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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Certificaciones

La política económica aplicada para salir del hoyo ha sido un completo fracaso

El presidente del Gobierno, un tanto prematuramente, ha certificado el final de la gran recesión en España. Una gran noticia si no fuera porque aparejado a este resultado se ha conseguido alcanzar el mayor volumen de deuda en relación al PIB de la historia y lo que es peor, unas tasas de pobreza insoportables. A estas alturas se puede certificar igualmente que la política económica aplicada para salir del hoyo ha sido un completo fracaso. Si hay que buscar culpables no sería justo dirigir todos los dardos hacia Rajoy. Habría que reservar algunos para Angela Merkel, o lo que es lo mismo para la Comisión Europea y el Banco Central Europeo, aunque este último en alguna ocasión se haya mostrado díscolo para bien.

Por otra parte, el final de la gran recesión no significa gran cosa, lo que puede corroborarse no solo en el magro crecimiento del último trimestre de 2013 (0,3%, recientemente revisado a la baja a un 0,2%) sino en las iniciativas que se van prodigando en distintos ámbitos, a la vista del poco músculo de las políticas nacionales, en un intento de dar respuestas a la situación angustiosa de estancamiento económico en que todavía nos encontramos.

Por ejemplo, tenemos por una parte al animoso G-20 que, con una serie de propuestas formuladas recientemente en su última cumbre, se ha fijado como objetivo aumentar el PIB del grupo un 2% adicional en los próximos 5 años. Un loable intento que no implica cuantificar objetivos por países y mucho menos obligarles a llevar a cabo medidas concretas. Por cierto, en el comunicado final de la cumbre se menciona el compromiso de avanzar en la lucha contra la evasión fiscal de las grandes multinacionales, a través de la erosión de la base imponible y el traslado de impuestos (BEPS en sus siglas inglesas). Un objetivo que ya se planteó a mitad de 2012 si no recuerdo mal.

Entretanto madura este compromiso, empresas de la era digital facturan desde Irlanda servicios prestados en territorio español y trasladan los beneficios a las Bermudas, sin que la hacienda española arañe ni un solo euro. Todo perfectamente legal. Como se ve los nuevos objetivos van tapando los viejos, que siguen sin cumplirse. Pero a lo que íbamos, esta nueva iniciativa que no obliga a nada ni a nadie, no deja de ser un claro exponente de la preocupación por la debilidad del crecimiento que persiste sobre todo en la Unión Europea.

Esta inquietud no solo se expresa en los organismos supranacionales. También en el ámbito regional la sensación de asfixia dirige la atención hacia terrenos no abonados desde hace mucho tiempo. Es el caso de la Comunidad Valenciana, donde la pobreza y el desempleo rebasan claramente el promedio nacional. Últimamente se palpa en el ambiente una cierta intensificación del anhelo por conseguir una reindustrialización efectiva de nuestra economía, presentándose con nuevo envoltorio propuestas metodológicas tradicionales que incorporan el territorio y la tecnología como variables fundamentales para la recuperación del tejido industrial, o propugnan la necesidad de un enfoque multiregional para reactivar la reindustrialización y con ella el desarrollo y la generación de riqueza.

Nuevas formas de exteriorizar asignaturas pendientes que de manera más o menos latente siempre han estado ahí, y que resurgen de modo discontinuo con un cierto dinamismo, en este caso como respuesta al fracasado modelo de desarrollo todavía vigente y al sombrío panorama que se avizora.

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Son propuestas que pretenden complementar la acción de un gobierno nacional sobrepasado por una deuda cada vez mayor, un riesgo de deflación que merma notablemente sus posibilidades de devolución y que, en definitiva, no está en condiciones de formular una política económica con los suficientes grados de libertad como para activar el crecimiento, único remedio para todos nuestros males. Por su parte, la Comisión y el Banco Central Europeo, con capacidad para modificar esta situación, aplican políticas que, pretendiendo satisfacer los intereses acreedores de países como Alemania, cercenan toda posibilidad de crecimiento en el conjunto de la eurozona, perjudicando finalmente a todos sus miembros, incluido la propia Alemania.

No lo duden, es el proceso de toma de decisiones en el marco institucional de la Unión Europea el que no funciona o funciona de forma asimétrica bajo la influencia de intereses que no son los del conjunto de la Unión Europea. Lo mismo puede decirse de otros organismos, sucedáneos de una supuesta gobernanza global, como el G-20. Y por lo que parece, no se atisba aquí ningún cambio, a menos que la situación económica actual se deteriore aún más, cosa que no puede descartarse totalmente. Estaremos atentos.

Juan Usach es doctor en Economía

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