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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El día después

Las elecciones europeas tendrán un efecto muy limitado en el gran tema sin resolver de hoy: el equilibrio de fuerzas entre política y mercado

Joan Subirats

Hoy se vota la nueva composición del Parlamento Europeo y, en cierta medida, la orientación política de la UE en los próximos años. Pero, al mismo tiempo, todos sabemos que estas elecciones tendrán un efecto muy limitado en lo que es el gran tema sin resolver de la nueva época en la que estamos: el equilibrio general de fuerzas entre política y mercado. El día después, las lecturas del acontecimiento serán como siempre parciales y sesgadas. Esta desangelada campaña ha incorporado muchas capas de incertidumbre y, al mismo tiempo, de expectativa, pero en clave más local que europea. ¿Cuál será el balance final de la abstención? ¿Resistirá el bipartidismo? ¿Hasta que punto quedarán cubiertas las esperanzas de los partidos pequeños? ¿Emergerán nuevas organizaciones capaces de trasladar a las instituciones la extensa rabia social y transformarla en nuevos formatos de acción política? Pero, despejadas las incógnitas, todo empieza de nuevo, y nadie podrá eludir las grandes exigencias del nuevo ciclo político que se abre.

Seguimos anclados en un escenario social que mezcla rabia, angustia y miedo en proporciones variables. Y si bien los responsables de la situación han ido quedando definidos y forman la minoría crecientemente privilegiada, no está para nada claro que ello derive de forma automática en un reforzamiento de la fuerza electoral y política de las formaciones de izquierda. Parecería lógico que así fuera dada la matriz financiera, fiscalmente evasora y socialmente insolidaria que caracteriza el comportamiento de los más poderosos en este interregno entre épocas. Estamos viendo como en muchos países, lo que emerge es un mensaje neoproteccionista, de nacionalismo trasnochado y de exclusión a los foráneos que se presenta como la salvaguardia de las tradiciones que cobijan y amparan, por obsoletas que puedan parecer ante un imparable proceso de cambio tecnológico e internacionalización. Marine Le Pen, prometía en campaña “proteger a Francia de la globalización neoliberal”, mientras denostaba a políticos corruptos y a los insensibles tecnócratas y burócratas de Bruselas y alababa a Putin como un patriota que defiende “la herencia cristiana de la civilización europea”. Como recordaba Owen Jones hace unos días en el CCCB, tenemos precedentes claros en el periodo de entreguerras que dio lugar al fascismo en muchos lugares de Europa. Hoy en día los uniformes y los correajes no se llevan, pero crecen las posibilidades de capitalismos autoritarios que canalicen rabia, angustias y temores hacia formas autoritarias y represivas de nuevo cuño. Y en ese escenario, los partidos socialdemócratas tienen muchas dificultades en separarse ahora de lo que ha sido sus evidentes responsabilidades en el proceso que ha conducido al lío en el que estamos metidos, y del que no saldrán con fórmulas de gran coalición con los conservadores que sólo aplazan problemas y fragilizan la democracia.

Crece la posibilidad de capitalismos autoritarios que canalicen la rabia hacia formas represivas de nuevo cuño

Nos vamos dando cuenta, asimismo, que el día después de grandes movilizaciones populares contra las injusticias y los atropellos pocas cosas de fondo parecen cambiar. Se ha demostrado que es posible parar ofensivas expoliadoras de lo público y bloquear injusticias flagrantes. Pero los avances son lentos en comparación con los retos a los que nos enfrentamos. Se está ya discutiendo el Transatlantic Trade and Investment Partnership que regulará las relaciones comerciales entre EEUU y la Unión Europea y que incluye formas específicas de resolver conflictos comerciales fuera de los tribunales ordinarios. Una nueva vuelta de tuerca en el proceso de desinstitucionalización de los procesos económicos clave, con el evidente deterioro de la credibilidad y legitimidad de la democracia realmente existente. Es urgente abordar el debate de las instituciones, de la (auto)organización, de la capacidad de transformar las cosas, con amplias alianzas que incorporen las demandas populares en propuestas creíbles, radicales en sus contenidos estratégicos e innovadoras en las formas de relación entre instituciones y movilización social. Renovando las bases éticas y de honorabilidad de la acción política. La cuestión no estriba solo en gestionar las instituciones de otra manera. Se trata de hacer realidad las promesas incumplidas de la democracia, buscando una nueva institucionalidad que no busque su legitimidad solo en la dinámica electoral, sino en su alianza, a veces conflictiva pero leal, con los procesos de cambio ya existentes que han sabido responder concreta y territorialmente a los problemas y a las oportunidades que se han ido planteando. Una alternativa política que no eluda el problema central de los recursos económicos, de la capacidad de responder a las necesidades de sustento y de bienestar ciudadano. El problema no está solo en las elecciones. El verdadero reto está en el día después.

Joan Subirats es catedrático de Ciencia Política e investigador del IGOP de la UAB.

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