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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

A ver qué nos quitan este año

No sería un suceso triste que los Reyes Magos depositaran en los buzones de Rita Barberá y Ana Botella el nombramiento como embajadoras al alimón en Las Malvinas

Entre los muchos deseos que el corazón, un tanto achispado todavía, alberga para este año figura en primer lugar que a Gallardón no se le ocurra organizar otra masacre en la Noche de Reyes, no vaya a ser que le dé por escenificar otra degollina bíblica en fecha tan señalada. Casi por lo mismo, habría que pedir a los nuevos Magos de Oriente que Francisco Camps abandone de una vez sus andares a lo Isabel Pantoja, que Alberto Fabra renuncie ante notario a sus tristes ademanes de camarero de chiringuito playero, que Alfonso Rus decida convertirse más en lo primero que en lo segundo de su ilustre nombre, que el obispo de Castellón desista de vaticinar los mayores desastres para los hijos de las parejas gay, sortilegio de sotana donde brilla el odio hacia lo por él desconocido (supongo) y que implica en sí mismo una grave incitación a la violencia doméstica.

Tampoco estaría mal que Rafael Blasco hiciera autocrítica y admitiera de una vez que se equivocó jugando con pistolitas en su meritoria época frapera, que acaso hizo de las suyas con los socialistas antes de que fuera cesado de manera fulminante por Joan Lerma a cuenta del caso Calpe y de que ha terminado, por ahora, estafando a unas cuantas oenegés a cuenta de unos cuantos de miles de desgraciados. Acaso sea pedir demasiado que el Rey deje de atribuirse ejemplaridades en su mensaje de fin de año, pero pertenece al terreno de lo razonable que el Colegio Internacional de Arquitectos inhabilite de una vez a Santiago Calatrava, no ya porque hasta un maestro de obra sabe que las teselas no se llevan muy bien con el metal, también por las chapuzas que jalonan su obra a lo largo y ancho de este mundo. Y, por pedir que no quede, no sería un suceso triste que los Reyes Magos depositaran en los buzones de Rita Barberá y Ana Botella el nombramiento como embajadoras al alimón en Las Malvinas.

Y ya que hasta al papa Francisco le ronda la idea de que siendo el cuerpo el albergue provisional del alma eterna y convendría que todos los cuerpos de este mundo se mantuvieran en las mejores condiciones, habría que obligar a los poderosos de la tierra que se afanaran en ello, no vaya a ocurrir que por obra u omisión las almas resultantes de tanta miseria se presenten en su día ante el Todopoderoso hechas unas piltrafas de ruina adornadas de piojos, liendres y sarna, lo que quedaría como muy desaliñado en los cielos. A sabiendas de mencionar algo prácticamente imposible, tal vez nuestro misericordioso ministro de Interior podría reconciliarse consigo mismo, después de la alegría divina del reparto de regalos entre su familia la noche de Reyes, y reconsiderar ese rosario de leyes nada sagradas sobre seguridad ciudadana que tienen la virtud de convertirnos a todos en delincuentes exageradamente multados, estigmatizados ante nuestros parientes y amigos, mirados con recelo por nuestros hijos menores, y quién sabe si hostiados por rústicos terminators de discoteca a poco que se nos escape algo la lengua en un momento legítimo de enfado. Que son casi todos.

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