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Y todo a media voz

Carla Bruni mostró su estampa frágil en Pedralbes en un tenue concierto

Quiso la casualidad, si ésta existe, que el día en el que España coronaba un nuevo rey, en uno de sus rincones, Barcelona, triunfase una ex primera dama republicana. Bien, triunfar no sería exactamente la palabra más adecuada, ya que la placidez como cantante de Carla Bruni produjo un efecto sedante en el público que no llenó el recinto, de suerte que éste manifestó su aprobación tan quedamente como cantaba la dama. Es decir, el éxito se susurró. Ante ella, este sí manifestando su complicidad con suaves cabeceos de cabeza, nada fuera de tono, su marido, el ex presidente de la República Francesa, Nicolás Sarkozy, disfrutaba de la voz de su esposa, tan suave, educada, íntima y tenue que debió sentir un enorme placer en su papel de consorte más bajito que su mujer, lo que puede resultar duro de llevar. Pero la música, incluso la cantada a media voz, mueve montañas.

El espacio era, sin duda, el mejor para una actuación como la de Carla. En la entrada de los Jardines de Pedralbes se exponían coches de los que sólo aparecen en los sueños de la mayoría. El personal de la organización era un ir y venir en un recinto abierto y lleno de vegetación que pese a todo olía poderosamente a perfumes de los que se usan dentro de coches como los expuestos. Y entre tanto postín y espacios para que la asistencia se hiciese fotos ante paneles publicitarios, igualito que los famosos antes de entrar en una cena benéfica, también había representantes de nuestra clase política, entre ellos un Artur Mas al que sentaron al lado de Sarkozy.

Al presidente Artur

Cesado el revuelo en platea que se produjo con el encuentro del President y del consorte, se apagaron las luces. Dos músicos en escena comenzaron con los primeros acordes de Déranger les pierres y la voz de Carla se oyó sin verse su figura. Apareció en seguida, enfundada en un pantalón negro de piel y una americana burdeos bajo la que una pieza negra dejaba, según el movimiento de su portadora, un coqueto centímetro de vientre al descubierto. Sarkozy no perdía detalle mientras su dama cantaba lo mejor que podía en un tono invariable las primeras canciones del repertorio. En la tercera, Le plus beau du quartier, Carla tomó su guitarra y así logró mantener ocupadas las manos mientras su pie derecho pautaba el ritmo como toda muestra de entrega y pasión. No fue hasta la sexta pieza que comenzó con el repertorio de su cuarto disco, que interpretó en su práctica totalidad mientras sus dos músicos se multiplicaban para arropar las limitadas virtudes interpretativas de Carla.

Con parte de su frente oculta tras una cuidada melena castaña, Carla fue dando muestras de su dominio de lenguas introduciendo cada canción en francés e inglés, luego de atreverse justo al inicio del concierto con un titubeante catalán del que extrajo un cariñoso bona nit. Y la noche fue transcurriendo con el vértigo de una vela que se consume. Carla, compositora aceptable, homenajeó a Trenet y a Bárbara, de quienes interpretó sendas piezas, y consiguió los aplausos menos tímidos de la noche merced a Quelqu'un m'a dit, una de las piezas que mejor redondea la estampa de la cantante francesa seductora y tenue de mesa camilla. Sin duda, resulta mucho más seguro que la dama se haya consagrado a la música y no a la arquitectura.

 

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