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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Una comedia pesada

¿Qué podría hacer Cantó ante el desdén de los suyos?

Con lo estupendo que habría sido contar con el bonito Toni Cantó como presidente de la Generalitat y parece que no va a poder ser así, acaso debido a los recelos de su partidito. Lástima, porque de ese modo nos perdemos varias toneladas de carcajadas, tanto en vivo y en directo como en las redes sociales, sobre todo cuando se daba por hecho que en tal caso abundarían las visitas de la risueña Rosa Díez a esta tierra abandonada de Dios, con lo que el jolgorio valenciano podría llegar al fin hasta el Parlamento Europeo, y quién sabe si sus mandatarios no habrían dictado un edicto o lo que sea para impedir de una vez que los políticos acogidos a tan lluvioso paraguas dejen por fin de reír ante las cámaras antes de asegurarse de que portan las navajas de mariposa en el bolsillo al adentrarse en sus alegres despachos. ¿Y qué podría hacer Cantó ante el desdén de los suyos? Pues aliarse con Albert Rivera y juntarse con Arcadi Espada y Albert Boadella a fin de poner en pie otro partidito resuelto a valencianizar a Cataluña, ni más ni menos.

Por otra parte, es indignante que a Juan Cotino, más papista que el Papa y que El Bigotes juntos, cultivador de caquis en sus horas libres, intenten hacerle chantaje a cuenta de un vídeo en el que no saldría muy favorecido. ¡Pero si el hombre es un pedazo de pan! Indignante, sí, que algún chalado trate de extorsionar a personaje tan tocado por la mano de Dios. Pero incomprensible que el autor de esa vileza, ya condenado y apresado, fuera una chapuza tal que ha forzado a la juez del caso a investigar a santo de qué otra persona denunció el caso en nombre del señor de los caquis callando que la víctima del vídeo en cuestión no era otra que el mismísimo Cotino. Ocurre también que el presidente de nuestras Cortes fue citado como testigo, pero el hombre de Dios prefirió no acudir, acaso por si acaso. No acaba aquí el misterioso culebrón, ya que el denunciante del asunto en nombre de Cotino es conductor de ambulancias de la Consejería de Sanidad, y afín al PP. Cuánta bruma marinera.

Más satisfactorio para todas las almas buenas es saber que el exconsejero de tantas cosas (la última, por ahora, de Solidaridad) ha podido demostrar su inocencia como actitud vital en el juicio que se le sigue por otra chapuza de nada en una Nicaragua sin posibles. Nada menos que una pobre inmigrante sin papeles, convocada como testigo por la defensa del imputado, ha declarado en el proceso algo así como que el acusado era tan buena persona que un buen día se lo encontró y que le proporcionó ni más ni menos que el número de su móvil particular (en referencia al teléfono, claro) a fin de que pudiera contactar con él directamente para cualquier cosa que pudiera necesitar. Lástima que esa curiosa disposición se complicara después con llamadas de secretarias hablando de asuntos algo más turbios. Lo cierto parece ser que a la pobre mujer se le ofreció un trabajo en una empresa de limpieza, que no llegó a firmar contrato, que la tal empresa estaba vinculada con Tauroni. Tanto es lo que había que limpiar.

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