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Emoción lírica en el homenaje a Pons

El público del Liceo aplaudió a rabiar al escuchar la voz del barítono

A Juan Pons le bastó ver en el escenario del Liceo a la Capella Davídica de Menorca para sentir un nudo de emoción en la garganta. El coro que fundó su padre, en el que canta junto a su esposa desde que eran muy jóvenes, abrió el homenaje que en la noche del jueves le rindió el Liceo, el teatro en el que comenzó su carrera en 1970, primero como miembro del coro, después como bajo y, finalmente, como barítono destinado a triunfar durante cuarenta años en los mejores teatros del mundo. Gran cantante, mejor persona, Pons, que decidió retirarse de la ópera tras una inolvidable Aida en 2012, no ha dejado de cantar: La voz sigue en forma, el instinto teatral permanece, el arte en la dicción y la imponente presencia son marca de la casa... podría seguir en activo porque canta mejor que muchos de los barítonos que hoy hacen carrera, pero ha preferido dedicar su tiempo a la familia, a disfrutar de los nietos, a los amigos y también a cantar, por puro placer —actualmente prepara nuevo disco de canciones de Antoni Parera Fons— y en ocasiones muy especiales.

Recibido con aplausos entusiastas, tras una presentación larga y algo dispersa a cargo de Ramon Gener, Pons vivió una noche llena de emociones en un teatro que siempre llevará en el corazón: en el Liceo debutó como bajo en 1971, con un pequeño papel en La gioconda, de Ponchielli, y se estrenó como barítono en 1978 con uno de sus papeles verdianos predilectos, Germont padre, de La traviata. La ovación, de gala, que recibió nada más pisar ese escenario marco el inició de una jornada en la que reinó la alegría por el canto. El tono de la gala, con nutrida presencia de autoridades y vecinos de Ciutadella, ciudad natal del homenajeado, fue familiar y emotivo, como debe ser, pero falló el ritmo, con demasiados tiempos muertos.

Sonó con potencia y emoción contenida la voz de Pons, acompañado por José Bros, el coro menorquín y el pianista Suso González, en las páginas del oratorio Las siete palabras de Cristo, de Dubois, que abrieron musicalmente el concierto. Después la gala adoptó el formato habitual, una sucesión de arias, canciones y dúos de óperas a cargo de cantantes invitados, con el acompañamiento pianístico de Joana Pons, hija del homenajeado, y Verónique Werklé: Daniella Desì y Fabio Armiliato en el dúo de Otello; la intensidad verista de Dolora Zajick en Cavalleria rusticana, el lirismo de Bros en Werther, el talento de Carlos Chausson y Simón Orfila en dos delicias rossinianas de La Cenerentola y El barbero de Sevilla...

Pero lo más emocionante fue escuchar la voz de Pons; cantó con hondo lirismo Amics, germans, de Parera Fons y Escolta es vent, de Ortega Monasterio, mostró su temperamento verdiano en el duo de La forza del destino, con Bros, y disfrutó de lo lindo dando vida al personaje con el que se consagró en la Scala en 1980, Falstaff, en una divertida escena con José Julián Frontal en el papel de Ford.

El público aplaudió a rabiar, se emocionó con la proyección de un retrato audiovisual con testimonios de Riccardo Muti, Montserrat Caballé, Plácido Domingo y José Carreras, y, tras un parlamento de Joaquim Molins, presidente del Patronato del Liceo, la velada se cerró con el célebre Va pensiero bajo la dirección de José Luis Basso, cantado por todos los solistas, miembros y antiguos miembros del coro del teatro, y colegas como Dalmau González, Enric Serra y Josep Ruiz que se sumaron al homenaje.

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