¡Tiembla Lobezno, llegan los pilotos de caza republicanos!
El Salon del Cómic de Barcelona descubre el placer del ‘selfie’ con tanque
“Papá, ¿quiénes son esos superhéroes?”. El padre siguió con la mirada el dedo de su hijo. Ahí estaban siete individuos uniformados con chaquetas de cuero, gorros de vuelo y antiparras, pistolas al cinto. Parecían perdidos entre tanto personaje con mallas y antifaz. “Pilotos de guerra”, identificó correctamente el progenitor, y esta vez la foto se la hizo él con ellos.
Los siete aviadores republicanos de la Guerra Civil habían dejado por un rato su campamento en el Palacio 1 de la Fira de Montjuïc, donde ha desplegado el Salón del Cómic el género bélico, para ir a echar un vistazo al Palacio 2, el espacio en que se desarrollan las demás actividades del certamen. Los aviadores tomaron aire y se adentraron en la profusión de casetas y mundos abigarrados: ¡tiembla Lobezno, llegan los pilotos de caza de Chatos y Moscas!
Poco después se los pudo ver fotografiándose con Zatanna, la chica de la Liga de la Justicia Oscura (DC Comics), con pantaloncitos, medias de malla y generoso escote. ¡Olé con la Gloriosa!
Ayer por la tarde el salón estaba ya en efervescencia y se formaban colas para firmas y actividades en el Palacio 2. Una de esas colas era para un concurso sobre la producción de la Fox El corredor del laberinto. Podías ganar ¡un dron!
'Hazañas bélicas' y superhéroes conviven fecundamente
En el ámbito de Star Wars, R2D2 evolucionaba por el suelo y los niños podían disparar como jóvenes Jedis sobre soldados imperiales reales (10 tiros, 2 euros). En una caseta publicitaban el cómic Supercatalà, acerca de un catalán indignado devenido superhéroe con barretina del soberanismo, o tempora!
En el stand de Arkham estaban firmando los autores de Blechkoller. “El submarino es un buen espacio claustrofóbico para una historia opresiva, pero podría haber sido igualmente una nave espacial”, dice el guionista, Damián, que luce una trencita en la barba como Khal Drogo. En Dibbuka, Chloé Cruchaudet dibujaba meticulosamente cada dedicatoria de su Degenerado, esa conmovedora historia de mujer con marido travestido que fue premiada en Angulema. José Oliver y Bartolo Torres firmaban su divertido y entrañable El joven Lovecraft, nacido en Internet, y cuyas tiras muestran al solitario de Providence de niño. Oliver explica que la idea le vino de la mezcla de Lovecraft con el Calvin de Calvin y Hobbes.
Al espacio bélico le costaba más llenarse, pero el disfrute era también enorme. La comunicación fluida entre ambos ámbitos proporcionaba imágenes inolvidables como la de la joven esforzadamente disfrazada de Capitán América, escudo incluido, que se hacía fotos con los soldados de la 101 Aerotransportada de los EE UU (Screaming Eagles), cuya columna blindada sustituía ayer a la de la Novena, de celebración supongo por el premio a Paco Roca. Hay que ver cómo animan los voluntariosos miembros de las asociaciones de recreación histórica reclutados por el salón. Como no se limitan a estar en sus campamentos y pasean te das de bruces con ellos por todos lados. Converso con un teniente del ejército del Káiser (Xavi), que luce la medalla Pour le Mérite al cuello. Le pregunto si es el Barón Rojo y dice que a ratos. Por si acaso, me hago una foto con él. En una caseta con un granadero panzer armado con panzerfaust atendía un sosias del coronel Kilgore (Robert Duvall) de Apocalypse Now. Al lado vendían sables de luz.
Algunos soldados ofrecen folletos para que te alistes y uno, que declinó en su momento apuntarse a los paracas cuando la captación en Colmenar Viejo, duda de hacerlo ahora en los miquelets, que van a tener faena este 11 de septiembre.
El tanque que es el totem del salón, haciendo sombra a Batman, es objeto de tantos selfies que de cobrar royalties podría trucarse en un carro Makeva del ejército israelí. O en un Tiger, como esa maqueta a control remoto que irrumpe con un rechinar de cadenas sobresaltando y entusiasmando por igual. Abundan entre el público los padres con hijos varones, convirtiendo la milicia y las Hazañas Bélicas en un vínculo intergeneracional tan fuerte como el fútbol.
Ayer, mientras los pilotos simulaban en el campamento republicano un briefing antes de despegar sus cazas Moscas y el jefe de la escuadrilla explicaba que defenderían Barcelona de los bombarderos italianos, un visitante, metido en la historia, no se pudo contener y gritó: “¡Duro con ellos!”.
Qué gozada este salón.
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