Visualización de lo real
El Macba expone obras de 11 artistas nacidos en los setenta
El 8 de Abril en Barcelona se constituyó Ca L’Àfrica, una cooperativa de trabajo formada por 165 africanos, cuyo objetivo es utilizar los instrumentos legales para regularizar la situación de los inmigrantes y ofrecerles la posibilidad de trabajar en un marco legal. Su primer cliente es el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba), que empleará sus miembros en los servicios vinculados a la exposición La realidad invocable, abierta hasta el 31 de agosto.
De hecho, la creación de la cooperativa y la investigación y puesta en marcha de las estrategias legales necesarias para su funcionamiento constituyen Negro sobre blanco, el proyecto de la artista Nuria Güell, que en pocos años se ha dado a conocer por sus propuestas de corte político y reivindicativo. “Hemos concebido el proyecto como una maquinaria de empoderamiento”, asegura Güell. “Estamos arraigados en Cataluña y queremos que se reconozca nuestro esfuerzo y contribución. No venimos a mendigar, sino a denunciar que nuestra realidad nunca ha sido dignificada”, añade Kheraba Drame, presidente de la Federación Panafricanista de Cataluña. “Senegal, Mali y demás países no existen, los han inventados en la conferencia de Berlín para repartirse nuestro continente y perpetuar su dominio”, recordó Drame.
El proyecto de Güell es uno de los cinco producidos especialmente para la muestra con la que el Macba empieza su nueva etapa, el tan anunciado reset. De entrada la propuesta expositiva no parece alejarse mucho de la senda seguida por el museo hasta la fecha, habrá que ver si el programa de actividades paralelas conseguirá activar las 13 obras de 11 artistas nacidos en la década de 1970 y las dinámicas de interacción que el Macba necesita.
A partir de un tema tan amplio como lo es la realidad, la comisaria Montse Badia reúne diferentes aproximaciones, cuyo común denominador es la escala humana, la relación sutil a veces incluso ambigua con el entorno y la voluntad de abrir vías de investigación y reflexión. El abanico abarca desde un proyecto intencional y proactivo como el de Güell, a una propuesta conceptual de viejo estilo como el zócalo que Antonio Ortega ha colocado en las salas de exposición. Ortega, que lo considera, tal y como indica el subtítulo “Un intento de glosar el concepto de demagogia”, rescata un elemento no solo embellecedor, sino también protector, que ha sido desterrado del museo en base a consideraciones puramente estéticas. Mireia Sallarés desplaza la acción al espacio urbano, donde ha colocado un camión de venta ambulante de pizzas, que sirve como soporte para la proyección de una serie de documentales sobre temas relacionados con la privatización del espacio público. La muerte, otra realidad que nuestra sociedad hedonista prefiere maquillar, es la protagonista oculta del proyecto de Jill Magid, que ha pactado con una empresa la transformación de sus cenizas en un diamante y además ha convertido el contrato en una carta de amor. La otra cara de la moneda se plasma en la performance de Roman Ondák, protagonizada por un niño al que cada día su madre enseñará a caminar durante una hora en las salas del Macba. Dos vídeos de referencias de los años 70 de John Smith y Lutz Mommartz, junto con piezas de Rafel G. Bianchi, Jeremy Deller, Phil Collins y Enric Farrés-Duran, completan la selección.
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