Como vaca sin cencerro
Concluye la Valencia Fashion Week con un regusto a la famosa frase de Chus Lampreave en la película de Almodóvar
Tres jornadas. 10 desfiles. Dos escaparates. Tres performance comerciales. Un par de conferencias. Y la extraña sensación de andar rumbo a alguna parte. No sabemos muy bien adónde ni por qué. Deambular como “vaca sin cencerro” que espetaba la gran Chus Lampreave en esa mítica escena de La flor de mi secreto, de Pedro Almodovar.
Hay momentos en que la Valencia Fashion Week parece una versión chanante de Cibeles y otros en los que la creatividad de los diseñadores ve la luz -de flash- al final de la pasarela y sacan buen partido (formal) a lo escueto de su presupuesto para exhibir una clara voluntad de estilo. Moverse para no estar parados. Move on.
La moda patria vive tiempos paradójicos: cuando todo parece confabularse para que las cosas sean más complejas y enrevesadas que nunca, no dejan de aparecer propuestas de diseñadores con un potencial brutal para seducir al público. Colecciones que no piden disculpas a los castradores criterios de mercado y otras que los hacen suyos y los superan notablemente.
Renovación y emoción. Brotes como Juan Vidal, Paolo Coppolella, Drago Krasimirov, Miguel Vizcaíno, Siemprevivas, han surgido del vivero de la Valencia Fashion Week. Germinan, maduran y vuelan a otros umbráculos. Es ley de moda. Por eso se nos ha quedado cara de póquer al comprobar la desaparición del calendario oficial de la Zona D, esa plataforma de nuevos talentos y que se había configurado como uno de los apartados más interesantes de esta semana de la moda. Y ahí residía el verdadero diferencial con otras pasarelas, el de semillero. Pues eso.
Girl power
Al turrón. Bibian Blue sigue empeñada en introducir el corset en el armario femenino, eso sí despojándolo de su poder fetichista y, snif, lúbrico. En la tercera y última jornada de esta pasarela mostró una colección más onírica y simbólica “inspirada en ese gran espectáculo de luz creado en el cielo por la naturaleza, la Aurora Boreal” en palabras de la diseñadora. Los volúmenes ganan en sofisticación y en las texturas destacan la piel, el cuero, el saten y, rematando el look, las dramáticas plumas. La combinación de colores y prints nos retrotrae más a los mundos fantasiosos de George R. R. Martin que al erotismo pulp del steampunk.
A continuación, Eugenio Loarce bucea, sin asideros, en los archivos icónicos del vestuario de la danza para su colección otoño/invierno, Cisne. El diseñador ha recurrido “de puntas” a las delicadas bailarinas (de extenuación expresiva) y su contundente presencia escénica. Con una elaborada costura y meticulosa atención a los detalles, Loarce pone el énfasis en los cortes entallados y en las estructuras de las prendas.
Salta del blanco más clásico, que amplifica el alcance de la metáfora dancística, al canalleo de los dots en sus piezas más teatrales. Los vestidos y siluetas se dibujan muy femeninas como prolongación del body art. El resultado unas bailarinas gentiles que exhalan sexualidad (bastante) reprimida.
Cerró está última jornada la diseñadora Virtudes Langa y su First Lady, una presentación que exhibe una mujer fuerte y elegante. Langa usa como dispositivo formal la estética de finales de los 50 principios de los 60. Un trabajo bañado en tonos negros, grises y crudos con un remate de estampado floral.
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