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CRÍTICA | ÓPERA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Déficits confirmados

El libreto de 'Maror' es endeble desde el punto de vista escénico

Cuando el Palau de la Música estrenó Maror en versión de concierto (2002), ya se advirtieron en la obra ciertos déficits que la versión escenificada y el nuevo elenco de voces han confirmado. Por una parte, el libreto (de Xavier Casp) es endeble desde el punto de vista escénico. Y el hecho de que ambos estrenos hayan respetado, tras ásperas disputas, el valenciano normativo en que originalmente fue escrito, parece condición necesaria, pero no suficiente. Ni los personajes ni las situaciones están desarrollados con el instinto dramático que hubiera podido convertirlos en creíbles ante el espectador.

La música, compuesta entre 1953 y 1956, presenta ecos tardíos del impresionismo, armonías eventualmente audaces, y una orquestación opulenta de corte postromántico. Se une todo ello al desgarro de tipo verista y a un nacionalismo musical escorado, en el segundo acto, hacia el costumbrismo. Con tales mimbres, y a pesar del incuestionable oficio de Manuel Palau, Maror (“marejada” en castellano) no acaba de alcanzar el tono auténticamente trágico de la tempestad externa e interna que título y línea argumental sugieren. La partitura, editada por Piles, quizá no resulte anticuada en el marco de la España de los años cincuenta, pero pudiera parecerlo si recordamos lo que se hacía en Europa por aquellas fechas.

Maror

De Manuel Palau. Solistas vocales: Minerva Moliner, Sandra Ferrández, María Luisa Corbacho, Cristina Faus, Javier Palacios, Josep Miquel Ramon, Bonifaci Carrillo, Boro Giner y Yolanda Marín. Coro y Orquesta de la Comunidad Valenciana. Escolania de la Mare de Déu dels Desemparats. Dirección musical: Manuel Galduf. Dirección escénica: Antonio Díaz Zamora.

Palau de les Arts. Valencia, 24 de abril de 2014.

Los cantantes, por su parte, se enfrentaban a una ópera que exige voces con bastante cuerpo para lidiar con una orquesta grande, unos pentagramas densos y una expresión, muchas veces, intensa y desgarrada. A su favor solo tenían la duración, bastante breve, ya que se ronda la hora y media entre los tres actos. Rosa y Teresa estuvieron encarnadas por voces de centro correcto, pero con agudos –especialmente en el primer caso- afilados y estridentes, careciendo de coloración tímbrica y de solidez en la proyección. Tampoco el tenor convenció demasiado. Josep Miquel Ramon lució una voz mejor timbrada, pero también caló algún agudo, y los comprimarios cumplieron bien.

El Cor de la Generalitat se hizo oír perfectamente esta vez sin necesidad de gritar. No así el cuarteto solista en el difícil conjunto que tiene al final del segundo acto. La orquesta parecía ofrecer más presencia de la cuenta, pero seguramente resultaba muy difícil hacer otra cosa con una partitura tan compacta y unas voces bastante frágiles. Galduf ajustó bien la métrica, excepto en algún momento aislado (escena del bautizo, por ejemplo, con muchísimos personajes sobre el escenario). Del Ballet de la Generalitat se esperaría algo más de gracia en las danzas valencianas.

La producción, que jugó con estructuras inspiradas en las cuadernas de los barcos, evocó bien el ambiente de la historia, pero tampoco sirvió para darle a ésta un punto más de hondura e interés.

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