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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Descripciones de la abdicación

La comparación entre los titulares patrios y los publicados en la prensa extranjera aluden a dos realidades muy diferentes

La abdicación del Rey está siendo sobradamente explicada por los medios locales, a través de una intensificación absoluta en los medios audiovisuales y, en los medios escritos, con la emisión, incluso, de ediciones especiales vespertinas. Gracias a todo ese extenso trabajo, la sociedad ha tenido acceso a los parámetros que explicarían esa abdicación. Así, a) es una abdicación decidida desde hace cuatro meses, que supondrá, b), la ola de reformas que pide el país, y c) el acceso de una nueva generación a la pista de juego. Se trata, vamos, de un relevo planificado, voluntario, regeneracionista y positivo. Pero, lamentablemente, ya hay una cierta tradición local que apunta a que, cuando la mayoría de medios emiten ediciones especiales vespertinas, lo hacen para informar en la dirección contraria de los medios extranjeros.

Exemplum. Mientras Rajoy comunicaba la abdicación desde a), b), c), Le Figaro ya emitía en su web el titular —ni a) ni b), ni c)— “L'impopularité de Juan Carlos menace la monarchie”. Al poco, The Washington Post titulaba: “Deeply unpopular Spanish king to abdicate throne in favor of son”. Ambos medios informaban, con la abdicación, de la creciente impopularidad del Rey, de la mano de escándalos de índole personal y financiera. En ese sentido, The Washington Post mostraba ecos de un contundente artículo aparecido hace un par de años en The New York Times, en el que, bajo el titular —glups— “Chastened King Seeks Redemption, for Spain and His Monarchy”, se analizaba la caída libre de la popularidad del Rey, a través de la percepción de sus negocios: “The king is widely valued in business circles for acting as a sometime deal maker and economic ambassador for his nation, but how he has amassed his substantial personal wealth remains secret”. El medio, por cierto, evaluaba esa fortuna personal en hasta 2.300 millones de dólares.

La comparación de los titulares patrios y los extranjeros aluden a dos realidades diferentes/ dos funciones culturales diferentes. Históricamente, cuando eso ha pasado —pongamos el 11-M—, la realidad posterior ha solido dar la razón a los titulares emitidos desde otras culturas sin contacto directo con el poder. De hecho, la difícil verificación posterior de los titulares españoles en esos trances ha supuesto un gran deterioro de la cultura española de los últimos 35 años/la Cultura de la Transición. Un deterioro que también ha sido perceptible ahora.

El mismo día en el que la cultura local empezaba a emitir los puntos a), b), c), junto con valoraciones positivas de la trayectoria del Rey y de su sucesor, en más de 100 ciudades se convocaban manifestaciones —algunas, muy nutridas— para pedir todo lo contrario/un referéndum sobre la monarquía. Es decir, una cultura cuya función es crear cohesión social en torno al régimen del 78, no lo había conseguido nítidamente. Y eso es importante. Supone otro indicio que dibuja la profundidad de la ruptura cultural que se empezó a producir en 2011.

Parece un tanto inverosímil que una Ley Orgánica de Abdicación de dos puntos  haya supuesto el trabajo de cuatro meses

Desde esas nuevas culturas, los puntos a), b), c) requieren otras descripciones que, al parecer, la cultura local, poco dada a verificar las declaraciones del poder, no puede dar sin abandonar sus funciones. Así, desde las culturas post 15-M, hay serias dudas sobre el punto a) —la abdicación se planificó en cuatro meses—. Parece un tanto inverosímil que una Ley Orgánica de Abdicación de dos puntos —en los que, además, se deja para más adelante el blindaje jurídico de la figura del exjefe de Estado—, haya supuesto el trabajo de cuatro meses. Es importante el tempo de la abdicación. Es importante saber si fue planificada, o instantánea e improvisada. Es importante saber el motivo, pues con él se dibujan diversas realidades. ¿Fue por asuntos meramente personales? ¿Por el fin del bipartidismo, el auge electoral de opciones rupturistas y el temor a no disponer, en un futuro cercano, de mayoría en el Congreso para gestionar una abdicación? Si las ulteriores políticas españolas han sido indicadas desde instancias externas, ¿han habido indicaciones también en este tema?

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Respecto del punto b) —la abdicación es el motor de las reformas que pide el país—, se debe de observar que, desde 2011, el régimen del 78 no ha admitido ninguna de las reformas que se han pedido insistentemente desde una sociedad en creciente politización, sino que se ha inclinado por recortes en democracia y en derechos señalados por el pack FMI-BCE-UE. La única petición de cambio atendida —atendida, tampoco; constatada—, ha sido el Procés Català. ¿Las reformas que se atenderán se centran en esa? ¿Vamos hacia un estado federal, pactado en las alturas, como en el 78, en el que Cataluña tendrá como Jefe de Estado al Conde de Barcelona? Sobre el punto c) ¿Qué generaciones entrarán en escena en un Estado en el que la abdicación ha sido descrita desde la cultura creada por la generación que describió ya la entronización y el reinado?

La cultura cuyas respuestas se asemejen más a las que faciliten los medios extranjeros, es posible que sea la hegemónica en el futuro. La más funcional y, paradójicamente, la que más problemas tendrá en un futuro de restricciones.

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