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La perpetua pretemporada del Deportivo

El técnico explora la manera de extraer rendimiento al equipo mientras la presión por los resultados crece

El Deportivo lleva cuatro meses en puesto de ascenso a Primera, ha ganado tan sólo cinco de sus últimos quince partidos y en el último mes y medio incorporó a su plantilla seis futbolistas, algunos de ellos recuperados para el fútbol tras una larga inactividad. Abocado a realizar varias pretemporadas en plena campaña, el técnico explora a mediados de marzo cual es la mejor manera de extraer rendimiento al equipo mientras la presión por los resultados crece y un sector de la grada empieza a apretar. El pasado sábado ante el filial del Barcelona el plan consistió en agrupar en el campo a los tres magníficos centrales del equipo, arroparlos con dos laterales y agregar por delante dos mediocentros, uno de ellos con marcada vocación defensiva. En ocasiones nada es lo que parece. Ya hubo equipos, incluso el propio Deportivo, que generaron bajo este libreto un brillante fútbol de ataque. No fue el caso. Lo que presenció Riazor fue una ración de orden y esfuerzo para arañar un punto. Bueno sería valorarlo en una categoría en la que los rivales directos parece que dicen “sube tú, que a mí me da la risa”.

Con partidos así resulta entre complicado y tramposo atreverse con una valoración porque ésta se encauza siempre a través del resultado. Un gol visitante hubiera convertido las decisiones de Vázquez en ridículas; un gol local le señalaría ante muchos como un consumado estratega. Si aún así acudimos al recuento final de oportunidades, el Barcelona B tuvo alguna opción de marcar más clara que el Deportivo, pero éste fue a más, se ajustó, siempre con más intención que ideas, a medida que transcurrió el partido y acabó arriba, detalle que no es nada accesorio porque refresca el mejor tramo de esta campaña, aquel en el que nadie le hacía daño en los últimos treinta metros. Cada uno pelea con sus armas y las del equipo de Vázquez ya ha quedado claro que no son las del manejo y la combinación. Lo paradójico es que a doce jornadas del final el debate se centre en el estilo, que los silbidos empiecen a afear la propuesta del equipo por extraña que resulte la sensación de tener el ascenso a tiro y enfrentar a un rival con una respuesta que durante largos minutos tuvo que ver con la persecución.

Quizás se haya llegado a un punto en el que la aceptación es mejor que la repulsa, en el que lo peor que le puede ocurrir ahora mismo al Deportivo es que Riazor empiece a pesar más que a empujar. En ese sentido se agradece la firmeza del entrenador. Equivocado o no, su discurso tras el partido quiso reforzar el trabajo realizado. Nada de lo sucedido le había sorprendido, reveló Vázquez. En realidad el guión se repitió porque el problema persiste y no es una cuestión de dibujos tácticos, de centrales o delanteros: falta último pase porque el talento preciso para filtrarlo apenas se vislumbró en fogonazos como el de Juan Carlos, curiosamente uno de los más discutidos, en el primer gol al Hércules. No lo había con Culio, que dominaba otros aspectos del juego, y tampoco sobran alternativas. Ante el Barcelona B las llegadas se fomentaron por las bandas, entregadas además por el rival. Pero desde la derecha se centró mal y en la izquierda operaba un diestro. La impresión es la de que a estas alturas el técnico empieza a dar por perdida la parcela central y fiará la suerte del equipo a recuperar la firmeza atrás (el equipo venía de encajar gol en las seis jornadas precedentes a la del pasado fin de semana) y a buscar las llegadas al área rival sin excesivos alardes, con más concreción que recovecos, aprovechando además la fortaleza en la estrategia ofensiva. Por ahí cabe entender la incorporación de Ifrán y los galones a los centrales. Puede que haya caminos más gratos, pero si se alcanza el destino ansiado nadie se parara a escrutar como fue el trayecto y sí quizás el mérito de un equipo que el 31 de julio se levantó del coma para volver a la vida y desde entonces no ha dejado de reconstruirse.

 

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