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A la caza y captura del pederasta

Más de 125 agentes participan en la Operacion Candy para detener a un hombre que ya ha secuestrado a dos niñas en Ciudad Lineal en dos meses

F. Javier Barroso
El padre de la niña secuestrada, delante de su tienda en Ascao.
El padre de la niña secuestrada, delante de su tienda en Ascao.álvaro garcía

La búsqueda del pederasta que ha secuestrado hasta el momento a dos niñas en dos meses en Ciudad Lineal se ha convertido en una prioridad para la policía madrileña. Los responsables de la investigación reconocen que el caso está muy complicado de resolver, sobre todo, por los escasos y contradictorios datos que han aportado tanto las víctimas como los testigos. Los mandos de la Jefatura Superior de Madrid han destinado más de 125 agentes a la llamada Operación Candy (golosina), cuya única misión es capturar al autor de los secuestros antes de que cometa otro.

Una habitación de la Jefatura se ha convertido en el cuartel general de los investigadores. Destacan los mapas que cuelgan de las paredes, algunos números de matrículas y la información que se recibe por doquier de las comisarías y de las brigadas. Cualquier dato, por nimio que pueda parecer, puede convertirse en clave para poner los grilletes a este abusador de menores.

El primer ataque que se le imputa ocurrió el 9 de abril de este año en un parque situado en la calle de Cidamón, cerca de la calle de Arturo Soria. Una niña de nueve años estaba jugando con sus amigas. Fueron a comprar golosinas (de ahí el nombre de la Operación Candy). Se le acercó un hombre y a una de ellas la llamó por su nombre. Le dijo que le tenía que acompañar porque se tenía que probar un vestido y que ya lo sabía su madre. A partir de ahí se dispararon las alarmas. La policía montó un fuerte dispositivo de búsqueda, en especial los de la comisaría de Ciudad Lineal.

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A las cinco horas, la pequeña fue localizada por una mujer en las cercanías del metro de Canillejas, a unos 4,5 kilómetros. La mujer la bajó al metro al verla que deambulaba sin rumbo fijo. Fue trasladada al hospital La Paz, donde quedó ingresada.

El segundo ataque confirmado se produjo el pasado martes, en el barrio de Ascao. El pederasta se acercó a una niña de seis años, de origen chino, cuyos padres tienen una tienda de alimentación en el número 22 de la calle de Luis Ruiz. De nuevo, en el mismo distrito. La pequeña apareció a las cuatro horas en la calle del Jazmín, al otro lado del distrito, a unos siete kilómetros de distancia. También estaba narcotizada.

La policía ha estado tomando declaración a los padres, a los testigos y a cualquier persona que haya podido dar algún dato de este pederasta. Y a partir de ahí llegan las contradicciones. A la policía le salen hasta una decena de perfiles distintos, según las características físicas. Pero solo se ha quedado con tres. Uno de los que más fuerza cobra es que se trata de una persona de mediana edad, alta, delgada y con el pelo canoso. Otro es que se trata de un hombre de estatura baja, ligeramente grueso, posiblemente de origen latinoamericano, y calvo o con el pelo muy corto. El último es todavía más etéreo y podría ser un tipo de estatura media y con acento de los países del Este.

Los investigadores

La policía está haciendo un barrido de todas las denuncias presentadas por casos similares ocurridos en los últimos meses. Hay uno, ocurrido en septiembre de 2013, con algunas características que coinciden con los dos de abril y junio. En ese caso, la menor, de origen latinoamericano y de ocho años, fue secuestrada en Ciudad Lineal y liberada en el de Hortaleza. También estaba drogada. ¿Se trata del mismo caso? “Lo mismo puede ser que sí como que no. Hay algunos datos que coinciden, pero otros no encajan. Entre otros que no llevó a la niña a ninguna casa y que la descripción no coincide en parte con lo que tenemos hasta ahora”, concluyen fuentes policiales.

Las investigaciones la llevan un grupo del Servicio de Atención a la Familia (SAF), formado por ocho agentes, que se dedican en exclusiva a este caso. Están reforzados por cuatro agentes por comisaría (19 de distrito en la capital y 12 en la periferia), lo que arroja más de 125 funcionarios a la caza de este pederasta. A ellos se unen todos los radiopatrullas que circulan por la región y cuya misión es identificar a toda persona que les resulte sospechosa. “Una pena es que no se pueda elaborar un retrato robot más o menos fiable con los datos aportados. Eso nos ayudaría a tener una pista por la que tirar. Al ser niñas de poca edad y estar drogadas, se les borran los recuerdos”, añaden fuentes de la investigación.

