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Lecciones de corrupción

La obra "El tesorero" hace un retrato satírico de la corrupción en todas las escalas de la administración con especial atención hacia el 'Caso Bárcenas'

Sergio C. Fanjul
Un momento de la obra El Tesorero representada en la sala La Casa de la Portera.
Un momento de la obra El Tesorero representada en la sala La Casa de la Portera.Kike Para

La vida corrupta es la vida mejor: grandes comilonas, coches oficiales, cuñados enchufados, gran tráfico de sobres, televisiones al gusto, terrenos recalificados, trajes a medida y viajes con el cónyuge a costa de las arcas públicas, el dinero de todos. El corrupto es el héroe de nuestro tiempo, la figura en la que todos deberíamos querer vernos reflejados. El más listo.

Así que llega el nuevo ministro de Cultura dispuesto a partir la pana. Entre ingenuo y ladrón, entre la ternura y el asco, piensa que en el Gobierno se reparte bacalao igual que en la comunidad autónoma de la que viene, en la que, como director de la televisión autonómica, allanó el camino para las victorias electorales de su partido y escondió los tejemanejes de las cajas de ahorros. Su viaje iniciático en el robo gubernamental se relata en la pieza teatral El tesorero, escrita y dirigida por José Ignacio Tofé e interpretada por Mario Tardón (en el papel de este ministro de Cultura novato) y José Navar (que interpreta a otros tres ministros y al tesorero). Se puede ver en La Casa de la Portera hoy y todos los jueves de abril.

“Desde hace algún tiempo desayunamos, comemos y cenamos con la corrupción”, explica Tofé. “Yo me he preguntado cómo funciona esto en el tú a tú, cómo se organiza, cómo se hacen los tratos”. La obra, que en su intenso ritmo humorístico no da tregua a la carcajada durante alrededor de hora y cuarto, muestra los titubeos e intentos fallidos del nuevo ministro de Cultura (cuyo jefe de gabinete ya es su cuñado) a la hora de emprender sus desfalcos y, para empezar, ganarse su primer dinerito encargando un mastodóntico Museo de la Democracia a Riconsa (la constructora de suegro). “Este hombre es un animal político que ha mamado la política desde muy joven”, explica Tardón, “eso sí, carece de cualquier ideología más allá del afán de enriquecerse, que no es poco”.

En sus primeros momentos en el cargo, el novato se va entrevistando con otros ministros que, aunque interpretados por el mismo actor, responden a diferentes estereotipos. Un ministro de Agricultura que goza de la tranquilidad y la experiencia de haber pasado por varios ministerios, amante del buen jamón y la buena vida, un ministro de Hacienda triste, apocado y poco valorado que quiere llegar a conectar con un público joven a base de chistes malos y poemas absurdos, y un ministro de Economía que ya está por encima del bien y del mal y reparte sus ratos libres entre los videojuegos y la meditación transcendental. “Fue un reto interpretar a todos estos personajes con el mínimo cambio de vestuario”, explica José Navar, “así que tuve que aproximarme a ellos por sus personalidades, muy definidas. Que todos vayan con el mismo traje gris da una idea de que muchas veces los políticos casi son intercambiables. Y lo curioso es que estos personajes, aunque sean unos corruptos, acaban cayendo bien”. El que ya no cae tan bien es el último en aparecer y que, en palabras de Navar, es una mezcla de los cuatro anteriores: el tesorero. Si bien no hay una inspiración muy clara para el resto de personajes, el tesorero está claramente inspirado en Luis Bárcenas: lleva sobre los hombros un abrigo color camello de aire mafioso, practica el heliski y reparte sobres por doquier. Es el que manda de verdad.

Aunque todo esto esté basado libremente en el caso Bárcenas, nunca se nombra a ningún político ni a ningún partido: “Otros han estado en casos parecidos y creo que si esta obra se representase dentro de cinco años seguiría perfectamente vigente”, explica Tofé. “Aquí no contamos nada nuevo”, continúa, “solo satirizamos con un toque berlanguiano lo que cualquiera ha podido leer en los periódicos o escuchar en las chuscas escuchas que han salido en los juicios. Lo que hacemos es permitir al ciudadano reírse durante un rato de los políticos, igual que los políticos se ríen de él”. En este sentido, opina el director, a pesar de ser una producción off, sí que puede tener tirón comercial.

¿Será realmente así de chusca y sonrojante la realidad de los políticos corruptos? “La verdad”, concluye Tardón, “yo creo que nos hemos quedado cortos”.

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

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