Reformar la Generalitat
Pareciera que el único problema de nuestra Administración es si está o no correctamente dimensionada al dinero disponible
Tampoco este año los Reyes de Oriente nos han traído una reforma estructural de la Generalitat valenciana, de sus dimensiones, de su estructura organizativa, de su despliegue territorial, de la manera en que selecciona a su personal o de las reglas que disciplinan la forma en que actúa. Hay que concluir, pues, que hemos sido malos, una vez más. O más bien, que seguimos siendo incapaces de evaluar hasta qué punto parte de los problemas que tenemos tienen que ver con los modos de funcionar de nuestro sector público (así como del sector privado, pero ése es otro tema) que una sociedad con pulso estaría, a estas alturas, discutiendo y cuestionando con intensidad. No es, desgraciadamente, el caso. Quizás es que antes que “malos” en un sentido ético (cada cual puede opinar como guste respecto de las congénitas diferencias de calidad moral de los valencianos respecto del resto de españoles, europeos o incluso seres humanos) lo que está claro es que lo somos en el sentido de ser no muy competentes en esto de la participación en el debate cívico sobre lo público. Es cierto, también, que casi todo en la vida es una cuestión de práctica. Y lo que es a nosotros, pues no, no nos han dejado practicar mucho que se diga.
Desde hace tres décadas, sin embargo, disponemos de una Administración propia y, con ello, no sólo de la excusa sino de la obligación de tratar de hacerla nuestra y de colaborar en su mejor configuración al servicio del interés de todos. Que en su momento, por falta de costumbre y por las prisas inherentes a la necesidad de ponerla en marcha, no pensáramos demasiado en cómo sería mejor y más útil la Generalitat es hasta cierto punto comprensible. Entre eso y que el sistema se basó en transferir servicios y personal que ya existían (estatales) a una nueva organización (autonómica) se explica fácilmente que el perfil de la Administración autonómica valenciana, a pesar de haber nacido en los años ochenta del siglo XX, tuviera un inconfundible sabor decimonónico. Se perdió en su día la oportunidad de experimentar, innovar… o simplemente de copiar modelos de gestión y organización públicas más modernos. Pero quizás arrastrar lo que ya había era lo único posible, siendo realistas, en ese momento.
Más severa tiene que ser la evaluación respecto de la evolución del invento, que ha madurado exacerbando esos vicios. Por no mencionar la perplejidad que genera el que estos años de crisis no se haya incoado debate alguno sobre la conveniencia de cambiar en profundidad desde un punto de vista organizativo-burocrático, en todos los sentidos, la Generalitat. La discusión, en su caso, está enmarcada en si hay que recortar o no. Ya está. Nada más. Pareciera que el único problema de nuestra Administración es si está o no correctamente dimensionada al dinero disponible. Que, por cierto, es obvio que no lo está. Al menos, no mientras la financiación autonómica sea la que es, aunque es también verdad que sería muy sencillo que lo estuviera con un reparto más justo y una presión fiscal europea (porque no gastamos tanto en relación a nuestro PIB). Ocurre, sin embargo, que la situación exige mucho más. Esperemos que 2015 traiga muchos cambios, y profundos, también en esta materia, una vez constatado que hasta esas fechas seguirá imperando la incapacidad para transformar nada.
@Andres_Boix blog en http://blogs.elpais.com/no-se-trata-de-hacer-leer/
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