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Escarbando en lo más pequeño

El Instituto Imdea Nanociencia, recién inaugurado en el campus de Cantoblanco, reúne a científicos dedicados a sacar conclusiones en las diminutas profundidades de lo atómico

Sergio C. Fanjul
Uno de los complejos instrumentos que desentrañan las dimensiones más minúsculas de la materia, en el Imdea Nanociencia.
Uno de los complejos instrumentos que desentrañan las dimensiones más minúsculas de la materia, en el Imdea Nanociencia.SANTI BURGOS

“Hay mucho espacio al fondo”, decía el excéntrico premio Nobel de Física Richard Feynman, refiriéndose al mundo de lo más pequeño, esa escala microscópica de la realidad donde los átomos y las moléculas se rigen por las extrañas leyes de la Mecánica Cuántica. La nanociencia, cuyas posibilidades ya preveía Feynman en 1959, es la ciencia interdisciplinar, ya desarrollada, dedicada a manipular los átomos para conocer más de su naturaleza y, cómo no, sacarles provecho.

En el Instituto Imdea Nanociencia, cuya flamante nueva ubicación en el campus de Cantoblanco se inauguró oficialmente el pasado día 13 (aunque el proyecto está en marcha desde 2007), científicos de diferentes partes del mundo se afanan en escarbar en las diminutas profundidades de lo atómico. “Aquí trabajamos físicos, químicos, biólogos o médicos sobre los mismos objetos, aprendiendo cada uno de los puntos de vista y tecnologías de los otros”, explica el director Rodolfo Miranda, a la sazón catedrático de Física de la Materia Condensada de la Universidad Autónoma de Madrid. “Formamos equipos”, continúa, “como quien forma un equipo de fútbol, necesitamos un físico o un biólogo, igual que se necesita un portero o un defensa central. Y queremos ganar la Copa del Mundo”.

Un científico en el laboratorio instalado en el campus de Cantoblanco.
Un científico en el laboratorio instalado en el campus de Cantoblanco.santi burgos

Lo que se hace aquí es investigación básica, pero con un propósito: “La investigación aplicada se ocupa de los problemas de hoy, pero nosotros escuchamos los requerimientos de las empresas en el medio plazo, cinco o diez años, e intentamos traducirlos a la ciencia que hay detrás para que excite a nuestros investigadores”. Digamos que tratan de aunar los dos motores de la actividad científica: la pura curiosidad y la futura utilidad.

Una de sus líneas de investigación se dedica a la lucha contra el cáncer utilizando nanopartículas: “Son objetos muy pequeños, de unos pocos miles de átomos”, dice Miranda, “que se recubren de moléculas que reconocen las superficie de las células tumorales, de manera que las células tumorales se las comen. Después aplicando campos magnéticos podemos calentar la nanopartícula y eliminar esa célula”.

Las investigaciones abordan desde el cáncer hasta la detección del dopaje

También trabajan en desarrollar células solares con materiales orgánicos, que serían más eficientes y tendrían varias ventajas: “Por ejemplo, podrían impregnarse con ellas prendas de ropa, tiendas de campaña, o paredes de edificios, serían flexibles y baratas de producir”, cuenta el director, “se trata de reproducir el proceso de la fotosíntesis para producir energía”. O, financiados por la Unión Europea, en crear potentes imanes sin necesidad de utilizar las llamadas tierras raras: “El 99% de la producción de estos elementos es controlada por China, que decide el precio y la cantidad que ofrece. Como utilizamos imanes por todas partes, si China decidiese cerrar el grifo, pararía toda nuestra tecnología”.

Otras líneas ahondan en cosas como la detección del dopaje de los deportistas de una manera distinta o en el llamado material del futuro, el grafeno, que consiste en una capa monoatómica de carbono con propiedades prodigiosas: es más duro que el diamante y a la vez flexible, es buen conductor del calor y la electricidad, ligero y trasparente. Parece estar llamado a revolucionar la tecnología. “Curiosamente nosotros llevábamos tiempo produciendo grafeno por accidente antes de que se identificase”, cuenta Miranda, “se formaba sobre la superficie de metales y cada mañana lo eliminábamos. No supimos ver lo que teníamos entre manos”. Pero nunca es tarde, el IMDEA Nanociencia ha puesto en marcha 51 proyectos de investigación sobre el grafeno, implicando a más de 30 empresas.

El centro, que alberga 44 laboratorios, está financiado por la Comunidad de Madrid y el Ministerio de Economía e Innovación, y empresas privadas participan económicamente en los proyectos. Las instalaciones, en las que se ven enormes microscopios de efecto túnel, espacios aislados de vibraciones, laboratorios de nanoóptica o síntesis química, o salas de aire purificado a las que hay que acceder con trajes de protección, pueden ser visitada por el público general, colegios o institutos previa solicitud. “Nuestros conciudadanos tienen que percibir, como se percibe en otros países, que la ciencia produce bienestar y riqueza y que es importante para su futuro y el de sus hijos”, opina Miranda, “así pedirá a sus políticos que apuesten por ella”.

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

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