Lo que va prometiendo Oriol Junqueras
El independentismo, además de no ser tan mayoritario como se cree, es fruto de otros descontentos que no son identitarios
Cuando Oriol Junqueras, líder de Esquerra Republicana, diga algo habrá que estar atentos porque parece tener poderes para dinamitar la coalición CiU, desbaratar al PSC, tener estupefacto al PPC y convertir Ciutadans en un receptáculo de votos insospechados. ¿Quién es Oriol Junqueras? Recientemente, por ejemplo, ha desempolvado la idea de Països Catalans. El pancatalanismo es una máquina de crear estados de opinión anticatalanista en la Comunidad Valenciana o en la Comunidad Balear. Además, la presencia electoral de ERC en aquellas tierras, con cierto efecto mimético, ha sido muy contraproducente para el nacionalismo de izquierdas que, respectivamente representan el Bloc en Valencia o el PSM en Mallorca.
Es revelador que sumar el territorio de Cataluña al de Baleares y Valencia en gran parte configuraría unos Països Catalans con implantación decisiva del PP. Y si ERC decidiera reivindicar de nuevo la Cataluña francesa, estaría anexionando virtualmente una zona electoral con gran arraigo de la derecha radical de Marine Le Pen. Pero seguro que en el gabinete geoestratégico de ERC las cuentas se hacen de otra manera.
Es de tener en consideración que en ERC, como en otras instancias políticas de Cataluña, se da por sentado e irrefutable que existe una voluntad ampliamente mayoritaria de la sociedad catalana para decidir si quiere o no constituirse en Estado independiente. Esta concepción unidimensional del futuro institucional de Cataluña choca con la realidad de una suma muy heterogénea de emociones, estados volátiles de opinión y porcentajes electorales.
Ciertamente, una cosa es decir que una mayoría abrumadora del censo electoral catalán estaría por la independencia y algo muy distinto es demostrar ese anhelo de forma razonada. Hoy por hoy, lo que tenemos es una sociedad dividida y por ahora no consta que haya un vuelco significativo de una de las mitades de esta sociedad hacia la otra mitad. Al contrario, la confusión aumenta. No es imposible que la mayoría de la sociedad acabe sintiéndose independentista, pero las cifras son por ahora de signo contrario.
Eso lleva a preguntarse si estamos en una fase de exaltación o de saturación. Dicho en breve: la pregunta es si perdura la fiebre secesionista con la misma extensión e intensidad que en períodos previos —por ejemplo, con el 11-S— o si ya estamos en una fase de saturación a causa de nuevas circunstancias, del cúmulo de errores nacionalistas y de la caducidad semántica del mensaje, populista y emocional. En otras palabras: a un pequeño empresario sin pasión política excluyente tal vez le interese más saber si la oferta crediticia propulsada por el Banco Central Europeo le permitirá contratar dos personas más.
ERC ha logrado con la insospechada asistencia de CiU que la narración que va de 1714 a 2014 sea de aquellas que aumentan la credibilidad de una conclusión potencialmente improbable
Tanto con el imposible conjunto de los Països Catalans como el dar por hecho que la mayoría abrumadora de los ciudadanos de Cataluña están por la independencia, ERC ha logrado con la insospechada asistencia de CiU que la narración —el story telling— que va de 1714 a 2014 sea de aquellas que aumentan la credibilidad de una conclusión potencialmente improbable.
Es un proceso analizado por el sociólogo Gérald Bronner: es decir, si se quiere guiar a alguien a conclusiones que a priori no hubiese asumido, hay que contarle una historia para que llegue a esa conclusión y tiene que ser una historia que, aunque con datos que parecen carentes de sentido e irreales, quedan unificados por cómo se cuenta esa historia.
Lo sorprendente en el caso de la Cataluña de hoy es hasta qué punto el relato es primario y con fecha de caducidad. Esto hace pensar que el afán independentista, además de no ser tan mayoritario como se supone y no solo en ERC, corresponde a otras insatisfacciones y precariedades, a un descontento que no es tanto de matriz identitario como de fondo social muy variado. No en vano, después de sus recortes sociales, Artur Mas tuvo que acudir al Parlamento autonómico en helicóptero. Y ahora es rehén del apoyo parlamentario de ERC, un partido cuya capacidad de gestión pública, como ocurrió con los tripartitos, es muy dudosa.
En el relato de Oriol Junqueras hay elementos regresivos, pre-modernos. Fallan tanto los fundamentos del argumento agravio económico como la narrativa de una Cataluña feliz fuera de España y, por tanto de la Unión Europea. Como dicen los documentos de ERC, Cataluña es una nación global. Si es así, ¿cómo accedería a los escenarios y mercados globales en caso de secesión?
Es difícil confiar en que ese acceso se produciría de forma fluida y espontánea. En contrapartida, reaparece el concepto arcaico de Països Catalans y la identificación de casi todos los catalanes con el secesionismo. Seguirle dando tantas vueltas a 1714 estando en 2014 es un pequeño paradigma de la transformación de la complejidad del acontecer histórico en una totalidad victimista. Lo menos que puede decirse de las cosas que Oriol Junqueras promete es que corresponden a algo distinto a un Estado de derecho.
Valentí Puig es escritor
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