Cotino y la ilusión óptica
Fabra dice que exigirá la dimisión del presidente de las Cortes si es imputado mientras el Consell defiende la presunción de inocencia
Las líneas rojas contra la corrupción del presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, han terminado por convertirse en una ilusión óptica. El jefe del Consell, que ha aprendido a actúar en función del contexto, la potencia del foco, el objeto iluminado y la evolución de los escándalos, ha asegurado hoy en Madrid que será "muy tajante e inflexible" con el presidente de las Cortes, Juan Cotino, y le pedirá la dimisión si resulta imputado en alguno de los escándalos de corrupción con los que aparece relacionado. La contundencia, probablemente, no se explica sin las palabras de elogio de Esperanza Aguirre que esta mañana ha presentado al presidente valenciano como un ejemplo hiperbólico de "firmeza de convicciones, energía política y tacto para devolver al Partido Popular valenciano el prestigio y la buena imagen que los corruptos han manchado".
El problema estriba en que las líneas rojas de Fabra son discontínuas. El viernes pasado, la consejera portavoz, María José Català, dijo que si ella fuese Cotino presentaría su dimisión al presidente de la Generalitat si se viese mencionada, en los términos en los que aparece el presidente de las Cortes, en las conversaciones intervenidas a los imputados de los casos Gürtel, Bárcenas y Brugal.
El pasado lunes, el propio Fabra ya avanzó, casi con las mismas palabras que hoy, que reclamará la dimisión de Cotino si es imputado por corrupción. Pero el presidente de las Cortes, lejos de achantarse, indicó que no le hace falta más apoyo que el suyo y que abandonará su cargo tal y como tiene decidido, probablemente tras cumplir los 65 años el próximo mes de enero. "Nada ha variado", insistió Cotino pese a la publicación de distintas conversaciones telefónicas que ponen en entredicho su dilatada gestión en el Gobierno valenciano. La alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, no dudó en respaldar a Cotino públicamente.
Al día siguiente, martes, la contundencia del Consell se transformó en prudencia cuando la consejera portavoz, María José Català, y la número dos del PP valenciano, Isabel Bonig, pusieron por delante la presunción de inocencia y reclamaron que no se hagan juicios paralelos con el presidente del Parlamento.
Esta mañana, el presidente de las Cortes, mientras Fabra sacaba pecho en Madrid ante los dirigentes de FAES, insistía: "¿Por qué tengo que dimitir? No me lo explico". Y razones no le faltan, porque tan discontinuas son las líneas rojas contra la corrupción, como continua es la línea que une a Fabra con la historia reciente del PP. Con un Cotino que, como Barberá, formó parte del núcleo duro de los Gobiernos de Francisco Camps, que lo nombró presidente de las Cortes dentro de un grupo parlamentario trufado de imputados. Por eso, el presidente de la Camara ahora no acierta a comprender por qué le piden la dimisión sin estar imputado. Sobre todo porque esta es la hora en la que sigue en su puesto el director general de Vaersa, Enrique Simó, imputado por malversación y a las órdenes de la número dos del PP y consejera de Infraestructuras, Isabel Bonig.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.