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Los Seivane, la gaita universal

El taller de Cambre está nominado para el Premio Nacional de Artesanía

El taller de Cambre de los Seivane
El taller de Cambre de los SeivaneXURXO LOBATO

Los hermanos Seivane, Álvaro y José, han afinado como nadie el arte de construir gaitas que es patrimonio familiar. Dicen los que entienden de esto que no se hacen en Galicia otras como las del taller de Cambre. Pero, en los últimos tiempos, la fama del buen hacer con el que templan el oficio se ha extendido como el rumor del ronco. Eso les ha llevado a internacionalizar el negocio: les llegan encargos de todo el mundo.

En Fonmiña, donde nace el padre Miño, nació también el patriarca de la familia y podría decirse que de la gaita gallega. Allí hizo José Manuel Seivane su primera gaita con madera de olivo. Y como el río, el oficio fue creciendo y fluyó hasta sus dos hijos hasta desembocar en lo que son hoy: los mejores lutieres de gaitas del mundo.

Siete décadas perfeccionando la fabricación se aprecian a simple vista. Esto fue lo que les pasó en 2005 un grupo de gaiteros de Gales que pudieron ver sus instrumentos en el Festival de Lorient. “En ese momento asumimos el reto de hacer gaitas diferentes a la gallega”, explica Álvaro Seivane. Pronto empezaron a hacerse en Cambre gaitas galesas. “Es una gaita con grandes similitudes a la nuestra, que se acompaña por otros instrumentos como los violines. Nuestra aportación fue aplicar avances tecnológicos que habíamos alcanzado para que afine mejor”. Así se abrieron mercado en las Islas Británicas.

“La siguiente que nos encargaron fue la aragonesa, la gaita de Boto”, recuerda. “Se trata de una gaita muy curiosa, con una falda de niña cubriendo el fol porque, según la leyenda, un gaitero quiso homenajear a su hija fallecida vistiendo así la gaita”, relata. “La aragonesa era originariamente muy tosca y aquí la estilizamos, la hicimos más agradable al tacto y con menos peso”, apunta Seivane. Y la fama siguió fluyendo Ebro abajo hasta Cataluña, con el encargo de un amigo para que le hicieran un Sac de Gemecs, la gaita catalana, en pleno proceso de recuperación. Allí se acoge con entusiasmo que un prestigioso taller como Seivane reconstruya sus gaitas. “Allí también hay grandes artesanos, pero nosotros tratamos de contribuir con nuestra visión, mejorando la estética y trasladando nuestros conocimientos en cuanto a sonido”, dice José Seivane.

Pero los Seivane están dejando su marca también en el resurgimiento de otras gaitas tradicionales de la Península, como la Xerimía de Baleares o la gaita asturiana, que ahora tienen en proyecto.

Más allá de los Pirineos, además de los distintos tipos de gaitas británicas, han recibido pedidos de Japón, Rusia, Canadá, Alemania, Ucrania o Francia. “No son encargos de emigrantes gallegos asentados allí, sino de músicos de estos países”, aclara el lutier. Gracias a Seivane una gaita puede ser gallega –hecha en Cambre– sin importar el modelo del instrumento, la nacionalidad del músico, o las notas que salen del puntero. El sello Seivane es ya un referente a nivel internacional en la manera de construir gaitas y también en su modernización. El de Cecebre es un taller donde la vocación artesana se combina en perfecto maridaje con las nuevas tecnologías y la innovación.

Su apuesta por el I+D les ha llevado a colaborar con el Centro Tecnológico de la Automoción de Galicia y la Universidade de Vigo en el proyecto Idigaita, centrado en la búsqueda de nuevos materiales a partir de biomasa que pudieran emplearse en la fabricación del instrumento.

Dar con otras materias primas es un importante reto, dada la escasez de las más comúnmente empleadas, como el granadillo o el buxo. La falta de esta última madera llevó a los Seivane al extremo de comprar un pazo, no por el pazo en sí, sino por su bosque. “Cortamos los árboles y vendimos el pazo”, cuentan.

El otro objetivo es mejorar las características acústicas. En esta línea, han registrado ya la patente del Seipal, un pallón que se vende en Escocia, Baleares, Cataluña o Asturias y que mejora la afinación y hace más fiable la gaita para los conciertos. “Esto ayuda a equipararla a otros instrumentos”, explica José.

Y es que, desde un respeto escrupuloso a la tradición, los Seivane han sabido valorar las ventajas de ir mejorando el instrumento de la mano de la innovación. En 1986, viendo cómo se cuarteaba el fol de cabrito con la humedad, probaron con otro nuevo también de cabrito pero que transpiraba. “Pero la auténtica revolución llegó en 1990 con el Gore Tex: expulsaba la humedad, no entraba aire y era bueno para la presión”. Hoy este material se ha normalizado en la construcción de gaitas. Aquí todo se elabora a medida: “Nada de Prêt-à-porter”. Las gaitas se hacen tallas, adaptadas a cada persona, y se personalizan al gusto. Esta elección puede hacerse incluso on-line, a través de una página web que fue merecedora del premio Innova en 2006.

La crisis que todo lo toca no osa tocar las gaitas de hechas en Cecebre. Quien quiere un instrumento con el sello Seivane ha de armarse de paciencia. En una ocasión escuché a un gaiteiro jactarse de que había conseguido su gaita en el tiempo récord de seis meses desde el encargo a golpe de insistencia. Pero la lista de espera suele ser mayor. Este año los Seivane son candidatos al Premio Nacional de Artesanía, pero hace tiempo que han recibido el reconocimiento más importante en su campo: el de los músicos

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