El descubrimiento de Barcelona
La ciudad que ha inspirado a tantos autores sobrevive mejor en la literatura que en su realidad actual de consumo y turismo
El fallecimiento del gran narrador Gabriel García Márquez ha hecho rememorar que la Barcelona de los años setenta fue una especie de paraíso para los escritores latinoamericanos que, como Gabo y Mario Vargas Llosa, vivieron en el barrio de Sarrià, en una ciudad que García Márquez calificaba de “muy secreta y misteriosa”.
Esto me ha recordado lo que me escribió en marzo el escritor mexicano Juan Villoro a raíz de la muerte de su padre, el filósofo mexicano de origen catalán Luis Villoro (1922-2014), que se dedicó a ir desvelando una filosofía de la experiencia cotidiana y de la ética, en la búsqueda de la justicia, el bien común y el multiculturalismo: “Mi padre murió soñando en volver a Barcelona”.
Esta capital ha tenido y tiene una capacidad especial para atraer a las personas, unos valores patrimoniales, ambientales y sociales que van más allá de lo visible, una energía que se va descubriendo al pasear por sus calles, visitar sus monumentos y conocer a sus gentes. No en vano ha inspirado tanto a grandes escritores locales, como Mercè Rodoreda, Maria Aurèlia Campmany, Montserrat Roig, Manuel Vázquez Montalbán, Juan Marsé, Eduardo Mendoza o Carlos Ruiz Zafón. Y no solo ha sido lugar de residencia e inspiración de los escritores citados o del chileno Roberto Bolaño, sino que el mundo editorial barcelonés contribuyó al boom de la narrativa latinoamericana. Sin olvidar la Barcelona roja y anarquista de las primeras décadas del siglo XX, expresada por George Orwell desde su experiencia en el POUM, dando la imagen que los angloamericanos progresistas tienen de la ciudad; o la atracción de los escritores franceses por la Barcelona de los bajos fondos.
Y también estaba en la memoria de Julio Cortázar, tal como él lo recordaba: “De cuando en cuando me volvían imágenes muy dispersas que yo no podía hacer coincidir con nada conocido, entonces se lo pregunté a mi madre: 'hay momentos en que yo veo formas extrañas y colores como baldosas, como mayólica con colores, ¿Qué podría ser eso?' Y mi madre me dijo: 'Bueno, eso puede corresponder a que de niño en Barcelona, te llevábamos casi todos los días a jugar con otros niños en el parque Güell'. Así que mi inmensa admiración por Gaudí comienza a los dos años”. Precisamente la Casa Amèrica Catalunya abrirá el 19 de junio una muestra sobre la relación entre Cortázar y Barcelona.
“El que me enseñó mejor qué podría hacer del legado de Füsun fue el conmovedor museo Frederic Marés en Barcelona
También la fascinación por Gaudí, descubriendo su obra en Barcelona, por recomendación del crítico de arquitectura Bruno Zevi, haciendo escala en un viaje de vuelta de Roma a São Paulo, fue crucial para la arquitecta Lina Bo Bardi. Desde que conoció la obra de Gaudí en 1957, su visión se enriqueció con el testimonio de un arquitecto tan singular con una obra hecha, según ella, desde la más “profunda soledad”. Para Lina no se trataba tanto de las “influencias más o menos futuristas o cubistas” recibidas por Gaudí, sino de su lado humano, de la importancia de la vida cotidiana en su obra, “que realiza plenamente el contacto con la vida”. Según Bo Bardi, Gaudí significa el testimonio del “arquitecto constructor, que ha sabido abrirse camino obedeciendo a la naturaleza y a la vida”. Y el arquitecto Joaquim Guedes corroboró que “Lina amaba Barcelona”.
Otro Premio Nobel de literatura, Orhan Pamuk, quedó admirado cuando visitó el Museo Frederic Marés. Para su novela El museo de la inocencia y para el museo del mismo nombre, que ha creado e inaugurado en su Estambul natal en el 2012, la colección Marés le dio las pautas para presentar la colección de objetos cotidianos de la amada Füsun, recopilados por Kemal. Pamuk escribe en su novela, en boca de Kemal y tras visitar centenares de museos en todo el mundo, que “de todas las maneras, el que me enseñó mejor qué podría hacer del legado de Füsun fue el conmovedor museo Frederic Marés en Barcelona, el piso superior del cual estaba lleno de cinturones, pendientes, naipes, llaves, abanico, frascos de perfume, pañuelos, broches, collares, bolsas y brazaletes”. Y ha vuelto a destacar al Marés en su artículo del pasado 20 de marzo en el New York Times, dedicado a los pequeños museos.
Para todos ellos, vivir y observar Barcelona ha sido una fuente de descubrimientos personales, cruciales en sus vidas y en sus creaciones. Esta Barcelona inspiradora, que desvela experiencias y certezas, que ha creado el sueño inalcanzable de volver a ella, hoy ya tan tematizada, parece que sobrevive mejor en la literatura de estos autores, en los poemas de Jaime Gil de Biedma o de Joan Margarit o en las fotos de Colita, que en su realidad actual de consumo y masificación turística. Todos ellos, visitantes, residentes temporales o barceloneses, han sabido descubrir en la ciudad unos valores vitales y sociales, arquitectónicos y poéticos, que somos responsables de que no se dilapiden y olviden. Tal como demuestran la Nit dels Museus o el 48h Open House BCN hay toda una Barcelona singular para redescubrir.
Josep Maria Montaner es arquitecto y catedrático de la ETSAB-UPC
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