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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Días de luto por la democracia

Lo ocurrido en los dos días posteriores al 11M fue una derrota para la democracia a causa de la división política

Francesc de Carreras

Tras la dictadura de Franco, la democracia española ha sido puesta a prueba varias veces pero nunca ha sido destruida, sólo maltrecha. En sus primeros años, el mayor desafío fue el terrorismo, después la amenaza militar. Un tiempo más tarde, de forma más difusa, la corrupción, caldo de cultivo que genera desconfianza en los partidos y en los políticos, con la democracia al fondo. Probablemente este sea ahora el mayor peligro. Quizás hay dos momentos críticos que sobresalen: el 23-F de 1981 y el 11-M de 2004. Aquí trataremos del segundo, al que añadiremos los dos días posteriores, días de luto para las víctimas directas pero también días de luto para nuestra democracia. Recordaré mi experiencia de aquellos funestos 11, 12 y 13 de marzo. Al final del artículo, lo compararé con el 23-F.

Nos sobresaltamos a primeras horas de la mañana del jueves con la noticia de la tragedia. En las horas siguientes fuimos comprobando su espeluznante magnitud: los muertos por la acción terrorista no cesaban de aumentar hasta cifras insospechadas. Poco más tarde, las primeras reacciones institucionales. Recuerdo una solemne declaración de Ibarretxe condenando a ETA, asimismo una similar de Carod-Rovira, entonces vicepresidente de la Generalitat. También un significativo comentario de Otegui en el mismo sentido. El Gobierno de Aznar, por supuesto, en posición idéntica.

A las doce del mediodía tenía el compromiso de pronunciar una conferencia en una universidad barcelonesa. Tras unas palabras de condena y de solidaridad con las víctimas, todo transcurrió con normalidad. En la comida con los organizadores nadie dudaba que el autor de la masacre era ETA, pocos días antes la policía había encontrado un alijo de dinamita capaz de ocasionar un atentado como el de Atocha.

Llego a casa y encuentro una llamada de La Vanguardia para que escriba un breve comentario a entregar antes de las ocho de la tarde. Doy las culpas a ETA y lo envío. Me telefonean más tarde diciendo que cobra fuerza la hipótesis islamista: introduzco, con escepticismo, unos pequeños cambios. Me vuelven a llamar diciéndome que el ministro Acebes ha dado la noticia del hallazgo de un ejemplar del Corán en árabe en el interior de una sospechosa camioneta Kangoo. Introduzco esta vez correcciones sustanciales y contemplo las dos posibilidades: terrorismo etarra y terrorismo islámico. El artículo más modificado de toda mi vida.

El viernes la confusión aumenta, el Gobierno ya contempla las dos hipótesis pero la islamista cobra cada vez más fuerza. En la manifestación convocada en Barcelona se pide que el Gobierno confiese la verdad —¿la sabía?—- y se acusa a Aznar de ser el responsable indirecto de la matanza por la participación de España en la guerra de Irak. Dos ministros - Piqué y Rato - deben huir del acoso de la multitud por un parking subterráneo, siendo abandonados por el resto de políticos asistentes: mal van las cosas.

Al día siguiente, sábado, jornada de reflexión electoral, el candidato Mariano Rajoy, hace declaraciones políticas. Las cosas van a peor: eso no es propio de un día de reflexión. Al mediodía, el ministro Acebes informa que la policía ha detenido a cinco islamistas sospechosos de cometer el atentado. El Gobierno parece admitir su error inicial, todo parece mejorar. Pero no es así. A última horas de la tarde, se producen concentraciones de protesta ante las sedes del PP. Mi mujer y yo, desolados por el transcurso de esta anómala jornada de reflexión, esperamos una anunciada declaración de Rubalcaba, portavoz del PSOE, con la convicción de que condenará el acoso a las sedes del partido del Gobierno. Nos defrauda profundamente: les incita a seguir ahí. A pesar de las detenciones recientes, considera que el Gobierno miente. A la mañana siguiente elecciones.

Fueron días de luto por la tragedia, todos sentimos una pena infinita por las víctimas, muertos y heridos, familiares y amigos. Pero fueron también días de luto por la democracia. El grave error de Aznar fue no convocar la misma mañana del jueves 11 a los demás partidos para adoptar hasta el día electoral una posición conjunta: hay que hacer frente al terrorismo como un problema de todos, sin fisuras, no un instrumento de lucha política.

Algunos ministros —entre ellos Rajoy— se lo aconsejaron y Aznar no hizo caso. El error del PSOE y de su entorno mediático fue aprovechar la ocasión para echar al Gobierno la culpa del atentado a causa de la colaboración de España en la guerra de Irak, algo que después se ha comprobado que es falso, y no instar su portavoz la retirada de los concentrados en los aledaños de las sedes populares horas antes de que se abrieran las urnas.

La democracia perdió las elecciones. Diez años después todos deberían admitir sus errores. Lamentablemente no creo que así sea. El 23-F constituyó un triunfo de los demócratas frente a quienes pretendían derrocar la democracia. El 11-M y los dos días siguientes significaron la derrota de los demócratas a causa de su división.

Francesc de Carreras es profesor de Derecho Constitucional.

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