Los datos contradictorios de víctimas y testigos dificultan el avance

La forma de actuar siempre es la misma. Se gana la confianza de la niña, a la que llama por su nombre, y la monta en su coche. Las retiene cuatro o cinco horas y las abandona en punto alejados y sin que haya casi gente. En un principio, el coche se había convertido en una baza importante. Todos coinciden en que es pequeño, pero por no coincidir no se ponen de acuerdo ni en el color. Ha pasado de blanco a gris oscuro, e incluso rojo llamativo. Otra pista que no lleva a ninguna parte.

El tiempo que retiene a las niñas es suficiente para llevarlas a cualquier punto de la región. Son cuatro o cinco horas y parte de un distrito que tiene muy buenas comunicaciones. Cerca están la M-30, la M-40, la autovía de Barcelona (A-2) y la de Valencia (A-3), además de autopista de peaje. La policía haya centrado sus pesquisas en el corredor del Henares, al haber barrido de arriba abajo Ciudad Lineal. Si esta zona de Torrejón, Alcalá, Coslada y San Fernando no da resultado, el radio se ampliará. También dependerá de las informaciones que vayan surgiendo. “Puede subirla al coche y moverse a su antojo a cualquier zona, alejada o no, y sin levantar ninguna sospecha”, recuerdan las fuentes. Otras piensan que lo lógico sería que no se arriesgara y el trayecto fuera corto.

El acento del pederasta también es un aspecto que está viendo la policía. Una de las víctimas ha afirmado que el hombre “hablaba raro”, pero no ha sabido explicar si se trata de un acento de español especial (andaluz, gallego,...) o de un extranjero que pronuncia mal el castellano.

La policía cree que el autor no tiene cómplices y que no planifica los secuestros con una vigilancia previa de sus víctimas. Según los datos recabados, sale “de caza y el día que lo ve fácil” lo comete. Otra hipótesis es que resida fuera y solo se desplace a Madrid para delinquir. De ahí el largo intervalo entre secuestro y secuestro.

Conocedor de la técnica policial

F. J. BARROSO

Los investigadores de la Operación Candy tienen claro que el pederasta que buscan es un tipo que sabe cómo investiga la policía. Elige sitios con unas determinadas características para no ser descubiertos.

En las dos veces que ha secuestrado ha elegido sitios en los que no hay cámaras de videovigilancia. Es decir, ha huido de lugares donde haya sucursales bancarias, joyerías, recintos públicos o medios de transporte. Así ha imposibilitado que la policía tenga una imagen de él, aunque fuera de baja calidad.

También ha ido a sitios en los que hay más personas para pasar inadvertido o levantar menos sospechas que en lugares apartados o solitarios. Lo primero que hace a sus víctimas es drogarlas. Se cree que lo hace incluso antes de subirlas al coche para evitar que den detalles del mismo o del recorrido que hace. Los análisis han demostrado que utiliza tranquilizantes (posiblemente una benzodiacepina, tipo Orfidal o Valium) para narcotizarlas. De hecho, las niñas se han dormido o se han quedado atontadas en el propio coche antes de llegar a su destino. Así es difícil recomponer el itinerario o recordar algún detalle que dé una pista para saber por donde vive o el tiempo que emplea hasta llegar al lugar donde las esconde.

En el último caso, fue tal la cantidad de narcótico que pudo causar graves lesiones a la niña. Fuentes policiales no descartan incluso que habría podido ser mortal si no la hubieran ingresado de urgencia.

El último detalle que destaca su conocimiento policial es que ducha o baña a las niñas antes de soltarlas en un lugar solitario a altas horas de la madrugada. De este modo, borra cualquier rastro de ADN que pudiera haber en el cuerpo de la niña. Y eso pese a hacerlas estudios forenses de inmediato. La última fue trasladada al hospital de La Paz por el SAMUR, sin ser reconocida siquiera por estos sanitarios. A la espera de los resultados del laboratorio, la policía tiene pocas esperanzas de que salga algo interesante.

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Sobre la firma

F. Javier Barroso
Es redactor de la sección de Madrid de EL PAÍS, a la que llegó en 1994. También ha colaborado en la SER y en Onda Madrid. Ha sido tertuliano en TVE, Telemadrid y Cuatro, entre otros medios. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, está especializado en Sucesos y Tribunales. Además, es abogado y criminólogo.

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