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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La homilía

Málaga se puebla de esculturas religiosas y da la Medalla de la Ciudad a un colegio católico

En Málaga, a las reuniones para debatir el Plan General de Ordenación Urbana asistía siempre un representante de la Agrupación de Cofradías de la Semana Santa. Allí se sentaba, justo detrás de los técnicos y al lado de algún representante de los urbanizadores, constructores o de alguna asociación de vecinos. Su misión era la de estar atento a cualquier cambio urbanístico que imposibilitara o molestara el recorrido de los tronos. Sus peticiones eran tantas y tan bien atendidas por el equipo de gobierno que un edil de la oposición llegó un día a recriminarle al concejal de Urbanismo que “la ciudad no se podía construir a golpe de saeta”.

Aunque el PP lleva más de tres lustros gobernando Málaga, la anécdota ocurrió en los años de gestión del PSOE. El representante de las cofradías hizo bien su trabajo y el problema, de existir alguno, fue que, entre todos los colectivos sociales, los socialistas considerasen esencial la opinión de éstos en el debate sobre cómo diseñar el centro de la ciudad. Ni que decir tiene que la mayoría de los ediles, salvo contadas excepciones —el por entonces alcalde Pedro Aparicio fue una—, participaba activamente en la Semana Santa, donde los concejales se colgaban la medalla de la ciudad y desfilaban delante de los tronos junto a otras autoridades civiles y militares.

En Todo lo que era sólido, Antonio Muñoz Molina explica muy bien ese fenómeno que ocurrió en los primeros ayuntamientos democráticas: “Que la derecha española no se desembarazada de la reverencia servil a la iglesia católica no tenía nada de extraño, pero que la izquierda los abrazara con tanta convicción fue otra de las grandes sorpresas que nos deparó el cambio de los tiempos”. Este fenómeno, lejos de rebajarse, se multiplicó por diez con la llegada del PP al gobierno de la mayoría de las ciudades andaluzas.

Málaga, en los últimos años, se ha poblado de esculturas de religiosos y esta misma semana le han dado la Medalla de la Ciudad a un colegio católico. El alcalde, Francisco de la Torre, es famoso por el don de la ubicuidad. Es capaz de dar el toque de campana de un trono en casi dos sitios distintos a la vez. Aseguran que hubo un año que llegó a estar en las salidas, traslados y ofrendas florales de todas las cofradías malagueñas.

Todo esto viene a cuento de la polémica en torno al cardenal Rouco por su homilía en el funeral de Estado por Adolfo Suárez. Rouco hizo tan bien su trabajo como aquel representante de las cofradías en los debates del plan general de Málaga. El problema, de existir alguno, fue de quien decidió darle el protagonismo principal en el acto. Y construir con ello la democracia a golpe de homilía. @jmatencia

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