Atlantis recrea mundos sonoros en el Museo de Belas Artes
Sophia Hase y Eduardo Ponce ponen su gran maestría técnica al servicio de cada partitura
Atlantis Piano Dúo ha ofrecido un concierto en el Museo de Belas Artes da Coruña, dentro del XIV Ciclo Música para unha época. En este ciclo se trata de relacionar música y pintura, con un concierto centrado en determinada época y la posterior visita guiada a las correspondientes salas del museo para poner de relieve los paralelismos existentes entre ambas artes. En este caso, la música y pintura del s. XX.
Para ello, Sophia Hase y Eduardo Ponce prepararon un programa representativo de la música de la pasada centuria, con El mandarín maravilloso, de Bela Bartók, y La consagración de la primavera, de Ígor Stravinski, en transcripción para piano a cuatro manos de sus respectivos autores. Ambas obras son de ejecución extremadamente difícil: en primer lugar, por sus exigencias de mecanismo y su enorme complicación rítmica, a lo que cabe añadir su origen como piezas sinfónicas de exuberante orquestación, que añade un plus de dificultad musical a su interpretación. Hasse y Ponce, catedráticos en el Conservatorio Superior de Salamanca, superaron cada uno de estos escollos con gran maestría técnica y pusieron esta al servicio de cada partitura. En El mandarín recrearon con detalle cada momento de su acción, con el trajinar urbano de la Introducción, el sórdido ambiente del lugar, los movimientos de la joven usada como señuelo, la brutalidad del mandarín, los intentos de asesinarlo y su inesperado final. La soberbia calidad pianística de Atlantis había aparecido con fuerza, pero no había hecho más que empezar.
Su confirmación palmaria, tras el brevísimo descanso, llegó en ese plato fuerte de cualquier concierto que es La consagración de la primavera. La transcripción para dos pianos –publicada en 1913, ocho antes que la orquestal- es como un extracto de esta, una condensación de sus calidades y esencias musicales; y también, más incluso, de sus dificultades. La versión de Atlantis voló por encima de estas, para resaltar aquellas, volando en alas de su impecable mecanismo, sus agilidades y precisión rítmica. Y sobre todo por su musicalidad, basada en su amplísima disposición de cada plano sonoro de la partitura sinfónica, cuya proyección en el espacio de la sala les permite una recreación idónea de todo el mundo atávico representado en Le sacre. Fue un concierto soberbio, gozado casi en la intimidad por unas pocas decenas de personas.
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