Malasaña sin bolardos
El actor valenciano rememora sus primeros pasos por la ciudad, que ahora disfruta entre libros o tiendas de barrio
1. Bar Jandro. Conozco al dueño desde hace diez años por su otro bar, La Antorcha. Hace tres montó este y me encanta que te trate como si fueras su hermano. No importa a qué hora le llames ni a quién mande: se ocupa de todo dando ejemplo de lo que es cuidar a la clientela. Por la noche ponen buena música y el ambiente es muy distendido (Corredera Baja de San Pablo, 18).
2. Teatro Arlequín. En unos días ha cambiado dos veces de nombre: pasó a llamarse La Strada y luego volvió al anterior. La dirección es muy buena y da muchas facilidades para los ensayos. Ahora codirijo junto a Nacho Marraco un número sobre Charlot, el personaje de Chaplin, interpretado por Óscar Redondo (San Bernardo, 5).
3. MI habitación. Paso muchas horas en ella porque es donde estudio. Hay quien elige un bar o un parque para aprenderse los guiones. A mí, que me cuesta mucho concentrarme, me relaja meterme en ella y poner a Lluís Llach, aunque suene catalanista.
4. Las tiendas de Chamberí. Me gusta dar vueltas y ver tiendas "de toda la vida". Ultramarinos, otras que solo venden pollos y huevos, ferreterías de verdad, no como el Ikea o el Leroy Merlín… Me encantan las tiendas de electricidad y las droguerías. En ellas cojo algo y digo "¿para qué me hace falta esto?", pero no puedo evitar entrar.
5. Restaurante My Veg. Es un descubrimiento reciente. Vine con cinco amigas y me gustaron los platos de verdura. La carta es muy divertida, camuflan el vegetarianismo con nombres como "panceta de la huerta". Todo a buen precio (Valverde, 28).
6. El Retiro. He ido más que a la Casa de Campo y está menos masificado. Cuando vivía por la zona me gustaba correr por la mañana, cuando la hierba aún estaba mojada. Y siempre que me paso descubro rincones nuevos (plaza de la Independencia, 7).
7. La silla de Felipe II. Unos amigos tienen una caravana en el camping de El Escorial. Cuando les visito aprovechamos para hacer alguna ruta. El otro día subimos a la silla de Felipe II, que tiene unas vistas alucinantes. Y me encantan las piedras y el camino hasta llegar. Es que soy muy de tierra.
8. Cualquier librería. Me encantan estos comercios por el olor a libros. Casi siempre entro sin intención de comprar, pero el aroma de los libros estimula mi sistema neurológico y me hace apropiarme de algún título. Es como cuando no tienes hambre pero al pasar por delante de un bar piensas "Me voy a hacer unas bravas".
9. Malasaña. Es mi primer recuerdo —primerísimo— de la ciudad, hace unos veinte años. Venía en una furgoneta enorme con todo el equipo para una función con mi ayudante Pedro y me metí por este barrio. Iba atemorizado mientras conducía. Afortunadamente, entonces no había bolardos, porque me hubiera comido alguno que otro. Le pasé el volante a mi amigo y dejé que el resto del viaje fuera sin preocupaciones mirando las callejuelas. Ahora, cada vez que meto el coche por aquí me llevo algún rasguño, de souvenir. Y sigo perdiéndome en la M-30. Cada vez que veo el cartel que pone Todas direcciones pienso: “Pues que pongan cuáles son”.
10. Teatro Alfil. Hay una relación con Imprebís e Yllana muy buena. Es mi casa teatral en Madrid desde hace dos décadas. Recuerdo una noche que todo me salía mal: en una improvisación partí un cubo de plástico y me lesioné el culo y en la siguiente se fue la luz durante 20 minutos justo cuando me tocaba salir a escena (Pez, 10).
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