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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Semana de pasión en Valencia

¿Se han vuelto locos estos romanos de la Cartaginense?

En estos días de semana santa la televisión nos abruma con recreaciones piadosas a las que tan aficionados somos en España pese a su inautenticidad, su carácter de rito social y hasta su vergonzosa explotación comercial. La Comunidad Valenciana destaca por la escasa presencia de este tipo de manifestaciones —solo la semana santa marinera, que además es popular de verdad y muy poco turística—, tal vez porque cerraron la cadena pública que podía glosarlas. En cierto sentido es como si el laicismo de la sociedad moderna, que solo ve en la semana santa unas breves vacaciones de primavera, se exacerbase en la comunidad que atrae el mayor número de visitantes en busca de sol y playa.

Sin embargo, aquí también conmemoramos la cultura judeocristiana, solo que, en vez de los pasajes trágicos habituales, hemos optado por glosar los festivos. Entre las historias de mayor arraigo popular está la de la multiplicación de los panes y de los peces. Pero aquí no multiplicamos alimentos, nos hemos especializado en pelotazos inmobiliarios, grandes eventos y, ahora, facultades de Medicina. Como lo oyen. Dentro de la red pública ya las teníamos en Castellón, en Valencia y en Elche, dentro de la privada, en el cap i casal. Bueno, pues de repente va el Consell e inicia los trámites para abrir este tipo de estudios en… Alicante, y no una facultad, sino dos. ¿Se han vuelto locos estos romanos de la Cartaginense? No lo crean: la increíble decisión tiene que ver con el hundimiento de la sanidad pública en la Comunidad Valenciana (se anuncia un libro digital sobre el tema en la editorial Uno y Cero: una bomba). No lo comprendo, me dirán, si cada vez tenemos menos medios, para qué queremos multiplicar exponencialmente el número de médicos. Por eso mismo: ahí está el secreto. Resulta que los médicos de las nuevas facultades nos saldrán muy baratos porque no mandarán resonancias ni radiografías, lo suyo serán los milagros. ¿Milagros? Sí, milagros evangélicos, estos chicos y chicas de bata blanca serán verdaderos taumaturgos, solo recetarán oraciones. ¿Le duele la garganta?: dos tomas diarias de la oración de San Blas, en la comida y en la cena. ¿Tiene calambres?: una novena de rehabilitación en la capilla de San Pancracio. ¿Esterilidad?: un sobre diario de Santa Rita de Casia disuelto en agua. Hay remedios para todo y, en cualquier caso, mal no te pueden sentar. Eso sí, antes de ir al especialista conviene que te vea el médico de cabecera, quien te pondrá una cuchara en la boca y te pedirá que digas “San Expedito, te amo y te necesito”.

A los valencianos no solo nos apasionan los milagros. También nos gustan las parábolas. Por ejemplo, la de los talentos. Ya saben: los contribuyentes repartimos nuestros impuestos entre empresarios y trabajadores y estos nos los devolvieron doblados, pero a los clubs de futbol les dieron treinta y cinco millones y no solo no aumentaron, sino que se volatilizaron. Bueno, por eso fueron condenados a la gehena, el purgatorio judío. No lo crean: el promotor de esa inversión ruinosa no está a la sombra sino pavoneándose de jurista, algunos dirigentes de los clubs se han convertido en gangstercillos de poca monta y la esperanza blanca del poder, ese hombre tan honrado que gestionaba sin meter la mano en el saco, ha descubierto que prefiere presidir el más turbio de todos ellos. Es nuestra semana de pasión laica, que ya dura cinco legislaturas.

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