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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Al final del bosque

Hermoso, íntimo, rudo y tierno es 'L’esperança de vida d’una llebre', el último espectáculo de la compañía de danza de Mal Pelo

Hermoso, íntimo, rudo y tierno es L’esperança de vida d’una llebre, el último espectáculo de la compañía de danza contemporánea Mal Pelo, que se puede ver en el Mercat de les Flors hasta el domingo. El hechizo visual que destila esta compañía invita al espectador en esta ocasión a realizar, junto a sus cinco protagonistas, un viaje hacia el otro lado de un bosque imaginario: la vida, donde espera la muerte. Es un viaje sereno de renuncia y aceptación.

Tomando como excusa la relación entre un anciano cazador (Pep Ramis) y un rebeco viejo (Enric Fábregas), Mal Pelo nos propone una reflexión sobre la soledad, el amor y la muerte. Hombre y animal, verdugo y víctima, entablan un intenso diálogo en que cada uno vomita en escena sus miedos, sus anhelos y sus íntimos secretos.

D'UNA LLEBRE

L’ESPERANÇA DE VIDA

De Mal Pelo. Dirección de María Muñoz y Pepe Ramis. Mercat de les Flors, Barcelona. Hasta el domingo

Los textos de L’esperança de vida d’una llebre, inspirados en obras de Erri De Lucca y María Zambrano, son de una gran expresividad y se conjugan con el rico vocabulario coreográfico en íntima comunión. El gesto rudo, incluso feroz en ocasiones, contrasta con la poesía que emana de las palabras. “El amor es un animal que se esconde, y cuando sale de su refugio te muerde”, grita el viejo cazador contemplando a la mujer amada que nunca poseyó; un magnífico fragmento de baile a cargo de Federica Porello y Pepe Ramis.

El sugestivo espacio escénico creado por Ramis y Jordi Galí, a base de 40 árboles suspendidos, y las atractivas luces de August Viladomat, que trenzan sinuosos paisajes de claros y sombras, junto al brillante espacio sonoro creado por Fany Thollot con la colaboración de la compositora y cantante tunecina Alia Sellami y la cantante valenciana Quiteria Muñoz convierten a este espectáculo en un deleite para los sentidos. Una única objeción a la pieza sería que son tantas las ideas que se apuntan y que no llegan a desarrollarse que el espectador pierde a veces el hilo conductor.

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