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La improvisación juega su liga

El público abarrota los bares compostelanos para elegir a los campeones de esta singular modalidad teatral

Los actores durante su actuación
Los actores durante su actuación ÓSCAR CORRAL

En los bares compostelanos, el Concello ha apagado provisionalmente la música pero a cambio parece que se ha vuelto a encender la luz de la palabra. Después de la eclosión de los contacontos y narradores orales a mediados de los noventa, la palabra busca nuevos caminos hasta ahora inexplorados o menos conocidos. La nueva modalidad oral de éxito, a tenor de lo que se observa cada jueves en los bares del Casco Vello, son las competiciones de improvisación teatral. “La clave es que puedes verlo todas las semanas y nunca vas a ver nada repetido, siempre pasan cosas distintas”, resume Antón Coucheiro “Cou”, sobre este atractivo formato. Coucheiro, miembro del grupo “De Momento Impro”, es el promotor y también presentador de este evento denominado Liga Improfighting, que se podría traducir por algo así como “batalla de improvisadores” y que empezó a gestarse hace un par de años.

Un jueves cualquiera, uno puede entrar en bares compostelanos como el “Camalea” o el “Cachán” y encontrarse a este actor y clown vestido con un traje a medio camino entre un cobrador del frac y un árbitro de boxeo, con un silbato al cuello. Él es el juez que dicta unas normas de juego en las que el público participa activamente.

Al entrar en la sala, el público escribe frases aleatoriamente para que después el árbitro las vaya eligiendo e imponga pruebas a los concursantes. “Tienen 30 segundos para justificar esta frase que alguien escribió: detrás de ti hay un enano”, ordena en una de sus intervenciones. A partir de aquí, las dos parejas de actores que compiten, se esfuerzan en inventar historias sobre esta frase, que hacen que el público se desternille con unas ocurrencias tan ingeniosas como imprevisibles. Poco a poco, los actores van pasando las pruebas que se les marcan, como diálogos con palabras de solo dos sílabas que lanzan con increíble rapidez: “Taxi!, aquí!, suba!, donde!”. Tanto son obligados a diálogos de dos sílabas como a comunicarse solo con preguntas, pero el culmen es cuando se les ordena que usen solo esdrújulas en los diálogos. Las esdrújulas parecen tener un efecto especialmente contagioso en la risa de los asistentes que no paran de reír en cada palabra. Es una reacción espontánea e imprevisible para todos, desde los propios actores hasta el público, que al final valorará las intervenciones a partir de la intensidad de los aplausos.

En esta singular liga compiten diez parejas que, además de Santiago, proceden de otras ciudades como Vigo o A Coruña. “Es una excusa para encontrarse con gente que está trabajando en la improvisación en otros lugares”, explica Antón Coucheiro. Los equipos tienen nombres como Rinoplásticos o Big Band Memory y en ellos se agrupan actores formados en artes escénicas, en el circo o en el mundo del mimo. Acompañan su ingenio improvisador con un buen trabajo técnico: ejercitan las pausas reflexivas, saben ganar tiempo y también usar la expresión corporal mientras lanzan las frases.

Los orígenes de esta variante teatral se remontan a los años 60 en Chicago, y nació mientras los actores esperaban para hacer su función y se les ocurrían frases espontáneas en ese tiempo de espera. Más tarde decidirían hacerlo visible y ahí empezó este tipo de espectáculos. “De Chicaco se expandió a Canadá, donde hasta mezclaron teatro y hockey sobre hielo, y en los años ochenta los franceses perfeccionaron el formato hacia el “catch”, con parejas, árbitro y votos del público, de donde tomamos el modelo”, desgrana Antón Coucheiro sobre la evolución de la improvisación como espectáculo. Coucheiro es también profesor de improvisadores en A Regadeira de Adela, un espacio dedicado a las artes escénicas y el microteatro, “porque esta competición incluso está provocando una cierta demanda”, explica. Como profesor y formador de improvisadores, este actor se queja de la mala fama que tiene el verbo “improvisar”, y propone una revisón sobre el término.

“Se ha desvirtuado el significado asociándolo con algo negativo, pero improvisar no es sinónimo de algo mal hecho. Es un arte que necesita entrenamiento. Se entrena, que no se ensaya, que son cosas diferentes” matiza. En el fondo, improvisar es un trabajo muy serio que cada semana puede comprobarse en los bares de Compostela. El 21 de junio, en el Teatro Principal de Santiago se desvelará que pareja será coronada como campeona en esta singular Liga de Improvisadores.

 

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