotino es muy caritativo, pese a que su mano derecha sabe de sobra lo que hace su mano izquierda. Y así es como con la derecha se dedica a negocios que bien podrían sonrojar a una persona fundamentalmente honrada según los oscuros preceptos de su rama eclesiástica, y con la izquierda desliza algunos euros a la mayor gloria de la actitud caritativa, que también consta en sus firmes principios, de modo que nos encontramos ante esa especie de esquizofrenia de un Robin Hood pero a la inversa, ya que Cotino se ha enriquecido con sus amaños y con los de sus compinches, familiares o no, porque lo que importa del gato no es que sea blanco o negro, sino que sepa como esquilmar a los ratones. ¿Subirá a los cielos este hombre? Depende de la subida en Bolsa de las nubes.
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