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ROCK | GRAN CAÑÓN
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Melomanía militante

Tarque, Leiva y compañía se inventan un grupo de versiones e imparten una lección de sonidos clásicos

Tiene mucho mérito que una banda de versiones recién nacida reviente el aforo de una sala holgada como la Shoko (670 personas) en pleno aturdimiento navideño. Cierto que al grupo, debutante en el foro y con solo tres conciertos en su historial, no se le puede achacar un miligramo de bisoñez. Manda en plaza Carlos Tarque (M-Clan), le escolta a la guitarra Ovidi Tormo (Los Zigarros) y a la batería divisamos esa inconfundible estampa escuchimizada del hombre con sombrero y camiseta de tirantes. Un puntazo, la permanente predisposición de Leiva, hoy casi ídolo de masas, a involucrarse en proyectos paralelos, practicar la poligamia y asumir sin ápice de rubor un papel secundario.

Existía el precedente de Hot Legs, también con Tarque y Leiva (además de Rubén Pozo y Sara Íñiguez), pero Gran Cañón implica un insólito ejercicio de melomanía militante en un país donde no se estilan las versiones ni menos aún la puntada fina a la hora de escogerlas (exceptuemos a los Auserón, de acuerdo). El repertorio se nutre de nombres inmensos (Black Crowes, Dr. John, Allman Brothers) que seguramente haya escogido Tarque durante muchos domingos de sofá, con el giradiscos echando humo y algún destilado on the rocks muy a mano. Y no solo sorprende la solvencia instrumental, sino la capacidad mimética del rockero murciano: clava a Tom Petty en Listen to her heart, se acerca a Levon Helm con The night they drove old dixie down (The Band) y, asombrosamente, remeda a Donald Fagen (Steely Dan), mucho más aterciopelado, para Do it again.

El público no parece muy familiarizado con la selección, pero es difícil no motivarse a partir de Clapton (Tulsa time), McCartney (Maybe I’m amazed no es de Wings, aunque Tarque se liase) o la deliciosa incursión acústica en Neil Young (Old man). Gran Cañón se antoja un motivo de orgullo para los militantes del mejor rock clásico y una muy atípica exhibición de fuerza. Solo quedó poco fina Stuck in the middle with you: las florituras exquisitas de Stealers Wheel no resultan fáciles de emular.

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