_
_
_
_
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Las primarias que dieron tiempo

El PSPV ha ganado una tregua. Lo difícil ahora es construir una alternativa

Jorge Galindo

Este pasado fin de semana hemos sido testigos de un ejercicio de contorsionismo político interesante. Un partido que lleva años de descomposición y faccionalización interna ha empleado un mecanismo de desunión y de exposición a la crítica exterior para salvarse. Lo asombroso es que nada parece indicar que la jugada le haya salido mal. Una participación elevada y la ausencia de fraccionalización tras la derrota es lo que ha quedado tras el ejercicio de primarias abiertas llevado adelante por los socialistas valencianos. Esta paradoja se comprende mejor si la elección se lee como una forma de incrementar la participación y cerrar filas en lugar de abrir debate.

El PSPV se ha pasado más de una década dedicado a convertirse en una versión pequeña, mezquina y valenciana de Juego de Tronos: familias, subfamilias, herederos e hijos políticos (legítimos y bastardos) que se han asestado decenas de puñaladas cruzadas. Todo por las migajas que podían recoger a los pies de la mesa del dominante Partido Popular. Entre lo bien que iba todo en la burbuja y lo patético que resultaba el resultado desde la barrera, votantes y allegados fueron alejándose del puño y la rosa. Cuando todo estalló, el PPCV fue perdiendo pie porque la ilusión clientelar se deshizo. Pero los socialistas valencianos no parecían capaces de traducir esto en unificación y remontada. Los resultados de 2011 fueron poco menos que dramáticos, y la división interna no estaba ni tan siquiera cerca de resolverse. Pero la ventana de oportunidad se ha seguido abriendo a medida que las encuestas han venido a confirmar que un tripartito podría desbancar al centro-derecha. Llegado a un punto, para los socialistas la situación se convirtió en un ahora o nunca. El espacio para la mezquindad se mantiene solo mientras cotas más altas no se vislumbran.

En tal situación, unas primarias no parecían una forma idónea de escalar. Al fin y al cabo se trataba de una escenificación de la lucha dentro de una organización que no andaba corta de rivalidades expuestas. Pero cuál era la alternativa: reproducir el proceso de cuchilladas internas no parecía halagüeño. Ante esta disyuntiva, la dirección ha optado por unas primarias abiertas pero de escasa confrontación. Se marcó un objetivo que es, de hecho, el leitmotiv de toda la campaña del Secretario General: incluir, incrementar, sumar. En otras palabras: se trataba de la participación. Escoger al candidato les daba, creo, igual (y aquí los malévolos añadirán: siempre que fuese el Secretario General; y yo no sabré cómo negarlo).

No hay manera de comprobarlo, pero los socialistas afirman que han conseguido multiplicar por dos o por tres la cantidad de militantes y simpatizantes. De todas estas nuevas incorporaciones, un 83% votaron, hasta 54.000, una cifra muy respetable. Lo que mejor explica el porqué tanta gente ha acudido a expresar su opinión a las urnas socialistas es que ese era precisamente el objetivo del partido. Los militantes más comprometidos se han pasado días yendo puerta a puerta en sus barrios y en sus pueblos para ganar adeptos. La movilización ha llegado, por eso, allá donde había una plataforma fuerte e implantada de militancia. Lo cual, por descontado, depende en última instancia de dónde dispone de más poder la cúpula de Blanqueríes. Los resultados han ido paralelos: el patrón de voto ha sido, al parecer, más de agrupaciones en bloque que de división dentro de las mismas. Durante la campaña el poco contraste entre candidatos ha sido la tónica general. El debate de ideas y propuestas, escaso o nulo. Y el resultado final, masivamente favorable al Secretario General.

El PSPV ha conseguido que la ventana de oportunidad se quede abierta. Es imposible saber ahora si las primarias funcionarán como movilizador de votos. Poco conocemos de esos miles de militantes y simpatizantes nuevos y su nivel de implicación con un proyecto que aún no está conformado. Los socialistas han ganado una tregua. Ahora es cuando llega lo difícil: es el momento de construir una alternativa creíble que atraiga a los perdedores de esta crisis sin caer en las promesas vacías. No hay nada en las primarias que vaya a hacer más fácil esta tarea. Solo se ha ganado tiempo.

Jorge Galindo es investigador del Departamento de la Universidad de Ginebra y fundador de Politikon

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Jorge Galindo
Es analista colaborador en EL PAÍS, doctor en sociología por la Universidad de Ginebra con un doble master en Políticas Públicas por la Central European University y la Erasmus University de Rotterdam. Es coautor de los libros ‘El muro invisible’ (2017) y ‘La urna rota’ (2014), y forma parte de EsadeEcPol (Esade Center for Economic Policy).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_