La Reina Malú
La cantante descarga toda su munición en la plaza de toros de Valencia
Unas horas antes del inicio del centenario de la Primera Guerra Mundial, la cantante Malú abría fuego y descargaba toda su munición musical en la Plaza de Toros de Valencia con la gira Malú Tour Sí donde presentaba las canciones de su último disco. Solamente viendo el aspecto que presentaba la calle Xàtiva y alrededores unas horas antes del concierto la noche se anunciaba cargada de promesas, encendida de emociones. Y estas se cumplieron y a juzgar por el vis-à-vis entre público y escenario, al cien por cien y con creces. Ni una sola de las canciones dejó de ser coreadas y cantadas por el público donde se mezclaban padres e hijos, niñas pijas de colegio de monjas y jovencitas aguerridas desembarcadas de la periferia. Un público transversal que diríamos que compone a fin de cuentas eso que llamamos la cultura mainstream, ese término con el que a veces los informadores nos llenamos la boca y que es capaz de poner el cartel de “no hay localidades” y de vender un buen puñado de discos en estos tiempos convulsos y mutantes para la música.
Malú Tour. Plaza de Toros. Valencia. 27 de junio.
Cantante popular y de éxito, Malú se encuentra en un tiempo dulce de su carrera, quizás en estos momentos, en esa primera división femenina, sólo Luz Casal concita esa complicidad, entrega y respuesta popular en los diferentes escenarios. Un reconocimiento, en el caso de Malú, al que no son ajenos esos vasos comunicantes entre televisión y música, con la cantante participando en algunos de los programas más populares de “caza talentos” y futuras estrellas que le ha suministrado ese bonus track de estrellato familiar. De artista próxima, alejada de divismos y artificios, que no esconde sus emociones y sus lágrimas delante de las cámaras. Una estrella de carne y hueso para la velada doméstica.
Malú se paseó a lo largo de las dos horas de concierto con la fuerza y la elegancia de una pantera imperial. Para su primera salida, un vestuario que hasta hubiera firmado el mismísimo Bob Mackie, el diseñador de Cher, para luego dar paso a una vigorosa amazona a caballo entre el pop-rock y la balada romántica que tiende puentes entre ambos lados del Océano Atlántico. Resultaba curioso ver a niñas de diez o doce años cantando algunas de las letras cargadas de sensualidad, de sentimientos desahuciados y reivindicaciones femeninas frente a los agravios del amor masculino. En el concierto no faltaron algunos de los clásicos que han forjado la carrera de la cantante como ese Aprendiz, en la tanda de las propinas, cantado “a pelo” con la intérprete poniendo toda la carne en el asador o Blanco y negro convertida ya en himno y cantada en fraternidad universal.
Como no somos futurólogos ni tampoco Sandro Rey, no sabemos que caminos musicales futuros le esperan a la vuelta de la esquina o dentro de dos años, pero todas las puertas están abiertas. Malú debería mirar otros horizontes, ya lo ha hecho, ya sea cantando copla o bolero y con certificado de excelencia. Buscar autores, creadores, que le posibiliten abrirse a otros mundos, a otras emociones y sensibilidades. Está llegando a su madurez y se puede permitir el lujo de adentrarse en otros campos, por encima de las servidumbres discográficas, más allá de ese pop mainstream, también existe vida y música. No me resigno a imaginarme un futuro, no muy lejano, un álbum de canciones, ya sea firmado por el maestro Manuel Alejandro—en el recuerdo está su colaboración con Marisol /Háblame del mar, marinero-o con el nuevo príncipe, todavía por descubrir, de la canción de autor. El reinado de la Reina Malú de momento no tiene fecha de abdicación.
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