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La copla también puede ser naif

María Rodés explora otra vía del folclore en su nuevo disco

La cantante barcelonesa María Rodés.
La cantante barcelonesa María Rodés.

A mediados de los años sesenta, las masas conocieron la copla Tengo miedo a través de la interpretación de una afectada Rocío Jurado. Casi cinco décadas después, la pujante cantautora María Rodés (Barcelona, 1986) se aproxima a la misma canción y la despoja de ese histrionismo tan propio del género. Donde antes había grandilocuentes arreglos orquestales y una interpretación cargada de teatralidad, en el disco María canta copla, el acercamiento al género de la catalana, hay arreglos sutiles con guitarras eléctricas, teclados, capas de voces angelicales y una forma de cantar casi entre susurros.

“A mí también me ha sorprendido”, recalca la propia Rodés en la cafetería de un céntrico hotel madrileño. “Quería acercarme al mundo folclórico de alguna forma y he escogido la copla porque he sentido un vínculo con esta música. Cuando empecé el proyecto estaba huyendo de una cierta crisis, quería salir del dramatismo de las letras de las canciones que componía yo, de acabar siempre hablando de cosas tristes o de quejarme. Me sentía un poco egocéntrica escribiendo. Y di con la copla, que es justamente toda una exageración de lo que estaba huyendo”. Hasta ahora, esta cantautora de “culo inquieto”, según ella misma se clasifica, facturaba una suerte de neo-folk delicado y onírico. Ahora, en un ejercicio de estilo, lleva a su terreno standards del folclore patrio como Tatuaje o Ay pena, penita, pena. “Lo que hago, al final, no es tan distinto de lo que hacía esta gente. No deja de ser música pop, aparentemente sencilla, con canciones inspiradas por la pena, la soledad, la frustración. No dejo de ser una coplera actual. No a nivel musical, pero sí como concepto”, asegura.

La idea era acercarse al género, actualizar el sonido, pero sin pasarse de moderno. Hay sintetizadores, es verdad, pero también guitarras españolas, bandurrias y hasta castañuelas. “Mucha gente pensaba que haría algo más contemporáneo, más posmoderno y con más ironía. Una parte del disco remite a lo folclórico, pero también hay instrumentos que no hubiera metido en mis otros trabajos. Quería que convivieran estos timbres con lo nuevo, como un equilibrio entre los dos mundos”.

El oyente actual apreciará algo de humor y sarcasmo, asegura, en letras tan moralistas como la de Las manos vacías, popularizada por Lola Flores —“Un día alguien te preguntará por tus obras buenas y llorarás con pena al ver tus manos vacías”, reza la canción—. “Me hace gracia”, reconoce la intérprete. “Me lo tomo con humor. Luego te das cuenta de que la copla la cantaba todo el mundo”. A quitarle hierro al asunto, por cierto, contribuye también la voz de Albert Pla, que colabora como el marinero que coprotagoniza la emblemática Tatuaje, aquí con un toque mediterráneo. Y todo ello sin necesidad de recurrir a la teatralidad propia del género. “Me interesaba más el contraste entre unas letras que tienen tanto peso que no necesitan exagerarlas, no hace falta añadirles efectismo, no me salía de dentro. El contraste entre una voz más moderada y unas letras tan pasionales era lo que me parecía atractivo”.

Si la cantante y compositora ha decidido acercarse a un género tan popular y pintoresco no ha sido, admite, con la intención de recuperar unas canciones al borde del olvido. Lo suyo en este sentido está más cerca de propuestas de otras artistas como Las Migas o Silvia Pérez Cruz. Curiosamente, todas ellas de origen catalán. “Creo que hay algo natural en ello”, asegura. “Para encontrar algo más tuyo y más personal hace falta mirar más lo que tienes alrededor. Si no, es como anular tus raíces”. A fin de cuentas, se trata de husmear entre un cancionero y sentirte identificado. “Me atraía la imagen de mujer torturada. Es que soy un poco dramática en mi vida. Mejor dicho, transito por el drama, aunque luego soy alegre. Por eso he conectado tanto con la copla”.

María Rodés. Hoy jueves a las 22.00 en el Teatro del Arte, calle de San Cosme y San Damián, 3. 14 euros en taquilla.

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