Los cinco errores del PSOE
Las europeas han dado estado oficial a algo ya asumido: el bipartidismo c'est fini. La socialdemocracia se une a los conservadores en el camino a la catástrofe
Las europeas han venido a dar estado oficial a algo ya socialmente asumido: el bipartidismo c'est fini. Desde el máximo de concentración de voto en las legislativas de 2008 al 25-M el score de los dos mayores partidos ha pasado del 83,81 al 49,06 con una caída de casi treinta y cuatro puntos (que se quedan en treinta y dos si contamos desde el 81,90 de las anteriores europeas). Tal parece que nos vamos aproximando a la norma europea: fragmentación política, política de alianzas y mayorías de coalición. Con la que ha caído no sorprende la muy fuerte caída del PP (del orden de dieciocho puntos y medio -18,57- menos que en las legislativas de 2011), pero debería sorprender el retroceso socialista, que lleva el PSOE a mínimos (con una caída de 5,76 respecto de las misma legislativas), la cuestión esta en el porqué la socialdemocracia se une a los conservadores en el camino a la catástrofe. Si no me equivoco ello se debe a que en estas elecciones el PSOE ha cometido cinco errores. Veamos.
Primero. Una campaña nacional al uso. Todos sabemos que la depresión en la que estamos ha venido agravada, cuanto menos, por una política económica –la austeridad– que no solo va a contrapelo de los intereses de la mayoría de los electores (incluidos los de los dos mayores partidos), sino que, además, no funciona. Esa es política impuesta desde las instituciones de la Unión. En esas condiciones lo racional hubiera sido europeizar la campaña al máximo al efecto de trasladar a los electores la convicción de que sólo un cambio de mayoría en la UE puede permitir cambios de fondo en la política frente la crisis y sus consecuencias. No se ha hecho así: tanto PP como PSOE han planteado la campaña como una propia de una elección nacional de segundo orden, en la que la referencia europea ha sido secundaria, cuando no marginal y, además, la han planteado según los cánones de la política de adversarios, acentuando las diferencias y discrepancias cuando el electorado pide acuerdos y consensos y menos bronca. No debe extrañar que los electores huyan, lo raro es que sean tantos los que aguanten.
Segundo. La imagen de continuidad con el zapaterismo. Para nadie es un secreto que la valoración general de la gestión del señor Rodriguez Zapatero es más bien poco brillante, empezando con los electores tradicionales del PSOE a los que el viraje de mayor de 2010 dejó a la intemperie, por decir lo menos. En esas condiciones la recuperación socialista exige renovación programática, organizativa y de personal, el subrayar la continuidad con la gestión anterior, como se ha hecho tanto por activa como por pasiva, era y es una mala estrategia electoral, juicios de justicia aparte. Como se ha visto.
Tercero. Un candidato inapropiado. Vaya por delante que hay que agradecerle a la señora Valenciano la aceptación de un reto poco menos que imposible, pero dicho esto el posicionar como cabeza de lista a una persona estrechamente ligada a la gestión del gobierno anterior y que, además, cuenta con una posición rectora en un aparato del partido cuestionado y cuestionable, es cualquier cosa menos una buena idea. Para remontar era necesario un tiquet renovador y renovado, y esa condición no se ha dado. Y no creo que por falta de personal. Si al menos los procesos de renovación interna anunciados se hubieran puesto en marcha antes de la campaña, en lugar de dejarlos para después, tal vez el daño hubiera sido menor (ya se ve al señor Puig con el dedo en alto, al modo de Sant Vicent con una cinta que reza “ya lo decía yo”). Tal y como han ido las cosas es claro que una candidatura vulnerable a la objeción de “más de lo mismo” no constituía la mejor de las ideas.
Cuarto. La trampa de la “perspectiva de género”. En la que el PSOE se ha precipitado gustoso. No es la primera vez que señalo que esa es una estrategia irracional, de un lado porque afecta a cuestiones que son transversales y, por ello, ni coinciden con las divisorias partidistas, ni dejan por ello de sembrar discrepancias en el propio campo; del otro porque es de rentabilidad electoral dudosísima para el PSOE, no responde a las preocupaciones prioritarias de las nueve décimas partes de su electorado y le obliga a competir con desventaja con otras formaciones que, en la materia, tienen menos problemas y mayor credibilidad. El machismo, además de imbécil, esta feo, pero ese es cualquier cosa menos un filón de votos. Darle centralidad no es una buena idea: a los hechos me remito.
Quinto. La inadaptación al medio. Como el PP ,el PSOE ha planteado y desarrollado una campaña como lo ha hecho siempre: sólo hay dos opciones relevantes, a las demás se les desconoce, la opciones relevantes deben diferenciarse claramente, de preferencia mediante divergencias no radicales, las opciones relevantes se asientan sobre las máquinas políticas preexistentes, a las que no se cuestiona y se opera según los modos y formas acostumbrados. Hubo un tiempo en que esa era una opción racional, en un medio ambiente marcado por la crisis de representación, la demanda insatisfecha de renovación de instituciones y comportamientos políticos, dejando de lado problemas que, como la corrupción, son percibidos como lacerantes e insoportables, ambos partidos ha cometido el mismo error: hacer una campaña de otro tiempo y lugar. Asi ha salido lo que ha salido, ya lo dijo el viejo ciego: en el caso los dánaos no han sido siempre ni sensatos ni justos.
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