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Fabra agita el peligro inexistente

El presidente valenciano, pese al carácter residual del independentismo, lanza una campaña anticatalanista para movilizar al votante abstencionista del PP

El presidente de la Generalitat valenciana, Alberto Fabra, se presentó la semana pasada como muro de contención del independentismo en su comunidad. Lo hizo en una conferencia de la FAES, en presencia del José María Aznar y Esperanza Aguirre, para reivindicar una mayor financiación y advertir al Gobierno que, si no se corrige la situación, la alternativa en las próximas elecciones autonómicas será un tripartito de izquierdas —el PSPV-PSOE, Esquerra Unida del País Valencià y Compromís— que avala las tesis soberanistas de Cataluña. “Si dejamos de ser un dique de contención a la expansión independentista, y la Comunidad Valenciana se inunda de la inestabilidad política, social y económica que supondría la entrada de un Gobierno tripartito de izquierdas y procatalanista, esto no sólo afectaría al arco mediterráneo, sino a toda España y en alguna medida a Europa”, avisó Fabra.

Sin embargo, el independentismo en la Comunidad Valenciana como opción política es residual, posición de la que no ha salido desde hace décadas. En el último barómetro del Gobierno valenciano, tan solo un 2% afirma sentirse “sólo valenciano”, frente a casi un 30% que admite que su sentimiento de españolidad está por delante de la valencianidad. Y la gran mayoría, un 58,9% se siente “tan valenciano como español”.

En términos electorales, la única opción que defiende un proyecto soberanista ligado a Cataluña, Esquerra Republicana del País Valencià, lleva años con dificultades para superar los 10.000 votos, sin importar la convocatoria electoral de la que se trate. En las últimas elecciones europeas, Esquerra Republicana obtuvo en la Comunidad Valenciana 8.082 sufragios (0,46%), más incluso que en las generales de 2011 (7.450 papeletas y el 0,29%) y sólo unos pocos menos que en las autonómicas del mismo año, en las que obtuvo 11.129 votos (0,47%) y quedó por detrás de formaciones ultras como España 2000.

La Generalitat acusa de injerencia estatutaria al Gobierno catalán

Entonces, ¿por qué alertó el presidente valenciano en Madrid del riesgo de un tripartito de izquierdas y soberanista? Fundamentalmente por dos razones, para advertir al Gobierno de Mariano Rajoy y al PP del deterioro electoral que sufre por el problema de la infrafinanciación y para intentar movilizar a parte del electorado popular que en las pasadas elecciones europeas optó por la abstención. Dos piezas sin las que Fabra y su entorno dan por perdida la Generalitat.

El viernes pasado, el Consell de la Generalitat que preside Fabra remitió una carta al Gobierno catalán acusándole de injerencia institucional —igual que hizo Francisco Camps en la última legislatura como maniobra de distracción frente a los escándalos de corrupción de Gürtel— por una relación de “noticias, reseñas de libros, folletos o los pronósticos meteorológicos del MeteoCat en los que la Comunidad Valenciana se incorpora a unos ficticios e irreales Países Catalanes en un dominio lingüístico que carece de uniformidad y de unidad”. Y esta misma semana, los populares valencianos llevarán a los Ayuntamientos una moción de rechazo a las injerencias de Cataluña “en la autonomía y en las señas de identidad de los valencianos”.

Todo ello sin dejar de redoblar los ataques contra el PSPV-PSOE y su secretario general, Ximo Puig, al que acusan sin fundamento de independentista o de estar en manos de la izquierda radical. Una manifestación sorprendente, sobre todo, porque Puig y el PSPV han avalado las tesis federalistas aprobadas por el PSOE e impulsadas en su momento por Alfredo Pérez Rubalcaba y el también dimitido líder del PSC Pere Navarro.

Los soberanistas apenas cosechan 10.000 votos en territorio valenciano

Para la oposición, la ofensiva anticatalanista del PP valenciano es una mera cortina de humo para ocultar los escándalos de corrupción y la falta de interlocución de Fabra con el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. Y también una manera de soslayar un componente que, paradójicamente, agrava las expectativas electorales de los populares. El cierre de Canal 9 —el único canal de ámbito autonómico en lengua autóctona— y la falta de atención al fomento del valenciano se han convertido en un elemento bumerán para el Ejecutivo de Fabra.

Las consecuencias de la clausura de Ràdio Televisió Valenciana (RTVV) hay que buscarlas, fundamentalmente, en el electorado regionalista del PP. Unos votantes que en la década de los 90 dieron un notable apoyo electoral a Unión Valenciana, un partido que facilitó la llegada al poder de Rita Barberá en el Ayuntamiento de Valencia (1991) y de Eduardo Zaplana a la Generalitat (1995) y que gradualmente fueron absorbidos por el PP de la Comunidad Valenciana. Sin embargo, para este segmento del electorado, Canal 9 representaba parte de sus señas de identidad, a pesar de que tampoco sirvió para frenar el deterioro en el uso social del valenciano, y ahora se sienten disgustados por la decisión de Fabra. Desde 2009 no se realizan estadísticas sobre el uso de la lengua cooficial pero ese año el porcentaje de ciudadanos que comprendían el valenciano ya había disminuido cinco puntos respecto a 2004. Ahora, altos cargos del PP valenciano admiten en privado que el cierre de Canal 9 fue un error que tiene consecuencias y dificulta la proyección de Fabra. Así que la solución ha sido una nueva ofensiva anticatalanista.

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